La apuesta es de órdago. A la destitución de Alfonso Alonso como cabeza de lista de las elecciones vasca ha seguido en el plazo de menos de un par de horas el anuncio de su sustitución por Carlos Iturgaiz, uno de los nombres míticos de la historia del Partido Popular durante los años de plomo en aquel territorio.

No hay por tanto ninguna pérdida en la apuesta política que se hace desde Génova, evidentemente muy interesada ahora mismo en que la militancia del Partido Popular en el País Vasco mantenga la ilusión y las ganas de batallar por, al menos, mantener su presencia cuantitativa en el parlamento de Vitoria. Es un gran nombramiento porque Carlos Iturgaiz, que hasta julio era diputado en el Parlamento Europeo, es un hombre muy querido por sus compañeros de partido y una personalidad muy respetada entre la clase política de esa tierra.

Y ha aceptado la propuesta a pesar de que en las últimas elecciones europeas anunció su abandono de la política porque la dirección nacional de su partido le había situado en el puesto 17 de la lista, es decir, en un puesto de "no salida". Pero ahora regresa a la política, a la que ha dedicado 28 de sus hoy 55 años, a encargarse de la tarea nada fácil de apaciguar a su partido y al mismo tiempo de hacer hueco sin excesivos roces a los militantes de Ciudadanos en esa candidatura de coalición recién pactada.

No con esa contundencia y no con esa rapidez pero, tal como estaban las cosas en los últimos cuatro días, era evidente que algo de esto iba a pasar. La dirección nacional nunca quiso a Alfonso Alonso como cabeza de lista para las elecciones vascas pero el anuncio del lehendakari Urkullu de convocatoria de comicios anticipados al 5 de abril dejó a Pablo Casado y a Teodoro García Egea sin margen de maniobra y, muy a su pesar, no tuvieron más remedio que ratificar la candidatura del presidente del PP vasco.

El resto de lo sucedido hasta este domingo es de sobra conocido: el PP, que está poniendo las bases para una futura fusión con Ciudadanos en el formato que se decida en su momento pero con el que, sin duda, quiere concurrir unido a las próximas elecciones generales, firmó un acuerdo con la dirección provisional de Cs extraordinariamente generoso con el partido naranja porque le aseguraba puestos de salida en Vizcaya y Álava cuando la realidad es que Ciudadanos no cuenta en la actualidad con ninguna representación en el País Vasco.

También es cierto que para cerrar el acuerdo Inés Arrimadas y los suyos habían hecho la misma cesión que ya hicieron en Navarra para concurrir junto con UPN y el PP, que fue la aceptación de la foralidad. En el caso de la negociación para las elecciones vascas, Cs ha vuelto a aceptar la foralidad y el Concierto. De otro modo, no habría sido posible el pacto.

Iturgaiz tiene el nombre, la trayectoria y el historial indiscutibles pero tampoco es el mago Merlín con una varita mágica que pueda convertir el carbón en oro

Pero a Alfonso Alonso, que siempre había sido partidario de concurrir junto a Ciudadanos a las elecciones, también a las generales, y que ya había negociado e incluso pactado con el secretario de organización del partido naranja, Javier Gómez Calvo, presentarse unidos a los comicios del 10 de noviembre -lo que le costó a éste el puesto porque fue destituido de manera fulminante por Albert Rivera, entonces presidente del partido-, no le gustaron ni un pelo los términos del acuerdo. Y, sobre todo, no admitió que esa negociación se llevara a cabo sin hacer la menor consulta al PP vasco.

Por eso se negó a venir a Madrid a firmar el documento del acuerdo y por eso hizo público que las condiciones pactadas eran "inasumibles". A partir de ese momento las cartas estaban echadas sobre la mesa: Alonso no iba a facilitar la campaña a quienes ocuparían, por decisión de la dirección nacional de su partido, unos puestos de salida que él no admitía en ningún caso.

Desconocemos lo que ha sucedido a lo largo del fin de semana en el interior de los despachos de la calle Génova pero es fácil suponer que el presidente del PP vasco se ha seguido manteniendo en sus trece y Pablo Casado y Teodoro García Egea han acabado decidiendo tirar por la calle de enmedio y descabalgar al presidente del partido en el País Vasco de la cabeza de la lista.

