Ya no nos hará falta la electricidad, porque nos alumbrará la lámpara verde de la hoja de la maría y flotaremos en su humo como en una alfombra mágica oriental. Ya no nos hará falta gasolina, porque todo funcionará a pedales y además van a quitar los puticlubs, o sea que el heteropatriarcado ya no va a saber adónde ir. Se llevarán los puticlubs con su cosa de barco casino y los puteros babosos y los feos tristes los verán pasar en su despedida como el trasatlántico de Amarcord, arrastrando su noche de estrellas de pezón. Yo no sé si las putas viejas y santas llorarán por esto con su lágrima de orzuelo, o lo celebrarán. Pero ellas, y los quintos maternalmente desvirgados, y los sin novia, y los concejales de feria de turismo, y Villarejo, todos podrán al menos fumarse un canuto con el sello ducal del estanco. Sin coche, con tele a monedas, con la colada para la madre, con un peta de centinela, con porno de los 80 como teleprogramas viejos, yo creo que esta España de progreso va a parecer la puta mili.

Putas y cannabis, en eso anda este Gobierno, que parece una canción de SkaP. Legalizar el cannabis, ilegalizar la prostitución, los veo ahí entre punkis y beatas, que es un equilibrio muy difícil. Pero más difícil es arreglar esta crisis energética sólo con los molinillos de viento y los logos de girasol que se han subvencionado aquí para hacer bonito, que las eléctricas parecen todas ahora marcas de margarina. La tragaperras del contador de la luz no se para por más que las niñas de los anuncios soplen su molinillo de moña y Sánchez diga que se nos va a quedar el recibo de 2018, como cuando tú te dices que te va a caber el traje de tu boda, que de repente parece el traje imposible de Fred Astaire o de Pepito Grillo. Pero el Gobierno sí puede facilitarnos el porrito, que pega con el frío de garita de nuestra casa y con la risa floja pero olvidadiza en la que se quedará el presidente desmintiéndose a sí mismo. Unas risas, oye, al menos.

La tragaperras del contador de la luz no se para por más que Sánchez diga que se nos va a quedar el recibo de 2018

Putas y cannabis, en eso anda este Gobierno, con una agenda como de ruso chungo. En medio de todo este frío, también el frío de las putas, el frío de las putas de polígono, de frío resfriado de culo y fría meada de gata perdida; el frío de las putas de tanga caribeño donde no hay ningún Caribe; el frío plasticoso de las camas de puticlub, donde albañiles o políticos recién follados parecen sólo niños recién cagados; el frío del miedo, el frío del chulo con su piel fría de chaleco de cocodrilo y navaja fría de sangre hurtada… A lo mejor no consiste en quitar a las putas, putas tristes o habladoras, lánguidas o folclóricas, caras o baratas, putas por las que he visto a gente salvarse como sobre el último madero de la noche. A lo mejor hay que quitar sólo ese frío, porque la puta sin frío, sin miedo, ya sería como el violinista de la calle sin frío, sólo violinista, ni mendigo ni víctima.

Yo creo que el Gobierno está en el vicio, en el negocio del vicio, o sea quitando unos vicios y poniendo otros, cambiando el vicio de cura vicioso por el vicio del nini, que no es vicio sino contemplación de la izquierda desde los escalones del bloque. Es ésta una contemplación casi religiosa, porque el porro, con esa cosa de capirote gordo o hebra gorda de cogulla, tiene algo de santo, de incienso de clase, a la vez amodorrante e iluminador. El yupi, que ya ni sé si se dice eso, tiene su coca como una brillantina de la picha; el patrono tiene su coñac como si viajara en su barco de botella, pero el nini y el currito tienen su litrona y su porro, que le sirven para ver más abombada esa distancia entre la acera y el capitalismo. No es tanto una cuestión cultural, eso de la droga exótica contra la droga bíblica y sacramental, sino de clase. Ahora que se dice que no hay clases y hasta en Vallecas gana Ayuso, te sacas la marihuana y ahí la tienes otra vez.

El negocio del pecado suele ser indistinguible del negocio de la salvación y yo creo que justo en eso está el Gobierno. La luz ya no es un lujo, es un pecado. Como las putas. El Gobierno podría ocuparse de muchas cosas, pero ha decidido ocuparse de salvar nuestra alma consumista e idólatra, que se engancha a Netflix y adora el megavatio como si adorara a un Transformer.

Para salvarnos del pecado de la luz crean la virtud de la responsabilidad y la sobriedad, que pronto se convierte en negocio de votos responsables y sobrios. Para que la sobriedad tampoco nos seque la alegría, nos permiten el porro, que además crea conciencia quinqui y también se convierte en negocio de votos. Yo creo que ni siquiera quieren salvar a las putas, sólo llevarlas a su misa ideológica, igual que se pasaba a los pobres por la misa si querían recibir sopa de monja. A la puta seguro que no le van a preguntar si quiere o no ser puta, porque si a los pecadores se les permite no ser salvados se acaba el negocio de la salvación.

Nada ha conseguido acabar con las putas ni con los putos. No lo han conseguido ni los curas ni los revolucionarios, ni la miseria ni el lujo. Ha habido putas y putos en los tronos y en los Evangelios, no sólo están en los polígonos con minifalda por el chocho y el tacón mellado, ni en puticlubs con decorado de tómbola, haciendo allí, con ojeras de toda la vida, de falsa Natacha o falsa sierva de Tarzán. Tampoco ha conseguido nadie acabar con la droga, que igual te pone en contacto con los dioses con cabeza de oso que te permite reírte de ellos y del jefe.

Nadie, en fin, ha conseguido acabar con el pecado. Lo más que se puede hacer es negocio con él y con la otra industria emparejada, la salvación. Fumaremos o no, putañearemos o no, veremos o no veremos lo del calamar, conduciremos o no el coche de los Picapiedra, nos calentaremos quemando nuestros propios versos como en La bohème, o quizá con Los vigilantes de la playa… En cualquier caso, hay negocio, sucio o santo. Yo creo que es lo que ha visto este Gobierno, en el que cualquier día un ministro se llamará Dimitri o sor Virtudes.

El 19 de octubre de 2020, un conductor que quisiera llenar el depósito de su coche en España pagaría a […]