Con motivo de la crisis económica que estamos comenzando a sufrir y tardará mucho tiempo en remitir aparecen todos los días ocurrencias –con origen en el actual Gobierno–que van y vienen referidas a la fiscalidad y el gasto público mayormente desatinadas y por tanto carentes del  más mínimo rigor conceptual; son mera propaganda al servicio de la política demagógica y por tanto irresponsable que caracteriza al populismo de izquierdas.  

Comenzando por los ingresos, la izquierda ha acuñado el lema: “La presión fiscal en España es menor que la media europea”. Pues bien, en un reciente estudio José Félix Sanz y Desiderio Romero publicado por FUINCAS se pone de manifiesto que se trata de “un índice impreciso, poco informativo y de una utilidad muy limitada para hacer prescripciones de política fiscal”.

Frente a la simplista presión fiscal progresista destacan los “índices de sacrificio fiscal propuestos hace más de medio siglo por Henry Frank y Richard Bird” que además de considerar la recaudación y el PIB –que determinan aquella– añaden el tamaño de la población y la renta per cápita, enriqueciendo así el análisis.

Si en el ránking –UE, EEUU y Japón– de presión fiscal [35,74%] España ocupa el lugar nº15, en el de esfuerzo fiscal ocupamos el puesto nº4, solo superados por Grecia, Portugal e Italia. “Si quisiéramos que los españoles soportasen el mismo esfuerzo fiscal que los suecos, la presión fiscal española no debería subir sino bajar en 9,1 puntos hasta situarse en el 26,63%”.

La primera verdad del barquero es muy simple: la política fiscal progresista favorece la generación de pobreza

Ni que decir tiene que los países con menor presión fiscal -Suiza, EEUU, Irlanda, Noruega, Japón…– son más ricos que España y los de mayor esfuerzo fiscal –Grecia, Portugal, Italia– son junto con España los más pobres.

La primera verdad del barquero es muy simple: la política fiscal progresista favorece la generación de pobreza.

Pero además de la suma agregada de impuestos, importa y mucho su origen recaudatorio. Mientras que del gobierno emanan amenazas contra las rentas del trabajo y de sociedades, el ahorro y el patrimonio, en los países ricos siguen políticas contrarias… para poder serlo. En España somos campeones de los impuestos al trabajo y a las empresas, también al ahorro, y el único país del mundo que persigue fiscalmente el patrimonio; y sin embargo estamos en la cola de los impuestos al consumo, bebidas y carburantes y no cobramos tasas por el uso de las autovías, otra excentricidad progresista.

La segunda verdad del barquero es que la estructura impositiva de España es enemiga del progreso económico, al que pone todo tipo de trabas.

En el ámbito del gasto todo progresista se jacta de la necesidad de aumentarlo cual panacea universal, sin plantearse nunca su eficiencia y menos aún como se financia. Hacer más con menos, evaluar el desempeño de cada centro de gasto o aplicar el presupuesto base cero no forman parte de la agenda social-comunista, cuando son consustanciales de cualquier entidad privada y de los gobiernos responsables.

El Instituto de Estudios Económicos (IEE)  en su muy serio y ponderado estudio de la eficiencia del gasto público a nivel mundial -países OCDE-, sitúa a España en el lugar 26 con sólo Grecia e Italia como países de la UE detrás de nosotros y muy por debajo de la media. Como ya se ha visto antes en materia impositiva, los países más ricos con Suiza a la cabeza son los más eficientes: un 65% más que España. Y por eso son ricos, porque no se permiten nuestros despilfarros.

Según la OCDE, España no destaca en la utilización de mecanismos de evaluación de políticas públicas y, además, los que existen sólo evalúan el gasto, no el resultado obtenido -eficiencia- por el mismo. Por ejemplo, el abandono escolar de España no es acorde con el nivel gasto y las políticas activas de empleo –según la AIReF– no ofrecen los resultados esperados.

La externalización de servicios públicos mejora y mucho la eficiencia del gasto. En las comunidades de Valencia y Madrid se logran ahorros del 30% en la gestión privada de hospitales frente a una gestión solo pública, y en países como Alemania, Holanda y Finlandia una adecuada evaluación de los empleados públicos y la implementación de la retribución por objetivos han conseguido grandes mejoras de eficiencia.

En España la externalización -como % del gasto público–  es del 18,6%, que está por debajo de la media de la UE (21,8%) y de la OCDE (20,6%) y es la mitad de países como Holanda, Japón , Australia, Alemania, etc. Y sin embargo para nuestros progresistas es un anatema hablar de ello.

Gastar sin control por unas administraciones públicas cada vez más politizadas y en manos de personas carentes de otra cualificación que el carnet político y completamente ayunas de capacidad de gestión nos conduce a donde se ha descrito que estamos: de mal a peor.

Los progresistas, no conformes con su perversa concepción de los impuestos y del gasto público, pretenden además aumentar la deuda

Los progresistas, no conformes con su perversa concepción de los impuestos y del gasto público, pretenden además aumentar la deuda hasta extremos impagables por las nuevas generaciones -otra gran inmoralidad social-comunista– y cada vez menos financiables por los países mas serios, austeros y eficaces en su gestión pública a quienes pedimos prestado.

La tercera verdad del barquero es que sin encauzar, para ponerle fin, al descrito despilfarro del gasto público, la crisis se prolongará  hasta batir al campeón anterior, Zapatero, que consiguió un récord histórico mundial de seis años ( 2008-2014) perdidos.

Una UE más seria de lo que acostumbra a ser debería exigir por el bien de todos -y sobre todo el nuestro– que toda entrega de fondos, reembolsables o no, esté sometida cuando menos a estar por encima de la media en eficiencia del gasto así como en externalización de los servicios públicos y a un presupuesto base cero que determine, caso por caso, qué gastos deben eliminarse y los que resten si se deben aumentar o disminuir.

Y los españoles deberían ir pensando si en el marco de la sociedad abierta –a pesar de sus declarados enemigos– que todavía disfrutamos quieren ser como Grecia o Suecia, si no nos desviamos antes -en ello estamos- camino de Venezuela.

Con motivo de la crisis económica que estamos comenzando a sufrir y tardará mucho tiempo en remitir aparecen todos los días ocurrencias –con origen en el actual Gobierno–que van y vienen referidas a la fiscalidad y el gasto público mayormente desatinadas y por tanto carentes del  más mínimo rigor conceptual; son mera propaganda al servicio de la política demagógica y por tanto irresponsable que caracteriza al populismo de izquierdas.  

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