“Mi objetivo era formar un equipo, formarlo independientemente de la edad de los jugadores y de los equipos a los que pertenecieran, y que los españoles se pudieran sentir orgullosos de ellos. Eso, lo hemos conseguido”. La frase, pronunciada por el seleccionador español minutos después de que “La Roja” cayera eliminada en la primera semifinal de la Eurocopa ante Italia, recoge en sí misma tantas lecciones de liderazgo que cuesta trabajo comenzar por alguna de ellas. Luis Enrique no es, ni mucho menos, el entrenador más simpático y empático de la historia del fútbol, sin embargo le reconozco capacidades en la gestión de equipo que han sido clave para que España llegara a la semifinal en la Eurocopa 2021.

Tal vez la principal sea esa idea de conjunto. Si quedaban aficionados que, hasta hace no demasiadas semanas, albergaban todavía dudas de que Luis Enrique iba a ser capaz de transformar el combinado nacional en una piña, de que iba a conseguirlo en un tiempo récord, y de que lograría además que todos los españoles vibraran y disfrutaran con su Selección Nacional, los hechos se han encargado de quitarles la razón.

No es ningún secreto que el carácter del seleccionador español, en ocasiones áspero ante la prensa y poco amigo en general de sonrisas innecesarias o florituras de cara a la galería, no es el mejor aliado para alguien que aspira a vivir del aplauso y la aprobación del público, que no solo se obtiene -aunque también- merced a los buenos resultados deportivos sino gracias al buen juego y al espectáculo, que en esto y no en otra cosa consiste un gran “circo” que mueve anualmente en todo el mundo miles de millones en derechos de televisión y “merchandising” gracias a las no menos millonarias audiencias que cosecha. 

Proyectar éxito y trabajar en equipo, “exprimiendo” lo mejor de cada uno

Si traigo hoy a este rincón semanal que dedico al liderazgo la figura de Luis Enrique es precisamente por esto; por ser ejemplo de un líder que, a pesar de hándicaps evidentes, como el que acabo de referir, reúne casi todas las cualidades necesarias para conducir a una organización o a un grupo humano a las cotas más altas. Este asturiano, ya universal, ha sido capaz de proyectar y demostrar una confianza plena en su equipo, un apoyo sin fisuras ante cada uno de los errores individuales que se han sucedido, consiguiendo que cada uno de ellos, sin dejar de servir al objetivo común, diera lo mejor de sí, y algo más destacable aún: que los éxitos se anoten en el “haber” del equipo y los fracasos en el “debe” del entrenador. 

Como si hubiera utilizado a tope la herramienta Clifton Strenghts, ha conseguido transformar el gran potencial de cada jugador en su mayor desempeño. Ser la mejor versión de uno mismo significa poner en práctica las fortalezas de cada uno en el trabajo, en el juego y en cualquier otro lugar.

A lo largo de estas semanas me ha parecido especialmente significativo el apoyo constante, por ejemplo, a Álvaro Morata, especialmente “castigado” por la afición en los primeros compases del torneo, o su emocionado orgullo al término del encuentro contra Italia por el extraordinario juego exhibido por “un niño”, como él mismo lo calificó, como Pedri, que dio más de cien pases a lo largo de los 120 minutos y erró únicamente en dos. Luis Enrique ha hecho gala desde el principio de una extrema generosidad hacia todos y cada uno de sus hombres: “Para formar un equipo necesitas de veinticuatro jugadores, también de los que no juegan”. Para todos ha tenido un recuerdo y una palabra amable. 

El culmen de estas lecciones de liderazgo, que el entrenador asturiano nos ha dejado, ha sido sin duda la de cómo guiar a un grupo humano en la gestión de la derrota. “Estoy cansado de ver en torneos de alevines llorar a los niños, y no sé por qué lloran: ¿se han caído? ¿se han hecho daño? 

En el deporte hay que saber ganar y perder. Es más, se aprende más perdiendo que ganando”. En el deporte y en la vida, me permitiría añadir. Poco más su puede decir. Me cuentan que, al finalizar el partido, Luis Enrique puso música a todo volumen en el vestuario español y animó a sus chicos con la energía que todos le conocemos. Aprender a gestionar con habilidad las derrotas es nuclear para cualquier persona, más aún para cualquier líder que, como responsable de un grupo humano debe ser capaz de transmitir esos valores de esfuerzo, ilusión, unidad, compañerismo y respeto. 

