La batalla de Madrid cobra por días tintes dramáticos. La presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, ha planteado las elecciones como un pulso entre el "socialcomunismo y la libertad"; mientras que el vicepresidente Pablo Iglesias ha decidido bajar a la arena electoral para frenar "a la derecha criminal y corrupta". El presidente del Gobierno, por su parte, va a echar toda la carne en el asador para apoyar a Ángel Gabilondo, como si el candidato socialista fuera incapaz de obtener un digno resultado sin la ayuda del gran jefe... En fin, Ciudadanos ha decidido encargar a su mejor hombre, Edmundo Bal, la misión casi imposible de salvar al partido logrando superar la barrera del 5% de los votos, lo que le permitiría entrar en la Asamblea de Vallecas ¡Magra aspiración para un partido que no hace mucho pensaba ganarle la partida al PP!

Bal, en conversación con El Independiente, admite que le ha costado asumir esta "operación salvamento", pero que fue el propio Ignacio Aguado, ante la perspectiva de obtener un resultado desatroso, el que, el miércoles por la noche, le convenció de que diera el paso adelante. Para satisfacción de Inés Arrimadas.

Bal no quería dejar su puesto en el Congreso, donde brilla como una de las pocas cabezas que apela a las ideas y no se conforma con la incitación al odio, para dar la batalla en Madrid, pero la presión ambiental y la necesidad de supervivencia le han obligado a asumir la ingrata tarea de pelear entre dos bloques cada vez más polarizados.

El portavoz adjunto de Cs en el Congreso cree que es posible superar en Madrid el 5% de los votos. Por si acaso, él mantendrá su acta de diputado

Pero el portavoz adjunto de C's no va a quemar sus naves en el Armagedón del 4-M. Mantendrá su acta de diputado y, si no logra un buen resultado, se mantendrá en el escaño como el más fiel escudero de Arrimadas. Alguno pensará que eso es tener mucho morro: nadar y guardar la ropa. Pero él se defiende con un argumento aplastante: fuera de la política (y él sí dice la verdad) ganaría seis veces más que como diputado.

O sea, que estamos ante un soldado que cree en el servicio público, y que, porque piensa que el espacio del centro liberal sigue aún existiendo, está dispuesto a partirse la cara para evitar que tenga éxito el blitzkrieg que ha lanzado el PP contra Ciudadanos, capitaneado por el comandante García Egea.

En Ciudadanos son conscientes de que no superar la barrera del 5% en Madrid pondría en riesgo la propia existencia del partido, a pesar de que aún gobierna en coalición con el PP en Andalucía, en Castilla y León y en el Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo.

"Yo creo que hay partido, que en Madrid Ciudadanos va a demostrar que no va a desaparecer, que somos una organización que no hace política con las tripas, sino con el corazón y la cabeza", afirma imbuido de un incomprensible entusiasmo

Tal vez, este abogado del Estado, que se negó a aceptar el trágala del Gobierno socialista, y que sostuvo hasta el final la tesis de que lo que había ocurrido en Cataluña en octubre de 2017 se encuadraba perfectamente en el delito de rebelión, no se de cuenta de que la polarización se va a llevar por delante el proyecto político que él representa. En parte, como apuntaba ayer en su artículo Victoria Prego, porque Arrimadas no midió las consecuencias que iba a tener para la política nacional el terremoto de Murcia. Y también porque la perspectiva de un gobierno de coalición entre el PSOE/Más Madrid y UP ha provocado que muchos de los que votaron a Ciudadanos hace dos años estén pensando ahora que el PP es la opción más útil para frenar a una izquierda echada al monte.

Es ese corrimiento de tierras el que ha llevado a muchos cargos públicos de Ciudadanos a buscar cobijo en el partido de Pablo Casado. Unos por convicción, otros por asegurarse el futuro.

Esa desbandada de cargos no es precisamente el mejor escenario para hacer una campaña en Madrid, en la que el insulto y la descalificación van a ser la tónica. Le pregunto a Bal por el papel de Albert Rivera como colaborador necesario de esa operación relámpago que se ha iniciado desde Génova para barrer del mapa a Ciudadanos: "Albert no está en la OPA hostil que ha lanzado el PP. Cuando se fue, él se comprometió a no ser el tutor del partido y, por lo que yo sé, está cumpliendo su palabra".

Bal, casi como un kamikaze, ha aceptado el sacrificio. E Incluso no descartaría volver a pactar con el PP en Madrid si se dan las circunstancias que así lo permitan. "Somos un partido de centro, lo hemos demostrado, podemos pactar con la izquierda y con la derecha, pero tenemos unas líneas rojas claras: no acordar con Podemos ni con Vox".

Como persona honesta y con un nivel intelectual que para sí quisieran el 90% de los diputados no cabe más que desearle suerte, aunque su tarea se me antoje un tanto quijotesca. "Estoy acostumbrado a las dificultades: ¡Soy del Atlético de Madrid!".

La batalla de Madrid cobra por días tintes dramáticos. La presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, ha planteado las elecciones como un pulso entre el "socialcomunismo y la libertad"; mientras que el vicepresidente Pablo Iglesias ha decidido bajar a la arena electoral para frenar "a la derecha criminal y corrupta". El presidente del Gobierno, por su parte, va a echar toda la carne en el asador para apoyar a Ángel Gabilondo, como si el candidato socialista fuera incapaz de obtener un digno resultado sin la ayuda del gran jefe... En fin, Ciudadanos ha decidido encargar a su mejor hombre, Edmundo Bal, la misión casi imposible de salvar al partido logrando superar la barrera del 5% de los votos, lo que le permitiría entrar en la Asamblea de Vallecas ¡Magra aspiración para un partido que no hace mucho pensaba ganarle la partida al PP!

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