Amenazan estos días los partidos de la derecha con realizar una oposición furibunda y quizá se equivocan en el planteamiento, pues puede que la mejor forma de desgastar al nuevo Gobierno sea sentarse a observar, copa de vino en mano, las refriegas entre sus miembros, que podrían dejar heridos de consideración en cada reunión de los ministros. Este jueves, Moncloa confirmaba que el Ejecutivo contará con cuatro vicepresidencias y, pocos minutos después, Televisión Española (TVE) informaba del supuesto malestar existente en Unidas Podemos porque desconocía que Pedro Sánchez iba a componer una segunda línea con tantos efectivos.

Los socialdemócratas y los comunistas han mantenido una relación de alta tensión desde antes de que existiera un Estado del bienestar que defender, cosa que dice todo. Marx y Engels se las tuvieron tiesas con el SPD porque sus planteamientos implicaban negociar con la burguesía para tratar de suavizar el capitalismo; y trataban de evitar la revolución. Es cierto que el Eurocomunismo renunció al dogmatismo y la pacatería soviética, pero también lo es que en países como España ha estado muy lejos de los postulados socialistas en no pocas ocasiones.

No hay que hacer un gran ejercicio memorístico para encontrarlas. El pasado octubre, poco antes de las elecciones generales, Pedro Sánchez reconocía que no podría dormir si en su Gobierno hubiera ministros de Unidas Podemos. Y aquí estamos, con un grupo de ministros morados en Moncloa.

En estas condiciones, no hay que ser adivino para predecir que tarde o temprano se desatarán las hostilidades entre las dos facciones del Ejecutivo y ahí, una vez más, sus dos aparatos de propaganda deberán hacer alarde de potencia comunicativa para ganar la “batalla del discurso”. Porque no es lo mismo transmitir que el Gobierno tendrá cuatro vicepresidencias por la necesidad de redoblar esfuerzos en el ecofeminismo; que afirmar que será así para minimizar la figura de Iglesias y evitar que la opinión pública piense que ejercerá de número 2 en Moncloa.

Anunciar la composición del Ejecutivo en dos fases no parece la mejor forma de transmitir la idea de cohesión.

El mero hecho de que los ministros de Podemos –que ya se habían filtrado- se hayan anunciado antes que los del PSOE podría interpretarse también como una maniobra de Moncloa para distinguir entre los gobernantes morados y los socialistas. Entre malos y buenos. Anunciar la composición del Ejecutivo en dos fases no parece la mejor forma de transmitir la idea de cohesión.

Excusatio non petita...

Los dos partidos que compartirán Consejo de Ministros difundían hace unas horas un documento cuyo título parece sacado de una de las reuniones del Komintern: “Protocolo de funcionamiento, coordinación, desarrollo y seguimiento del acuerdo de Gobierno progresista de coalición PSOE y Unidas Podemos”. Un mero vistazo a su contenido evidencia las indisimulables desconfianzas existentes entre ambos partidos y su poca seguridad en que la contraparte cumpla con su deber de lealtad.

Hay un ejemplo relativamente cercano que puede anticipar lo que ocurrirá en los próximos tiempos si los dos partidos anteponen el tacticismo político a la búsqueda de consenso que faciliten la toma de decisiones, algo, por cierto, que ha sido constante en la política española durante los últimos años. Esto ocurrió en junio de 2018, después de que el PSOE aprobara un Real Decreto para designar por vía urgente al nuevo presidente de Radiotelevisión Española.

Entonces, los rasputines de ambos partidos filtraron a la prensa los nombres de los candidatos que había propuesto la contraparte y que no les convenían. Entre ellos, el de Ana Pardo de Vera. En otras palabras, se los ofrecieron a la prensa como carnaza para que explorara los puntos oscuros de sus currículum y restara sus posibilidades. El ejemplo es quizá menos conocido que el que se produjo en la negociación para formar Gobierno el pasado verano, cuando el PSOE llegó a filtrar documentos falsos a la prensa para tratar de minar las fuerzas de su adversario. Hoy, socio. Sin embargo, resulta igual de representativo.

El protocolo de actuación que han firmado ambos partidos –el anteriormente citado- parece un compendio de los motivos de desconfianza entre ambos

El protocolo de actuación que han firmado ambos partidos –el anteriormente citado- parece un compendio de los motivos de desconfianza entre ambos. El primer punto del primer apartado es un llamamiento a no conspirar, el segundo, a evitar sobrepasar los límites de la Constitución en la negociación y la toma de decisiones. El tercero, a no filtrar información confidencial.

Las comisiones de seguimiento del acuerdo –la permanente y la parlamentaria- podrían convertirse, en la práctica, en órganos destinados a la exposición de trapos sucios y al debate destructivo entre las facciones. Un mero vistazo a las Vicepresidencias y a los ministerios que asumirá Unidas Podemos permite anticipar que una de las quejas más comunes será la relativa al peso que tendrán los miembros de la formación morada en el Gobierno. A simple vista, ya se plantean varias dudas: ¿qué funciones tendrá el Ministerio de Universidades a sabiendas de que las competencias están en manos de las comunidades autónomas?; ¿anulará la vicepresidencia de Teresa Ribera la de Agenda 2030 de Iglesias? ¿Economía mermará la fuerza de Trabajo?

Periodistas de cámara

Se equivoca la derecha radical –cuyo límite con la moderada cada vez se encuentra más difuminado entre demagogia y alarmismo- en definir este Gobierno poco menos que como el apocalipsis. Ahora bien, es cierto que su capacidad de acción podría verse entorpecida por las fricciones internas, lo que, más allá de la ideología de cada cual, no sería positivo para el país. Habrá que ver la posición que adoptan medios progresistas como El País y LaSexta cuando se levante marejada. También Jaume Roures, quien, a tenor de su trayectoria y de su relación con Iglesias, seguro que no se resignará a tener un rol secundario en esta legislatura.

Asunto aparte es el de la Secretaría de Estado de Comunicación, bien la ostente Miguel Ángel Oliver o bien –como dicen los rumores de la Corte- otra persona. Es difícil concebir que si Sánchez e Iván Redondo designan a su responsable, se vaya a comportar como un árbitro neutral de los intereses de ambas fuerzas parlamentarias.

La convivencia de dos partidos en el Gobierno es novedosa en la España contemporánea y son varias dudas las que se plantean. Ahora bien, acostumbrados al filibusterismo y al carácter cainita y traicionero de la clase política, no es arriesgado anticipar que, algunas mañanas, habrá páginas en prensa que podrán interpretarse como auténticas puñaladas entre un partido y otro. Quizá uno de estos días, vaya usted a saber, haya una llamada de Sánchez a Iglesias; o de Iglesias a Sánchez, en el que se reproduzca la memorable frase de El Padrino II: "Fredo, sé que fuiste tú; y me partiste el corazón".

Amenazan estos días los partidos de la derecha con realizar una oposición furibunda y quizá se equivocan en el planteamiento, pues puede que la mejor forma de desgastar al nuevo Gobierno sea sentarse a observar, copa de vino en mano, las refriegas entre sus miembros, que podrían dejar heridos de consideración en cada reunión de los ministros. Este jueves, Moncloa confirmaba que el Ejecutivo contará con cuatro vicepresidencias y, pocos minutos después, Televisión Española (TVE) informaba del supuesto malestar existente en Unidas Podemos porque desconocía que Pedro Sánchez iba a componer una segunda línea con tantos efectivos.

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