Las parejas se rompen en dos fases. La primera, la oficial, cuando se lo cuentan a sus colegas. La segunda, la física, cuando el "nunca más" adquiere un atractivo brutal y aparece el famoso polvo de despedida.

A Extremoduro le ha pasado algo parecido, aunque el proceso le ha pillado con público. La cena con sus amigos ha sido en Twitter y el polvo de despedida serán varios y, además, sobre un escenario. No hay nada más rentable que anunciar que todo se rompe y dar opción a ver el drama en directo. Si lo llegan a hacer al revés, al misionero solo habrían ido los más fieles.

La ruptura se intuía, como quien ve a una pareja que pasa de sentarse junta en las cenas a huir los viernes con colegas distintos. Robe llevaba probando fugas varios años, tanteando qué tal funcionaba él solo, y quizá pensando que la soltería será siempre tan divertida como el primer mes. Al volver, no les ha apetecido el sofá y la manta. Al volver, han llegado a la conclusión de irse.

Pero claro, cuentas que os separáis y la gente te recuerda lo felices que fuisteis. La productora te asegura que esto va a ser un pelotazo. Anuncias varios conciertos y la cola para las entradas dura apenas unas horas en Internet. Pues qué mejor que romper si lo haces enseñando que no es por falta de talento, sino de aguante.

Extremoduro acaba así con 30 años de relación, con Robe siempre manejando el barco o el naufragio y con hinchas de varias distintas generaciones en el mismo coro. La banda se diluye pensando que lo mejor ya ha pasado y que solo les queda demostrar lo que fueron. Ojalá se despierten y no busquen razones. Para eso ya están los que nunca se mueven.

Las parejas se rompen en dos fases. La primera, la oficial, cuando se lo cuentan a sus colegas. La segunda, la física, cuando el "nunca más" adquiere un atractivo brutal y aparece el famoso polvo de despedida.

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