El feminismo reglamentario se va a llevar la milmillonada del año de la guerra, 20.319 millones que anunció Irene Montero justo antes de que el 8M hiciera por las calles como su Ganges femenino, entre el ritual, la montonera y el harapo. Quizá el próximo 8M puedan hacer la manifestación en góndola o en carroza de Cleopatra, como un rico coro de ópera y no como una errante casta sufriente (la ortodoxia feminista ve a las mujeres más como una sagrada casta desgraciada que como ciudadanas).

Ni la sanidad, ni la educación, ni la investigación, ni la energía, ni los trenes, ni el arca que alguno estará pensando que habría que construir para salvarse de ese Vladimir Putin vestido de cazador de patos atómico... Nada de esto, sino la igualdad, una igualdad comprada al peso como una partida de melones, en esto se va a centrar nuestra mayor inversión estratégica cuando estamos marcando los apocalipsis en el calendario como si fueran menstruos.

Acaba de llover maná sobre ese éxodo de la mujer hacia sí misma que dirigen desde hace un tiempo sacerdotisas de la venganza y de la fragilidad como sacerdotisas del loto. 20.319 millones son el doble del presupuesto de Defensa, cuatro veces el del Ministerio de Sanidad y más o menos el PIB de Honduras, así que lo de Irene Montero, que ya parecía un bungalow ministerial, es ahora todo un paisito tropical.

Reparar toda la injusticia de la historia con la mujer parece que cuesta lo que una isla de Julio Iglesias

Claro que esos 20.319 millones son hasta 2025, así que nos quedamos en un solo Ministerio de Sanidad al año y sólo un cuarto de paraíso con sombrillitas. Si lo miran bien, es poco dinero para un paraíso, o para un cuarto de paraíso como un cuarto de Jamaica. Reparar toda la injusticia de la historia con la mujer parece que cuesta, más o menos, lo que una isla de Julio Iglesias o algo así, así que no exageremos. Y, aunque no se repare del todo, ese mero símbolo de dedicarle más dinero a la problemática femenina que a la propia supervivencia del país habrá merecido la pena.

Yo creo que esta iniciativa, esta inversión o este alarde con dinero ajeno, justo cuando a Podemos le quedan poco más que los alardes con dinero ajeno, pierde mucho si lo miramos en eso, en dinero. Yo creo que Irene Montero piensa en 20.319 millones de besos lilas como besos de mariposa, 20.319 millones de corazones hechos con las manos como abrazos de sombra chinesca, 20.319 millones de alas de la paz como de compresas aladas, 20.319 millones de sonrisas empoderadas como sonrisas con ortodoncia vaginal, 20.319 millones de “suelos pegajosos” bien fregoteados como piscinas limpiadas por limpiapiscinas (por devolver un poco de cosificación al macho), 20.319 millones de techos de cristal rotos como gafas feas de secretaria, o 20.319 millones de amigos y amigas en chiringuitos de festiva amistad y sororidad.

El dinero es una imposición patriarcal y seguro que Irene Montero no ha caído en esa vulgaridad de meter dinero a la mujer así como un tío lo metería en un tanga. Montero probablemente no quiere dinero para ella, ni para sus colegas, ni para resucitar el partido, y en realidad tampoco para las mujeres, que son seres de luz que tienen otras prioridades. Yo creo que ella sabe que el patriarcado sólo entiende las cosas con dinero, traducidas a dinero, como esos abuelos que traducían a reales o a fanegas. Ahora saben los machos que su opresión vale el PIB de Honduras, ese paraíso de las aguas, o de Extremadura, ese paraíso de la chicha, y de repente son conscientes de su peso, como la calderilla de las tragaperras y las tabernas.

Montero se ha dado cuenta de que dejar al patriarcado sin dinero para jugar con trenecitos es más útil que lo puede hacer de verdad ese dinero por las mujeres

Irene Montero se ha dado cuenta de que dejar al patriarcado sin dinero para jugar con trenecitos, con estetoscopios, con pistolitas y con enchufes seguramente es más útil que lo que puede hacer de verdad ese dinero por las mujeres. Irene Montero ha castrado por fin al patriarcado y por eso duelen tanto estos millones, como un cojón por millón.

El feminismo reglamentario se va a llevar la milmillonada de la década, que lo mismo se nos acaba el mundo y se queda la injusticia histórica sin reparar y las estaciones de tren sin renombrar. La mujer sufre siempre más que el hombre, no sólo en la guerra sino en la oficina y en la vida. Sufren todavía más porque el hombre tiene siempre otras prioridades, como se ve en la reacción de los machirulos ante este comedido presupuesto para “impulsar políticas feministas de forma transversal”, que el macho traducirá como políticas de meterla doblada o así. El macho tiene feas necesidades y feas prioridades, el dinero, el derecho, seguir caliente o seguir vivo, y no tiene en cuenta las necesidades del feminismo reglamentario, que son tantas que cuando sale a la calle parece hacer pordioserismo de la ciudadanía.

Pero no son necesidades de las mujeres, sino de Podemos y de Sánchez, que todavía piensan salir en góndola feminista, en barcaza de Cleopatra o en isla con remos después de todas las crisis del dinero y la democracia y de todas las guerras de las bombas y los sexos.

El feminismo reglamentario se va a llevar la milmillonada del año de la guerra, 20.319 millones que anunció Irene Montero justo antes de que el 8M hiciera por las calles como su Ganges femenino, entre el ritual, la montonera y el harapo. Quizá el próximo 8M puedan hacer la manifestación en góndola o en carroza de Cleopatra, como un rico coro de ópera y no como una errante casta sufriente (la ortodoxia feminista ve a las mujeres más como una sagrada casta desgraciada que como ciudadanas).

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