El ministro Bolaños también ha caído en la trampa de la vaca, de los animales, en la que caen casi todos los políticos, o sea la foto o la metáfora con animal, calostrosa y algo infecciosa siempre. Bolaños aparecía en la tele, en Ponferrada, con un cristal de las gafas empañado por la mascarilla, y era como un empollón con ojo vago en el recreo o en la nieve. Como un empollón entre vacas, vamos. El ministro, claro, con esas ganas de encajar del empollón, sentía la necesidad de hacer algo con aquello, con la polémica, con la actualidad, con esas boñigas al sol que le daba el día como para que construyera chozas. Y le salió eso de que prefería que hablaran las vacas en vez del PP. Yo pensé que Bolaños preferiría tener vacas en vez de tener una oposición con el mismo anhelo con el que el empollón preferiría tener novia a tener sobresalientes.

Animalizar al adversario, meterlo en el corral de esas comparaciones samaniegas, ponerle orejas de burro o ponerle de profesor a un burro, o lo hace Quevedo o siempre es miserable. Si se fijan, nuestros más rabiosos insultos suelen ser animales: cabrón, cerdo, zorra, rata, perro / perra, gallina, buitre, gusano, burro, el genérico “animal” sin ir más lejos. No es ya la analogía, sino que deshumanizar al otro hace más brutal su culpa y más fácil su castigo. No vamos a recordar ahora la cantidad de veces que en la historia se ha animalizado y deshumanizado al enemigo, por no caer en otras comparaciones ominosas. Pero si enfrente tienes una rata o un mono en vez de un ser humano, un cerdo en vez de un varón, una zorra en vez de una mujer, o una vacada en vez de oposición, todo se vuelve más sencillo. Miserable, ya digo, pero más sencillo.

Ya decíamos el otro día que el sanchismo pretende expulsar a la derecha no sólo de la democracia, sino de la ciencia, con eso del “negacionismo político”, y ahora parece también que quiere expulsarla de la raza humana. Las vacas, pacientes y apacentadas, mugientes y mecientes, buenas y bobas, son mejores que el PP, hablarían con más propiedad, sentido y razón que el PP. Las vacas tendrían más derecho a hablar que el PP, porque están por encima del PP de una manera taxonómica, científica, como la vaca sobre la mosca. Pero las vacas no hablan, así que el PP, simplemente con hablar, ya se está excediendo de una manera antinatural y repulsiva, ya nos está provocando estupor, asco y miedo, como el que nos daría un gran moscón hablando. Ésa va siendo la intención de la comparación.

Las vacas, pacientes y apacentadas, mugientes y mecientes, buenas y bobas, son mejores que el PP, hablarían con más propiedad, sentido y razón que el PP

Bolaños, con su ojo vago de vaho como vago de realidad, con su ropa de campo del que no va al campo, y que queda siempre como de cowboy de circo, venía a decir que el PP está por debajo de la vaca y que, supongo, cuando habla es algo así como percibir un inframugido, algo que como mucho estaría entre risa de hiena y chillido de murciélago quizá. O “una pelea de perros”, que es lo que dice mi padre para casi toda la música. La animalidad del PP contrasta además, más que nunca, con el arcangelismo de Sánchez, ser de luz con alas como arpas de cristal, mucho más que humano. Por eso Bolaños también insistió en el mismo acto en lo del “negacionismo”, eso de que negar a Sánchez está al nivel de las negaciones de san Pedro. Sí, hay cosas que no se pueden negar, por ejemplo lo guapo que es Sánchez, lo bien que gobierna, lo bien que está el país y lo bien que está repartiendo el dinero europeo. Ahora lo ve uno todo bastante lógico y concatenado, porque la única oposición posible para Sánchez sería una oposición de vacas.

Bolaños, ministro portaestandarte obligado a hacer la campaña castellanoleonesa, incómodo o incongruente en el campo como un azafato de líneas aéreas, ha caído en el animalismo político, que tiene la vertiente del insulto deshumanizante como tiene la vertiente de la foto de portalito. Parece que hay una tentación atávica ahí, siempre, en el animal de granja como en la moza de granja. Los del PP no han podido evitar fotografiarse con paisaje de vacas detrás, con gran pose carpetovetónica y bragada de Fraga o de Cela, y también Casado ha sacado al buey en procesión sagrada. Sí, Casado (o el que le escribe los discursos, el genio de la orquesta sin solistas y tal) ha dicho que en el PSOE “creen que un buey es un holograma de Juego de Tronos”. La comparación es confusa, pero había que sacar el animalito, como lo ha tenido que sacar Bolaños de sus láminas de vacas.

Con animalitos se han retratado todos, recuerden a Albert Rivera y su cachorrito que aún olía a leche (el que olía a leche era Rivera, que creo que dijo Arcadi Espada o al menos me pega que lo dijera). O el primer vídeo de Sánchez con footing y perrito, como un ligón americano y sospechoso de Central Park. Lo de los animalitos creen que les humaniza, pero siempre queda, ya digo, sospechoso, entre mentiroso y estrangulador. No aprenden los políticos, que siguen usando el animalito como fondo de fotógrafo de feria. Eso sí, el PSOE va más allá y usa los animales como escala humana o infrahumana de su política. La oposición deberían ser vacas, y seguramente los votantes también.

El ministro Bolaños también ha caído en la trampa de la vaca, de los animales, en la que caen casi todos los políticos, o sea la foto o la metáfora con animal, calostrosa y algo infecciosa siempre. Bolaños aparecía en la tele, en Ponferrada, con un cristal de las gafas empañado por la mascarilla, y era como un empollón con ojo vago en el recreo o en la nieve. Como un empollón entre vacas, vamos. El ministro, claro, con esas ganas de encajar del empollón, sentía la necesidad de hacer algo con aquello, con la polémica, con la actualidad, con esas boñigas al sol que le daba el día como para que construyera chozas. Y le salió eso de que prefería que hablaran las vacas en vez del PP. Yo pensé que Bolaños preferiría tener vacas en vez de tener una oposición con el mismo anhelo con el que el empollón preferiría tener novia a tener sobresalientes.

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