Podemos y el Partido Comunista van a tener sus ministerios de uralita pero Iglesias parece que estará fuera de la Moncloa. Tiene sentido, porque en el palacio de la Moncloa sólo hay aviones y jardineros cachas y la política se va a tener que hacer en otro lado y por gente que quiera hacerla. Iglesias quiere hacerla y va a hacerla, no está interesado en ser una percha para un cargo, no es un hedonista como Sánchez sino un extremista, y por eso va a importar poco que pueda ir o no a ver a Sánchez cogiendo un carrito de golf, o que Sánchez crea que sólo le ha dado ministerios marías. Iglesias va a ejercer su poder, no a pasearlo. Es lo que diferencia a Iglesias de Sánchez y lo que determinará el futuro de este Gobierno y de España.

Se puede pensar que Sánchez ha mandado a Iglesias lejos, a los columpios, y que los ministerios y vicepresidencias de Podemos son algo así como de señorita de la Cruz Roja, un poco ocupándose de la bolsa de agua caliente del país, de su alacena, de su biblioteca, de su concurso de redacciones solidarias y en ese plan. Alrededor del Ministerio de Sanidad, en una especie de burbuja con microclima e ideología caribeños, con quirófanos cubanos que parecen submarinos soviéticos o al revés, va a establecer su cuartel general el virreinato de Podemos. Y digo virreinato porque eso que espantaba a Sánchez antes, lo de dos Gobiernos en uno, es lo que va a tener al final, por supuesto (mantenerse en algo le hubiera estropeado la estadística al presidente). Aun así, Sánchez cree que ha mandado al clan Iglesias a jugar a los médicos o a las casitas, que serán un matrimonio de niños en un sombrajo, con jeringas de caramelo, comiditas de plástico y ropita de ratón. Pero en aquellos ministerios separados, soberanos y pintados aparte como un barco hospital, los Iglesias, como caseros, empezarán a imponer sus propias reglas.

Hay dos teorías que me rondan, y no sé si también a Sánchez o al mismo Iván Redondo. Una, que el sanchismo aún espera poderlos engañar a todos otra vez, que aguantará y se dilatará sin ceder en nada o en nada demasiado importante, y que entonces todavía podrá vender que su verdadero progresismo resistió a los extremistas y a los separatistas. Fíjense en esas prisas de Sánchez por la investidura, que eran como una urgencia urinaria del país que obligaba a mear por las aceras durante la cabalgata de Reyes, dulce, desesperada e inocentemente como un chiquillo. Tanta prisa y tanta necesidad y resulta que ese Gobierno de la pata abajo o del paro cardiaco aún va a tardar. O sea, que Sánchez ya empieza a remolonear.

Para asaltar el cielo, a Podemos no le hace falta el Falcon como a Sánchez. Por supuesto, ningún partido llora de felicidad por un ministerio de Igualdad.

La otra teoría es que ya no hay tiempo para eso, que Sánchez, incluso pretendiendo otra cosa, ya lo ha vendido todo por una última noche en su colchón con rosas y guisante de princesa; que el presidente, creyéndose el más listo, en realidad ha ido cediendo poder hasta quedarse sólo con el jardincito de fuentes meonas de la Moncloa. El poder ocupa los vacíos y Sánchez los ha dejado en realidad todos porque cree que el poder es un pedestal o un trono que el mundo mira y ante el que se queda quieto. Pero es lo contrario, es la sombra que hace que todo se mueva con ella. Ayer yo pensaba en la primera teoría, pero hoy me he levantado quitando el árbol de Navidad como una mala yerba y dándole vueltas a esta segunda.

El poder lo tienen ahora Podemos, PSC, ERC, PNV y hasta Bildu, que ya es doloroso esto. Son los que están haciendo que todo se mueva hacia su discurso, hacia su cosmovisión, hacia sus falacias: que la ley es lo contrario a la democracia, que la Constitución es sirope de franquismo, que los pueblos y sus identidades animistas y como germánicas tienen derechos diferentes y superiores a los del ciudadano, que la derecha no puede ser democrática, que los jueces son cucarachas del sistema… Podemos no va a tener un bungalow en Moncloa, ni superministros con poder y silueta acojonante de Hitchcock o de vampiro, como Solbes o Montoro. Habrá quien diga que Podemos sólo va a tener unos cuantos ministerios de verde quirófano y beige bufanda, que sólo manejará parques con viejitos bajo un sol churrero y feministas con pintura de guerra y cojos haciendo gimnasia; unos despachos con más fachada que competencias y más siglas que dinero. Pero desde ahí harán visibles los primeros conflictos de legitimidades, que serán, ya verán, entre la ley y la “gente”, o incluso entre el capitalismo y la vida.

En sus ministerios suburbiales, en sus carteras de segunda, agrupados en mazacotes sufridos, se asentarán y mandarán los Iglesias. Mientras Sánchez compra más galletitas saladas para su jet y pone a Carmen Calvo a hacer progresismo Vogue, Podemos, desde sus ministerios de uralita y lumpen, hará política hasta asentar su relato y el de sus socios. Toda la propaganda, todas las falacias que comparten ahora igual el nacionalismo de derechas que el populismo de izquierdas, se agrandarán con el eco de cada pasillo, cada ruedín y cada palangana bajo sus competencias. La política no se hará en la Moncloa, sino en Cataluña y en las enfermerías cubanas de Podemos. Y nos daremos cuenta de que, para asaltar el cielo, a Podemos no le hace falta el Falcon como a Sánchez. Por supuesto, ningún partido llora de felicidad por un ministerio de Igualdad.

Podemos y el Partido Comunista van a tener sus ministerios de uralita pero Iglesias parece que estará fuera de la Moncloa. Tiene sentido, porque en el palacio de la Moncloa sólo hay aviones y jardineros cachas y la política se va a tener que hacer en otro lado y por gente que quiera hacerla. Iglesias quiere hacerla y va a hacerla, no está interesado en ser una percha para un cargo, no es un hedonista como Sánchez sino un extremista, y por eso va a importar poco que pueda ir o no a ver a Sánchez cogiendo un carrito de golf, o que Sánchez crea que sólo le ha dado ministerios marías. Iglesias va a ejercer su poder, no a pasearlo. Es lo que diferencia a Iglesias de Sánchez y lo que determinará el futuro de este Gobierno y de España.

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