Ahora se abre un periodo de incertidumbre, no tanto por el nombre que va a sustituir a Alfonso Alonso en las papeletas, que es una apuesta segura o por lo menos de prestigio indiscutible, sino por las consecuencias electorales que un enfrentamiento de esta envergadura va a tener en las ya muy magras expectativas de ambos partidos, el azul y el naranja, en la noche del 5 de abril.

Si ya era muy dudoso que el PP siguiera conservando los 9 diputados que obtuvo en las elecciones de 2016 y las previsiones eran que corría el riesgo de perder entre dos cuatro diputados, es innegable que esta ruptura cuando la carrera de las elecciones ya ha comenzado no hará sino debilitar su ya frágil situación política. Pero la jugada de ayer domingo de Pablo Casado puede volver en alguna medida las tornas de la expectativas del partido porque Iturgaiz tiene el nombre, la trayectoria y el historial indiscutibles para encabezar la lista electoral aunque tampoco es el mago Merlín con una varita mágica que pueda convertir el carbón en oro.

En el PP vasco se había producido una clara división de opiniones. Los había que apoyaban la política de la dirección porque "nunca se consulta al partido regional cuando se trata de negociar pactos" y ponen de ejemplo lo sucedido en Andalucía donde, efectivamente, Juan Manuel Moreno Bonilla se limitó a acudir a Madrid a estampar su rúbrica una vez que el acuerdo estaba ya cerrado, y quienes consideran que el PP del País Vasco es un partido especial al que se le debe una consideración distinta porque, recuerdan, no hace tantos años sus miembros defendieron las libertades y la democracia con sus propias vidas. Consideran que Pablo Casado les debe por eso, un trato especial.

Alfonso Alonso, con sus nueve diputados, y bajando en las previsiones, no era Núñez Feijóo. Ni por supuesto ha sido nunca el Jaime Mayor Oreja de aquellos 19 diputados del año 2001

Y esta reclamación por parte de algunos de sus dirigentes se hace más solida y más contundente a partir de lo sucedido en Galicia con Alberto Núñez Feijóo, cuyos argumentos para no consolidar una coalición con Ciudadanos fueron atendidos sin un sólo pero por la dirección nacional. Olvidan quienes desde el País Vasco se comparan con el trato dispensado al presidente gallego que la de éste es una trayectoria de éxito, el mayor obtenido en los últimos años por parte de un dirigente del PP, y que se dispone a volver a conquistar con las solas fuerzas de su partido la cuarta mayoría absoluta.

Son situaciones y fortalezas incomparables. Alfonso Alonso, con sus nueve diputados, y bajando en las previsiones, no era Núñez Feijóo. Ni por supuesto ha sido nunca el Jaime Mayor Oreja de aquellos 19 diputados del año 2001, la mejor marca jamás obtenida por el PP en el País Vasco, ni tampoco el propio Iturgaiz, que en las autonómicas de 1998 colocó al PP como segunda fuerza. Pero aquellos eran otros tiempos. A día de hoy lo que Alfonso Alonso tenía entre sus cometidos hasta este domingo por la tarde era únicamente el de administrar la escasez y el de intentar no caer en la miseria.

Ahora esa tarea le va a corresponder de nuevo a Carlos Iturgaiz. Los candidatos de Ciudadanos están de enhorabuena porque a partir de ahora saben que no van a tener que enfrentarse a navegar entre las aguas agitadas de un partido partido en dos mitades y sumido en el desconcierto. Todo eso, consolar a los dolidos y entusiasmar a los escépticos, también le tocará hacerlo ahora al señor Iturgaiz, que acude en calidad de bombero a intentar apagar el incendio que se ha declarado en su partido.

La respuesta de Casado tras lo sucedido con Alfonso Alonso es un respuesta inteligente y con posibilidades de mejorar la situación del PP vasco. Vamos a ver ahora si hay más incorporaciones de este mismo nivel a las listas del partido y si el todavía presidente del partido continúa siéndolo o abandona también, esta vez por su propio pie, esa responsabilidad.

Y, al final de este agitado trayecto político, si todas las decisiones tomadas surten efecto electoral. Que es de lo que se trata.

La apuesta es de órdago. A la destitución de Alfonso Alonso como cabeza de lista de las elecciones vasca ha seguido en el plazo de menos de un par de horas el anuncio de su sustitución por Carlos Iturgaiz, uno de los nombres míticos de la historia del Partido Popular durante los años de plomo en aquel territorio.

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