Francia ha sido, en opinión de la mayoría, el mejor equipo en cuanto a individualidades, pero se dejó llevar -y perdió su opción- por la tremenda lucha de egos que se vivió en su seno. Le faltó un líder, un aglutinador, un conductor… le falto un Luis Enrique. En el fútbol, en todos los deportes,  como en la vida, hay que disfrutarás de las victorias y celebrarlas, pero hay que aprender también de las derrotas. Hay que tener resistencia y resiliencia y aprender a levantarse. España jugó mejor que Italia pero perdió en los penalties, con Suiza, ganamos en la tanda de los penalties. Se gana y se pierde, a veces por matices, por una jugada. Lo importante es haberlo dado todo y haber explotado todo nuestro máximo potencial. Esta es la razón por la que Luis Enrique y sus jugadores pueden estar muy orgulloso de lo que han hecho en esta Eurocopa….¡que espero gane Italia!

La importancia de tener un rival a la altura

Una de las estrellas de la Juventus, Leonardo Bonucci, decía al término del partido: “España ha jugado muy bien y nosotros no hemos parado de sufrir. Tenemos (el combinado de Italia) un corazón inmenso y no hemos parado de creer…” Una bonita lección de liderazgo que era corroborada por el propio entrenador de la “Squadra Azzurra”, Roberto Mancini. 

Italia demostró, durante y después del partido, su señorío y elegancia. Alguien podrá pensar: “¡Claro, habían ganado!”, aunque bien sabemos que la historia está llena de líderes, equipos y organizaciones, que gestionan sus victorias aún peor que sus derrotas. Para mí, con el corazón dividido durante toda la noche del pasado martes 6 de julio, era maravilloso ver ganar a mi Italia del alma mientras mi querida España, demostrando un juego y unas condiciones insuperables, quedaba fuera de la competición; pero era aún más gratificante ser testigo de cómo mis compatriotas derrochaban clase y señorío, a la altura del gran rival que fue para ellos “La Roja” de Luis Enrique. No es de extrañar, y lo agradezco de manera entrañable, que al término del partido la bandeja de entrada de mi teléfono colapsara con mensajes de felicitación de todos mis amigos españoles que me decían que en la final su aliento estaría con Italia. ¡GRACIAS!... de corazón. Nunca los italianos hemos vencido, en un encuentro deportivo, con tanta pena y cariño por nuestro rival y nunca los españoles han perdido con tanto orgullo, altura y nobleza, como el pasado martes en el Estadio de Wembley.

El orgullo no tiene tanto que ver con la victoria como con el trabajo bien hecho

España (disculpen el juego de palabras) se ha ido de este campeonato siendo mejor, en el último partido que ha disputado, que el mejor de los equipos hasta esa fecha, Italia. ¿Ha servido esto de algo a efectos prácticos? Evidentemente no, porque Italia está en la final y España ha quedado apeada de la competición. ¿Ha valido de algo esto? Por supuesto que sí. Ha valido, y mucho, para demostrar hasta que punto el trabajo de un líder puede ser capaz de inyectar ambición, personalidad y recursos al grupo, hasta conducirle al éxito. Luis Enrique ha encumbrado a “La Roja”, tal vez porque era el único -jugadores incluidos- que creía en sus posibilidades reales y sólo de esta forma puede proyectarse el éxito necesario para la victoria. Solo alguien como él, que ha superado un durísimo y terrible momento personal y ha vuelto, con todo el coraje y toda la fuerza, puede valorar lo que digo en toda su intensidad. Con ser esto un éxito tremendo, el técnico asturiano ha conseguido algo más; granjearse el respeto y el reconocimiento de todo un país hacia estos 24 corazones españoles y hacia él mismo y su propio trabajo. ¡Enhorabuena!

“Mi objetivo era formar un equipo, formarlo independientemente de la edad de los jugadores y de los equipos a los que pertenecieran, y que los españoles se pudieran sentir orgullosos de ellos. Eso, lo hemos conseguido”. La frase, pronunciada por el seleccionador español minutos después de que “La Roja” cayera eliminada en la primera semifinal de la Eurocopa ante Italia, recoge en sí misma tantas lecciones de liderazgo que cuesta trabajo comenzar por alguna de ellas. Luis Enrique no es, ni mucho menos, el entrenador más simpático y empático de la historia del fútbol, sin embargo le reconozco capacidades en la gestión de equipo que han sido clave para que España llegara a la semifinal en la Eurocopa 2021.

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