Junqueras por lo visto tiene un estigma, un estigma como de santo con escoba llagado, y eso es algo que no se le puede dejar ahí, estigmatizándolo, torturándolo, abriéndole las carnes como con la cera caliente del Espíritu Santo o de la democracia. Dijo Ábalos que si dejáramos siempre ese estigma de preso en los presos, al menos los presos de "motivación política", no habrían sido posibles ni la Constitución ni Nelson Mandela. Parece que al considerar los presos de la dictadura o del apartheid Ábalos se ha quedado con lo de "presos" en vez de quedarse con "dictadura" o "apartheid". La comparación relevante no es la de Junqueras preso por "motivaciones políticas", porque de eso mismo tenían igual Mandela, Espartaco, Barrionuevo, Otegi, Nixon o Mussolini. La comparación relevante es la de España como dictadura o apartheid. Más relevante, aún, porque la hace un ministro del Gobierno que argumenta exactamente como esos indepes con aureola de San Martín de Porres.

Junqueras no es Mandela pero, sobre todo, España no es la Sudáfrica del apartheid. Se entiende que Junqueras se trabaje la gloria como un túnel de Alcatraz, a pequeñas cucharaditas de tierra. Estar en la cárcel por ladrón o por ambicioso no es lo mismo que estar en la cárcel por toda la humanidad, ahí haciéndote un Gólgota con migas de pan del rancho, limándote las costillas como los barrotes, cuidando pajarillos sobre tu dedo para que todo el mundo vea en ti a un pajarillo, y engordando las ojeras de mirar libros estoicos a la luz sebosa de la pura opresión. Uno entiende que Junqueras quiera ser Mandela y no El Vaquilla o Fujimori. Lo que no entiende es que Ábalos salga a hacer su argumentación (el Gobierno pone a argumentar a Ábalos porque debe de ser como su Savater), y de ello resulte que España queda como una dictadura y él como un ministro de esa dictadura, aunque sea un ministro apenas comentarista o sermoneador, igual que Matías Prats padre parecía ministro, o cura, o las dos cosas a la vez.

Darles la razón es casi peor que una hipotética independencia obtenida por asalto o por empellón, que no dejaría de ser un asalto y un empellón"

Ni esto es una dictadura ni Junqueras tiene más estigma que el moho y el fideo de la cárcel, que se quedan un tiempo en la boca y en el alma como el moho y el fideo de la mili o del hospital. A los indepes apenas les quedaba nada, salvo tener la razón, y el Gobierno, más que la libertad, el perdón, la luz o el presupuesto, les está dando la razón. Darles la razón es casi peor que una hipotética independencia obtenida por asalto o por empellón, que no dejaría de ser un asalto y un empellón. Darles la razón significa la inversión de todos los valores de la democracia y, aún más, abandonar a todos los ciudadanos de Cataluña a esa inversión antidemocrática. 

Junqueras no es Mandela, y no lo sería así Bono le montara conciertos giratorios o volantes (el Bono de U2, no el Bono de bonete socialista). Junqueras no es Mandela porque esto no es al apartheid ni una dictadura. Junqueras no es Mandela porque él es todo lo contrario a Mandela. Esta gente se cree que defiende derechos fundamentales, derechos humanos todavía no otorgados o ni siquiera descubiertos. Te dicen que también hubo un tiempo en que la esclavitud era legal y el voto femenino no, y que aún nos queda por descubrir esa maravilla definitiva del humanismo universal que debe de ser ver a los actuales estados deshaciéndose en naciones o nacioncillas recursivas, cristalográficas, fractales y casi microscópicas. El Gobierno, ya no en su ideología sino en su condición de Gobierno democrático, debería estar refutando y combatiendo esa idea perversa, pero sólo dice que les estamos estigmatizando por lo del pijama a rayas.

La verdad es que las comunidades del tamaño de aldeas o de sus dioses con cuernos son más antiguas que el sufragio universal y que la esclavitud, pero el argumento no es sólo la involución histórica, el volver a la tribu, volver al paraíso de la homogeneidad, o volver a las naciones románticas, todas bobas o criminales como el amor romántico. El argumento, primero, es que lo suyo no son derechos humanos porque ellos nunca se refieren al individuo, al ciudadano, sino a subgrupos arbitrarios o interesados. Y luego, que son derechos que una colectividad autoerigida se arroga por encima del resto de la ciudadanía, intentando incluso negarles la condición ciudadana.

Venía a decir Félix Ovejero (hablo de memoria), que si te encuentras en una sociedad en la que tienes todos los derechos y libertades como individuo, pero resulta que no te hacen caso, no puedes marcharte con tu grupito sentimental o racial o identitario, con la parte del Estado que crees que le corresponde. No pueden hacerlo los indepes ni los miopes ni los pelirrojos ni los católicos ni los del Real Madrid. También recordaba Ovejero que se menciona poco el lema completo de la Revolución Francesa, que era "unidad, indivisibilidad de la República, libertad, igualdad y fraternidad". O sea, el cuerpo soberano no se puede dividir arbitrariamente, tiene que haber una unidad fundamental, pero no es la nación romántica ni la sangre ni el dios ni la ideología ni la opinión ni la cultura, sino el contrato social, la ley, la república, la Constitución en nuestro caso. Si algo se decide, debe hacerlo todo el cuerpo soberano. Y sí, aquí tenemos todas las libertades y derechos, no queda ninguno que hayan descubierto los indepes, y España es una democracia de más calidad que Francia, Estados Unidos, y por supuesto la Bélgica donde pena el fantasma apeluchado de Waterloo.

El Gobierno podría darles el indulto a los indepes, pero nunca la razón. El Estado tiene la democracia y ellos sólo tienen la tribu y el chantaje, eso es lo que tendría que estar defendiendo el Gobierno. Diciendo lo contrario está permitiendo que la tribu triunfe sobre la democracia, no sólo en Cataluña sino donde vaya calando. No, los presos por el procés no son Mandela, España no es un franquismo de toreros y estancos, los racistas son los indepes, y Junqueras no tiene más estigmas que los que se pueda hacer él con punzón y mucho tiempo, como una marroquinería carcelaria de sangre y virutas. Pero el Gobierno ya piensa como los indepes y a sus mártires les pondrá, además de presupuesto, una aureola y una ermita.

Junqueras por lo visto tiene un estigma, un estigma como de santo con escoba llagado, y eso es algo que no se le puede dejar ahí, estigmatizándolo, torturándolo, abriéndole las carnes como con la cera caliente del Espíritu Santo o de la democracia. Dijo Ábalos que si dejáramos siempre ese estigma de preso en los presos, al menos los presos de "motivación política", no habrían sido posibles ni la Constitución ni Nelson Mandela. Parece que al considerar los presos de la dictadura o del apartheid Ábalos se ha quedado con lo de "presos" en vez de quedarse con "dictadura" o "apartheid". La comparación relevante no es la de Junqueras preso por "motivaciones políticas", porque de eso mismo tenían igual Mandela, Espartaco, Barrionuevo, Otegi, Nixon o Mussolini. La comparación relevante es la de España como dictadura o apartheid. Más relevante, aún, porque la hace un ministro del Gobierno que argumenta exactamente como esos indepes con aureola de San Martín de Porres.

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