Yolanda Díaz apenas apareció por la campaña de Castilla y León, que quizá podría haber empezado su “proceso de escucha” por esas vacas que también viven en un dulce escuchar y mirar, un poco como la propia vicepresidenta. Hay quien pretende culpar a Díaz de los malos resultados de Podemos, pero eso implica muchas equivocaciones sobre ella, como que sea de Podemos o que haga política. Las cosas chulísimas no se cuentan en votos, la esperanza no cabe en un partido y la gente es una sustancia platónica que la sostiene a ella, no un señor de Medina del Campo con sus problemas como góticos, al que no se puede ir a atender mucho tiempo sin desatender por ello a toda la humanidad. Allí se quedó, pues, el candidato de Podemos, que desde el principio era un candidato como a viacrucis, mientras Yolanda Díaz se levanta con el gallo para empezar a oír la esperanza del mundo como una tetera y luego asistir a entrevistas luciendo un casual pero exacto blanco de balance de blancos.

El personal está despistado, todavía busca a Podemos en Podemos y todavía busca a Yolanda Díaz en este mundo. Podemos ya no sabemos qué es, aparte del exvoto de la coleta de Iglesias colgado por ahí, en las tertulias o en los periódicos, como un rabo de toro en un bar de banderillas. De Podemos sólo queda su fantasma escocés, o sea un traslúcido Iglesias en camisón y gorro de dormir en la radio, un par de ministerios chaise longe, unos carguitos intermedios que parecen ya sólo colilleros del partido, unos afiliados que se han quedado como con la manta en la mano para el asalto bandolero a los cielos, y ya, claro, Díaz. Yolanda Díaz es como una pastorcita de Lladró que han puesto ahí, en sus salones vacíos, para que todavía parezca que Podemos tiene algo, un hogar, una herencia. Iglesias aún la menciona como se mencionan el arpa o el piano de la casa noble que nadie toca o que no hay, pero yo no veo a Díaz ahí.

El personal está despistado, todavía busca a Podemos en Podemos y todavía busca a Yolanda Díaz en este mundo

Yolanda Díaz no va a aceptar como herencia una casa podrida ni una trenza de vieja, que es lo que parece ahora Podemos. En realidad, para que nazca la Yolanda Díaz candidata tiene que morir Podemos, que es como su crisálida puposa. En esta fase de metamorfosis, en la que Díaz parece que todavía se está tejiendo unas alas de calcetín, claro que no puede afanarse en una campaña. Y no porque sea una campaña perdedora, con ese candidato con el estigma del sacrificio, con cara de Juan el Bautista en la bandeja; ni porque sea una campaña más o menos de segunda, con su España vaciada llenándolo todo y los colegios electorales montados en el colmado del pueblo. No sólo es que se tenga que ir alejando del Podemos perdedor, ni del electorado refractario o pequeño, sino que se tiene que ir alejando de la propia política.

Podemos seguía siendo política, una política física como ese humor que llaman físico, o sea ese populismo rapero de Iglesias en plazas de un obrerismo torero; o una política con dioptrías intelectuales / intelectualoides, como ese Monedero que iba con librito de Gramsci como una escolar de antes iba con Mujercitas. Yolanda Díaz es, o quiere ser, algo completamente diferente. A ella no le oímos más referencias ideológicas que las meramente sentimentales, eso del comunismo heredado del padre como un relojito, o del hogar con olor proustiano a talega de pan con sudor de la frente, y tal. Ni Gramsci, ni Laclau, ni Marx, ni siquiera Trotski; nada con pelusa de barba y de biblioteca le he oído, y creo que no lo oiré. Hasta cuando habla de feminismo es un feminismo de mujeres queriéndose y rozándose cercana y afectivamente, no de literatura de estudios de género, con su academicismo de taxonomía insectoide.

Para que Yolanda Díaz triunfe no sólo tiene que fracasar Podemos, tiene que fracasar la política. Por eso dice que “no tiene partido” o que “hay que dejar la política al margen”. Por eso no se acerca a las campañas, que a ella deben de parecerle sucias corridas de toros. Sólo se acerca a lo que pueda identificarse fácilmente como “cosas de comer”, cosas de comer que ella facilita o acuchara directamente, como una dama de sopa de pobre. Claro que no puede implicarse en una campaña de Podemos, hasta Podemos debe fracasar en la política para que sólo quede esa otra cosa de la súplica directa y la providencia directa que ella quiere instaurar bajo sus alas de manopla. El populismo de Podemos es demasiado tímido y la antipolítica de Podemos es demasiado convencional para el populismo y la antipolítica que tiene planeados Yolanda Díaz, o sea ser una especie de Evita amorfa o customizable.

Será un populismo pasivo u ocultista, donde ella no será líder sino sólo una bocina o una médium

No es que el proyecto de Yolanda Díaz se acelere ahora, es que había que esperar hasta ver a Podemos muerto en Castilla y León, con su sombra de calavera de vaca, para que tuviera sentido y fuerza. Bueno, es un proyecto que se supone que no existe, porque ella “no es un proyecto”, ni quiere ser candidata, ni quiere ser nada, aunque se peine y se promocione cada mañana para eso... El proyecto inexistente es en realidad la mejor definición de lo suyo, porque Díaz no sabe qué hacer, no tiene ideas sobre el mundo, no tiene marcos teóricos, no tiene soluciones, sólo va a “escuchar” a la gente. Pero la gente siempre pide lo mismo: todo. Por eso la política no es simplemente dar, sino elegir. Por eso hace falta política, ideas, ideología, no basta con una cinta magnetofónica o una cacatúa repitiendo lo que dice el vecindario.

Yolanda Díaz empieza su luminoso lanzamiento, como estaba planeado, desde los restos quitinosos del partido morado. Nunca pensó en inventar otra vez a Podemos ni a IU, claro, para acabar otra vez en esa melancolía de heavy viejo de los viejos comunistas. Lo suyo será nuevo, radical y acojonante. Será un populismo pasivo u ocultista, donde ella no será una líder sino sólo una bocina o una médium. Ya no hará campañas, sino ouija y playback. Ya no habrá política, sino ebanistería de elfo de Mamá Noel. Dentro de poco, Iglesias nos va a parecer Suárez.

Yolanda Díaz apenas apareció por la campaña de Castilla y León, que quizá podría haber empezado su “proceso de escucha” por esas vacas que también viven en un dulce escuchar y mirar, un poco como la propia vicepresidenta. Hay quien pretende culpar a Díaz de los malos resultados de Podemos, pero eso implica muchas equivocaciones sobre ella, como que sea de Podemos o que haga política. Las cosas chulísimas no se cuentan en votos, la esperanza no cabe en un partido y la gente es una sustancia platónica que la sostiene a ella, no un señor de Medina del Campo con sus problemas como góticos, al que no se puede ir a atender mucho tiempo sin desatender por ello a toda la humanidad. Allí se quedó, pues, el candidato de Podemos, que desde el principio era un candidato como a viacrucis, mientras Yolanda Díaz se levanta con el gallo para empezar a oír la esperanza del mundo como una tetera y luego asistir a entrevistas luciendo un casual pero exacto blanco de balance de blancos.

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