El fútbol con Rajoy me lo imagino como un futbolín. El presidente de madera dejaba una política de madera y haría también un fútbol de madera, rígido, quieto y español como un as de bastos, y con los goles sonando a tragabolas. Aunque quizá sea el fútbol más puro aquí, el fútbol mirón y acachiporrado. Parece una broma, pero Rajoy podría ser candidato a presidir la Federación Española de Fútbol, y a mí me parece el candidato ideal porque aquí el fútbol va solo, como creía Rajoy que iba la política. Rajoy podría hacer por fin el arriolismo perfecto, gobernar sobre cosas inevitables sólo contemplándolas, como el rey de todos los peñistas de España.

La verdad es que Rajoy siempre ha parecido un árbitro casero, con su negro sacerdotal y parsimonioso dejando que pasara lo que tuviera que pasar y mirando el reloj salpicado de tierra ante las patadas y los penaltis. Rajoy puede que se equivocara de carrera porque, como digo, él iba para gobernar sólo sobre lo inevitable, al contrario que Sánchez, que gobierna sólo sobre lo caótico. Sánchez, en realidad, le ha dado la vuelta a Rajoy. Rajoy no se movía pero le dedicaba todo su esfuerzo a esa tarea lenta y penosa, como la de un buzo o un escultor, de salvar España mirándola. Sánchez se está moviendo constantemente pero todo su esfuerzo se va en hacerse esa foto de ciclista aerodinámico en la que España sólo es un fondo para su póster.

El fútbol lo debería presidir un señor del Marca, que es lo que es Rajoy, y no un utillero reconvertido en administrativo, que es lo que parece Luis Rubiales más que un exfutbolista. Rajoy es precisamente ese señor del Marca, político y deportista de sofá, espectador de ironía sentenciosa y cansancio prestado, que el aficionado acodado verá como si se viera a sí mismo y aceptará por tanto como jefe natural. Un futbolista intentará hacer fútbol con la Federación, cuando lo que hay que hacer son muchos retruécanos y muchos refranes. Nadie mejor que Rajoy para hacer esto. Rajoy sería como ese barbero futbolero que igual te canta una alineación que te da un corte que te argumenta la necesidad del medio volante con la teología del sentido común. Un futbolista se queda en el once contra once, un administrador se queda en la hoja de cálculo, pero Rajoy haría con el fútbol verdadera poesía de bar, como la que a veces tienen los lances y las conversaciones de naipes.

Rajoy tiene que presidir esto del fútbol, la gran peña de España, como santo patrón del español corriente que es

Rajoy tiene que presidir esto del fútbol, la gran peña de España, como santo patrón del español corriente que es. Rajoy creo que es el político que más se ha parecido a ese español corriente, que no es alguien gris ni aburrido, sino alguien que considera la fatalidad y la distancia como sabiduría, y que se maneja a volantazos con destellos de apatía, amargura y humor. El rey de los españoles corrientes no puede terminar en otro lugar que en el trono del fútbol, ilustrado de retranca, incrustado de pistachos, armado de collejas como un maestro antiguo, británico en su españolidad, como un Churchill del balompié.

Rajoy fue un presidente que se equivocó de sillón y de estatismo. El fútbol es lo eterno, lo contemplativo, lo ineludible, lo inmutable aquí. Algo que funciona solo, sin más que la gravedad de las cosas y de la sentimentalidad, que son ambas fuerzas circulares. O sea que el fútbol es todo lo que creyó Rajoy que era la política. Rajoy, señor puramente futbolero, de esos futboleros como de Di Stéfano, o sea de cuando en el fútbol había tirillas y gente medio calva y medio fofa, o sea normal, y el español no sabía inglés ni falta que le hacía, ni en Davos ni en Highbury. Rajoy, político y deportista de sillón de barbero, de gesta clásica y hasta pobre, españolísima; de ese ciclismo de heladero a pedales de Bahamontes, que una vez de verdad se comió un helado al coronar un puerto en el Tour. Rajoy, en fin, que quizá no era un político de madera sino sólo un español equivocado de sofoco, de siesta y de resignación, tendría que haber ido a presidir el fútbol desde el principio. Aunque, la verdad, hasta una España guiada otra vez sólo por la recta y simplísima mecánica del almanaque iría mejor que ésta que va sacudida por el sanchismo con patadas de sandía.

El fútbol con Rajoy me lo imagino como un futbolín. El presidente de madera dejaba una política de madera y haría también un fútbol de madera, rígido, quieto y español como un as de bastos, y con los goles sonando a tragabolas. Aunque quizá sea el fútbol más puro aquí, el fútbol mirón y acachiporrado. Parece una broma, pero Rajoy podría ser candidato a presidir la Federación Española de Fútbol, y a mí me parece el candidato ideal porque aquí el fútbol va solo, como creía Rajoy que iba la política. Rajoy podría hacer por fin el arriolismo perfecto, gobernar sobre cosas inevitables sólo contemplándolas, como el rey de todos los peñistas de España.

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