Todos los tertulianos son imprescindibles, salvo los compañeros y amigos, que no lo son. Siempre he pensado que se minusvalora el papel nocivo de los medios de comunicación en la crisis política que vive España, pues se atribuye a estas empresas un papel de meras transmisoras de información, cuando sus titulares tienen un enorme poder desestabilizador. No digamos los argumentos prefabricados de alguna que otra mesa de debate, que tienen sobre la audiencia un efecto similar al de una bomba de racimo.

Recuerdo que, allá por los últimos años del anterior siglo, el presidente del Real Valladolid despidió al entrenador del equipo, que entonces era Vicente Cantatore, en el programa nocturno de José María García. Todo puede pasar en el fútbol, pero aquello sorprendió, dado que no era habitual.

Los tiempos han cambiado desde entonces, hasta el punto que actualmente no produce un excesivo sobresalto el hecho de que un periodista deportivo se preste a boxear en mitad de la lisérgica tertulia en la que participa. Tampoco se puede decir -salvando las distancias- que cause extrañeza el hecho de que dos partidos -PSOE y Unidas Podemos- negocien un pacto de investidura y la jugada se retransmita en vivo y en directo en los medios que apoyan a cada uno, bien surtidos de chatarra informativa para la ocasión. La política es hoy, en buena parte, un espectáculo cuyo guión escriben esos sociólogos de cabecera, con ínfulas de dramaturgo.

La salida de tono de Oliver

El otro día estaba previsto que el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, pronunciara un discurso en público, lo que automáticamente obligaba a tener un ojo puesto allí, pues tiene cierta fama de deslenguado cuando sube al estrado.

A los periodistas no les gusta que les digan las verdades del barquero, pues en esta profesión hay egos superlativos. Tanto, que hay quienes apenas tienen la posibilidad de sacar tiempo para dedicarse a lo suyo, ante la enorme tarea que supone observarse en el espejo.

Oliver también es periodista y digamos que no es inmune a los grandes pecados de la profesión (que padece también quien firma esto). De hecho, tras escuchar sus palabras, un buen amigo me escribió un mensaje que afirmaba: “Habría que decirle que conviene venir llorado de casa”. Y, ciertamente, no conozco muchos oficios en los que sean tan habituales los berrinches como en el periodístico.

En su polémica exposición, Oliver explicó algunas de las tareas menos agradecidas de su puesto, entre ellas, la que implica aguantar diariamente un torrente de consultas por parte de los profesionales de los medios de comunicación.

El secretario de Estado también hizo referencia a la queja que manifestó una periodista chilena durante la Cumbre del Clima, después de comprobar que Pedro Sánchez no iba a admitir preguntas ilimitadas en su comparecencia. “¿De verdad piensa alguien que se hacen ruedas de prensa ilimitadas? ¿Ilimitadas? ¿Pero dónde se hacen ruedas de prensa ilimitadas? ¿Cuántas preguntas son ilimitadas?”, expresó Oliver.

No es justificable que Oliver, en el mismo discurso y a sabiendas de estos hechos, la emprenda contra los reporteros de Moncloa y denuncie que la gran mayoría son, a la vez, informadores y contertulios.

No hace falta disponer de una cátedra sobre el comportamiento humano para deducir que al responsable de Comunicación de Moncloa no le sentó muy bien esa crítica, como tampoco las que posteriormente han realizado los periodistas -incluida la Asociación de la Prensa de Madrid- porque Pedro Sánchez tan sólo ha permitido un par de intervenciones en varias de sus últimas comparecencias. Evidentemente, el presidente ha adoptado esta política para no hablar en exceso de la negociación con los independentistas de ERC, siempre incómoda para un partido constitucionalista. Esa actitud huidiza ha provocado la reacción de los periodistas, que es lícita.

Por eso no es justificable que Oliver, en el mismo discurso y a sabiendas de estos hechos, la emprenda contra los reporteros de Moncloa y denuncie que la gran mayoría son, a la vez, informadores y contertulios. Es lógico pensar que algo huele a podrido cuando los periodistas se convierten en fundamentalistas de sus opiniones, pero, aun así, eso no justifica esa puñalada, dado que un presidente debe siempre someterse al escrutinio público. Eso incluye a los medios.

Con Pablo Iglesias será peor

No debe ser fácil deglutir ciertas críticas cuando alguien se enfrenta a diario al torrente de demandas de decenas de medios de comunicación. Algunos, con un importante componente tóxico. Tampoco ha de ser sencillo tener como jefe a Pedro Sánchez, que por momentos llega a parecer una parodia de sí mismo, ante sus constantes giros argumentales. Pero, como quien dice, la procesión debe ir por dentro. Y un representante público no debería caer en el error de intentar defender lo imposible. Menos de emprenderla contra quienes lo señalan.

En cualquier caso, si esta situación le parece complicada a Oliver, habría que recomendarle una buen ración de barbitúricos en el caso de que se forme un Gobierno de coalición con ministros de Unidas Podemos. Especialmente, si se tiene en cuenta el peculiar concepto de la comunicación, de los tiempos y de los medios que mantiene Pablo Iglesias.

Oliver pidió disculpas este viernes y el gesto le honra, pues en esa parte de su discurso no estuvo afortunado. No obstante, tiene razón cuando afirma que el enorme vórtice informativo que se ha generado alrededor de la sociedad española no es precisamente beneficioso para los intereses de sus ciudadanos. “En muchas ocasiones tendemos a generar una dinámica que puede resultar enfermiza (…). Hay una multiplicación insaciable de la demanda que tiene mucho que ver con la fragmentación tanto social, política, como mediática, a la que asistimos”, apuntó.

Oliver pidió disculpas este viernes y el gesto le honra, pues en esa parte de su discurso no estuvo afortunado

Pese a que no era el lugar ni el momento adecuado, Oliver también acierta cuando incide en que en la mayoría de los periodistas que acuden a las tertulias lo hacen para dar su opinión; y no para informar. Porque si los politólogos se han especializado en remarcar obviedades, los 'todólogos' periodísticos lo han hecho en pronunciarse sobre asuntos sobre los que tienen vagos conocimientos, que son, en algunos conocidos casos, los que les transmite quienes les ha concedido el asiento en esa tertulia. Alguno, por cierto, del partido del Gobierno.

No está la profesión ni mucho menos para alardear de casi nada, pero cuando reclama algo que es lícito, no debería ser cuestionada por quienes son señalados por su mal hacer. Pedro Sánchez debe someterse a todas las preguntas que los periodistas consideren y, a partir de ahí, contestar o no hacerlo. Lo contrario, es un error. Sin más.

Todos los tertulianos son imprescindibles, salvo los compañeros y amigos, que no lo son. Siempre he pensado que se minusvalora el papel nocivo de los medios de comunicación en la crisis política que vive España, pues se atribuye a estas empresas un papel de meras transmisoras de información, cuando sus titulares tienen un enorme poder desestabilizador. No digamos los argumentos prefabricados de alguna que otra mesa de debate, que tienen sobre la audiencia un efecto similar al de una bomba de racimo.

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