Hace ya un año de aquel tuit de Echenique hablando de una “gripe menos agresiva que la de otros años” y alabando la profesionalidad de un Lorenzo Milá que hacía de enteradillo de barbería o de tasca: “Pero chico, parece que se extiende más el alarmismo que los datos...”, decía, moviendo el micrófono como un as de bastos. La política y el periodismo son dos profesiones de la prisa, aunque el periodismo debería tener ambición de verdad. Sin embargo, a veces sólo hay ganas de hacer de padrecito, de dar paz y perdón urgentes, y uno se ve en la televisión o en la columna como con aureola de santo de obrador. Yo creo que éstos son peores que los alarmistas, los del apocalipsis diario, que al menos necesitan imaginación sanjuanista para sus bestias y ajenjos.

El caso es que Echenique era portavoz parlamentario de un partido de Gobierno con especialidad en el meme y el zasca, y Milá era un periodista de cabecera, esponjado ya en sus ropones y en su bienaventuranza como un Fray Leopoldo de alcoba. Más grave es que los verdaderos responsables, de Simón a Sánchez, nunca fueron, y creo que nunca irán, más allá de ese tuit o del espíritu de ese tuit.

Echenique sólo hacía propaganda, aunque con herramientas de adolescente, y Lorenzo Milá no quería informarnos, sino tranquilizarnos. Esto es más corriente en los medios públicos que en los privados (salvo en Cataluña), ese periodista que asume la institucionalidad de su persona y por tanto se plantea misiones institucionales, no informativas. La verdad es que los datos a los que se refería Milá desde Italia, aunque con sólo 230 contagios, ya daban que pensar: casi un 50% en el hospital, casi un 11% en la UCI y un 3% de mortalidad (la de la gripe común está sobre el 0,1%). Quizá no calculó bien o quizá le empujaba y le hinchaba esa misión suya de tranquilizarnos pasara lo que pasara, como un ministro de economía o un capitán de barco. Simón tenía exactamente la misma misión cuando dijo eso de "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado". Ni desde el periodismo ni desde la ciencia se puede justificar esa actitud, esa tranquilidad, esa seguridad. Desde la nacionalización de esos oficios, sin embargo, se entiende perfectamente.

Pasara lo que pasara, primero había que negarlo. Y luego ya, cuando la realidad nos atropellaba, encubrirlo, disculparlo, maquillarlo, posponerlo o endilgarlo a otro

No se trata de que no supiéramos nada entonces, que es cierto que no sabíamos, porque la cuestión en estos casos es qué hace uno con lo que todavía no sabe. Para Echenique se trataba de escribir otro tuit de ésos en los que pone cabezas rodando de la risa, como guillotinadas por el zasca, y para Milá se trataba de otra crónica de pregonero del reino como de pregonero de la Virgen. Para Echenique era una rutina de negación y pedorreta, y para Milá se trataba de elegir entre seguir siendo el hombre del tiempo de las cosas que pasan o echar a perder su presencia de buen yerno en casa por hacer de pájaro de mal agüero. Milá podría haber dado los datos y mantener la prudencia, pero decidió hacer valoraciones o adivinaciones quizá para distinguir el periodismo público y de parador del periodismo sensacionalista. No se trata de lo que no sabían, sino de lo que hicieron con lo que no sabían. Y fue lo menos útil: propaganda y ensoñaciones.

Hemos ido por detrás del virus siempre, pero sobre todo desde este tuit, que ahora se me aparece como la salida ridícula de una carrera de sacos ridícula que acaba en tragedia. Este tuit se ha mantenido como una especie de molde o de guía para todo lo que ha venido después. Pasara lo que pasara, primero había que negarlo. Y luego ya, cuando la realidad nos atropellaba, encubrirlo, disculparlo, maquillarlo, posponerlo o endilgarlo a otro. El tiempo, la energía y el personal dedicados a esta labor de enterramiento de la realidad evitaban que nos preparáramos para la siguiente acometida y así nos ha ido corneando el virus, de ola en ola, desde el 8M hasta la nueva normalidad, desde el estado de alarma con generalones hasta la cogobernanza, desde el allegado navideño a esta Semana Santa que seguro que acabará en tragedia repetida aunque inevitable (todo lo que ya ha pasado es inevitable).

Este tuit ya cumple un año, que es algo que va a ir haciendo, en todos sus hitos, toda la contumacia pandémica. Pero en este tuit está el tempo y el espíritu de estos gobernantes nuestros que ni en el fin del mundo han sabido salirse de su canon: negación, espera, improvisación y sacar rédito de la imagen, no de los hechos (no es por maldad, sino por economía: es más fácil y los resultados lo avalan). Echenique sigue derrapando por Twitter como un cochecito teledirigido por la cocina de mamá, y Milá sigue siendo un rostro de carta de ajuste que, simplemente, aquel día no pensó que una pandemia histórica le fuera a chafar su buenrollismo institucional de cartero de las noticias. Más grave es que ni Simón, ni Illa ni Sánchez tuvieron jamás la intención de salir de ese tuit, continuamente reescrito y versionado. Ni con lo que sabían ni con lo que no sabían pudieron hacer nada demasiado útil hasta que ya fue tarde, hasta que ya siempre es tarde. Esto es esperable en un soldado de partido, es criminal en un científico y es decepcionante en un periodista, pero, según hemos visto, es el triunfo seguro para un gobernante.

Hace ya un año de aquel tuit de Echenique hablando de una “gripe menos agresiva que la de otros años” y alabando la profesionalidad de un Lorenzo Milá que hacía de enteradillo de barbería o de tasca: “Pero chico, parece que se extiende más el alarmismo que los datos...”, decía, moviendo el micrófono como un as de bastos. La política y el periodismo son dos profesiones de la prisa, aunque el periodismo debería tener ambición de verdad. Sin embargo, a veces sólo hay ganas de hacer de padrecito, de dar paz y perdón urgentes, y uno se ve en la televisión o en la columna como con aureola de santo de obrador. Yo creo que éstos son peores que los alarmistas, los del apocalipsis diario, que al menos necesitan imaginación sanjuanista para sus bestias y ajenjos.

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