Al obispo Xavier Novell, obispazo joven y de falda de vuelo, monseñor consagrado a sus ángeles capados de espada flamígera, 'indepe' como carolingio y aspador de homosexuales y malcasados, se lo ha llevado el propio Diablo pinchado en el rabo, como una salchichita irónica. El mismo Diablo se ha tenido que disfrazar de Diablo de carnaval o de porno para estar a la altura de semejante príncipe de la ortodoxia. O sea, que el Diablo se ha manifestado en forma de fantasía de vampiresa, todo placer, blasfemia y sometimiento, y le ha hecho amancebarse con una pecadora divorciada que escribe novelas erótico-satánicas, sádico-apóstatas y lívido-chorreantes.

Sí, ese Diablo de mazmorra y seda que vive entre los muslos y tras las cerraduras, que vive en la mujer desde el Génesis y vive en el pernil del hombre desde siempre, como un tejón, se ha llevado al obispo, lo ha raptado con la sotana puesta, como con el salto de cama de su teología confusa o confundida entre el castigo y el deseo. No soy yo quien dice que se lo ha llevado el Diablo vestido de enfermera de noche o de dominatrix gatuna, sino que lo dice el propio obispado de Solsona.

El Diablo siempre se te mete por la picha o por el escote, así como una bicha que se mete por el ojo vaciado de una calavera"

El obispado asegura que a su exobispo lo ha poseído el Diablo, que lo suyo no es amor ni vicio sino un caso de "infestación", porque el Diablo es al fin y al cabo como el coronavirus o como una ladilla. Por lo visto lo normal era ser un señor obispo homófobo y tridentino, encamisonado de todos los encajitos del infierno y sus crueldades, y partidario de esa patria catalana de árboles de sangre y cruces en llamas. Ha sido encontrarse el señor obispo con una señora que sabe darle caña y ya han tenido que meter al Diablo o no se lo explican.

El Diablo siempre se te mete por la picha o por el escote, así como una bicha que se mete por el ojo vaciado de una calavera. El antagonista de Dios no tiene otra cosa con la que apartarnos del bien que la jodienda, que no hace mal a nadie que uno sepa, sino al contrario. Resulta que el Diablo no es el que está ahí intentando que la gente linche al gay o al sucio de sangre, sino haciendo que te encoñes de una fantasía de cueros mordidos y de cuerpos dados la vuelta como crucifijos dados la vuelta. Resulta que el que está ahí animando a quemar herejes o peperos, pecadores o españolazos, puede ser Dios, ese Dios de los ejércitos y de los globos crucíferos, ese Dios de las montañas sagradas y los linajes sagrados y las alcobas sagradas y las maldiciones sagradas que abarcan siete generaciones, pocas en realidad para las generaciones de presidentes de la Generalitat, que creo que llegan hasta Noé. El que te lleva a la cama con una señora que parece la reina del queroseno que cantaba Miguel Ríos, ése es el malo de la película y te lo tienen que sacar del cuerpo a hisopazos.

Ya decían los primitivos cristianos gnósticos que el Jehová de la Biblia era en realidad el Diablo, pero duraron poco, claro. La verdad es que estos obispazos coléricos parecen complacerse bastante más en el mal, la crueldad, la esclavitud y el sufrimiento que en el bien, la compasión, la libertad y la alegría. Esto a lo mejor ya es ser un poco satánico o luciferino, que yo diría que no es más que Nietzsche intuido mucho antes con mitología y tradición. O sea, que a lo mejor es verdad que al obispo se lo ha llevado el Diablo, pero para bien, para enseñarle que vivía en un mundo moral y social pervertido, con todos los valores de lo bueno y lo humano invertidos. Lo que no sé es si hay un equivalente a una escritora poético-caliente o lúcido-fantasiosa que le enseñe al nacionalismo esto mismo, que pierde el tiempo en crueldades insatisfactorias cuando está ahí la vida grata, gozosa, justa y hasta sencilla.

El nacionalismo es, precisamente, este tipo de enfermedad: una pulsión íntima que no puede canalizarse en fantasía"

Xavier Novell, obispazo joven y ambiguo como un apóstol joven, como el delicado Juan; Novell, príncipe de la Iglesia caído de la cama en santos pololos, como una Sissi de los obispos; caído de la cama un poco como del caballo de Saulo de Tarso, yo creo en fin que ha experimentado una verdadera conversión y que ha encontrado su ser. Él pedía a hisopazos de saliva castigo para el pecador y para el traidor, pero sólo estaba suplicando que le dieran lo suyo. Esto parece una fantasía de sometimiento, cosa que también ocurre en los nacionalismos y en los totalitarismos (Erich Fromm hablaría de miedo a la libertad), pero cualquier sexólogo o psiquiatra diría que el masoquista es el que tiene el control, siempre, de su dolor y de su fantasía. El que no sabe distinguir la fantasía de lo real, el que no puede escapar de sus pulsiones a través de la fantasía inofensiva, ése es el que diría el psiquiatra que es el enfermo. El nacionalismo es, precisamente, este tipo de enfermedad: una pulsión íntima que no puede canalizarse en fantasía, sino que necesita hacerse real sin importar el sufrimiento y la injusticia que produzcan.

Le da a uno por pensar que si un obispo puritano, reprimido y cruel ha visto la luz en la cama, entre plumas o entre lavativas, quizá también él u otros como él terminen por ver la luz en la democracia. Aunque seguramente la ortodoxia nacionalista, sus obispados con altas cajoneras de castigos, pecados y fantasías, como cajoneras de lencería, les aplicarían el exorcismo o la extremaunción antes que permitir que los rapten vampiresas liberales o súcubos constitucionalistas.

Al obispo Xavier Novell, obispazo joven y de falda de vuelo, monseñor consagrado a sus ángeles capados de espada flamígera, 'indepe' como carolingio y aspador de homosexuales y malcasados, se lo ha llevado el propio Diablo pinchado en el rabo, como una salchichita irónica. El mismo Diablo se ha tenido que disfrazar de Diablo de carnaval o de porno para estar a la altura de semejante príncipe de la ortodoxia. O sea, que el Diablo se ha manifestado en forma de fantasía de vampiresa, todo placer, blasfemia y sometimiento, y le ha hecho amancebarse con una pecadora divorciada que escribe novelas erótico-satánicas, sádico-apóstatas y lívido-chorreantes.

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