Europa reacciona o se despereza contra Putin tocándose los bolsillos, aún parece que nos buscamos el tabaco mientras el trampero ruso, borracho de póker (el juego emborracha más que el vodka), estará pensando que podría llegar a Helsinki con el mismo farol de sargento de cantina. Las sanciones se hacen esperar y se escalonan porque preocupan el negocio del gas y el que dejan los ricos rusos chungos, que les compran mucho Gucci y mucho diamante con forma de lágrima a sus lánguidas Natachas enjauladas en jacuzzis o iglús. Draghi presionó para excluir a las firmas de lujo italianas del paquete de sanciones y Borrell se sentía satisfecho de haber expulsado a Rusia de Eurovisión y de la Champions, como si la expulsaran del bar con cuponero, tranca y tragaperras de la esquina. Aquí quizá estamos pensando en el turismo y en la exportación de marisco, y por eso sólo hemos mandado a Ucrania mantas, paracetamol y no sé si parchises, como si en vez de guerra allí sólo tuvieran paperas.
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