A pesar de los grandes avances que Iberoamérica ha conseguido en los últimos años en igualdad de género, condicionantes de todo tipo, desde atavismos sociales a insuficiencia de impulso normativo, hacen que las mujeres continúen sufriendo discriminación a la hora de acceder al mercado laboral y a la hora de ejercer su actividad y carrera profesional.

La brecha salarial sigue siendo una carga muy pesada y absolutamente injusta que dificulta, cuando no impide, a las mujeres su desarrollo personal y profesional en condiciones de equidad con los varones. Una brecha salarial que supera el 23% en Latinoamérica, mientras que en España las mujeres cobran de media un 21,9% menos que los hombres al año. Incluso siendo el empoderamiento económico de las mujeres uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, aún el 59% de los países de la región no cuenta con las leyes necesarias para proteger y garantizar la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

En términos globales, en Latinoamérica, la tasa de participación laboral de las mujeres sigue estancada en torno al 50%, mientras que la de los hombres es del 74,4%: es decir, la mitad de las mujeres no tiene vínculo con el mercado laboral. Y aunque el número de mujeres sin ingresos propios se ha reducido, cerca de una tercera parte en la región carece de ingresos propios y depende totalmente de otros para su subsistencia (frente al 11,7% de los hombres), a lo que se suma al hecho de que están sobrerrepresentadas en la población en situación de pobreza. Mayoritariamente trabajan en la economía informal en la región y sin ningún tipo de protección. Y el 90% del trabajo doméstico no remunerado es aún ejecutado por ellas.

Rasgo estructural

Además, las mujeres, para las que persisten condiciones desfavorables en acceso al crédito, están subrepresentadas en campos como ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, lo que limita sus posibilidades de una mejor inserción económica en un mundo que ha entrado de lleno en la digitalización económica. Menos del 30% de los estudiantes vinculados a trasformación digital en Latam son mujeres, aunque pronto este ámbito generará casi el 75% de los empleos.

En Latam, las mujeres, unos de los colectivos más vulnerables en el mundo laboral, se han llevado la peor parte en la destrucción de empleo causada por la pandemia. Con la crisis, la participación femenina bajó en 2020 al 46,9%, lo que representó un retroceso a los niveles de 2002, según Cepal y OIT. Dos entes que destacan que las mujeres presentan una reinserción laboral más lenta y afrontan más dificultades para hallar trabajo que los hombres; y que llaman a adoptar medidas urgentes para apoyar el reingreso laboral femenino en la región. Todo ello muestra que, por desgracia, las desigualdades de género continúan siendo un rasgo estructural en Latam que es necesario eliminar. . Y una cuestión que nos preocupa, y mucho, en el Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (CEAPI)

En estas condiciones, no es extraño que la directora ejecutiva adjunta de ONU Mujeres, Åsa Regnér, haya alertado recientemente de que, al ritmo actual, “va a llevar 200 años eliminar la brecha de género” y haya pedido a los países de Latinoamérica generar sistemas tributarios y otros mecanismos para destinar fondos para políticas de igualdad de género.

Obstáculos profesionales

Al mismo tiempo, las mujeres, pese su gran avance profesional en el mundo de la empresa en los últimos años y al alentador ejemplo que constituye la presencia de ejecutivas de gran relevancia como Gema Sacristán, Beatriz Corredor, Gina Díez Barroso, Altagracia Gómez Sierra, Camila Escobar o Carmen Abondano de Dávila, siguen teniendo enormes obstáculos para quebrar el blindaje del techo de cristal que les dificulta acceder con naturalidad y de forma generalizada a puestos directivos o de relevancia en las compañías de la región. Unos puestos para los que están plenamente capacitadas.

Es verdad que algo ha cambiado y que en las empresas familiares ya no se excluye a las mujeres de la toma de decisiones en beneficio de hermanos o cónyuges. Y también que las compañías cotizadas avanzan. Hace 15 años, en España, solo 7% de los miembros de los consejos de Administración eran mujeres. Hoy son más el 33,94% en el Ibex-35 y casi el 29% en todo el continuo. Pero, pese a ello, y a que en España hay más de 650.000 mujeres que han tenido la valentía de aventurarse a emprender, queda mucho, muchísimo por hacer. Y sobre los avances pesan amenazas.

Lo que quiero enfatizar con estos datos es que, aunque a las mujeres no nos sobra el interés, el trabajo y la intención de seguir formándonos y creciendo en el mundo laboral y empresarial, aún nos faltan la protección legal y los marcos normativos necesarios que nos respalden a la hora de conseguir las mismas oportunidades y derechos económicos que los hombres. Por ello, como destaca la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), es fundamental labrar una agenda legislativa que promueva la eliminación de las leyes, políticas y prácticas discriminatorias y la promoción de legislaciones, políticas y medidas que favorezcan la igualdad de género y el empoderamiento económico de las mujeres.

Una prueba de la necesidad existente de incidir en esos cambios es que las mujeres hemos sido las más golpeadas por las consecuencias sociales y económicas de la pandemia. Antes de la crisis, el 53,5% de las mujeres iberoamericanas estaba empleada en los sectores más afectados por la pandemia; el 48,7% recibía un ingreso laboral menor al salario mínimo y menos del 45% de las trabajadoras domésticas tenían protección social.

Una inclusión imperativa

Resulta imperativo, y así lo reclama la sociedad, que la reactivación económica sea inclusiva. Las mujeres somos pieza fundamental para el crecimiento del PIB.  Según un estudio de Bloomberg Economics, el PIB mundial aumentaría en 20 billones de dólares en 2050 si se eliminase la brecha en años de escolaridad y participación en la fuerza laboral entre ambos géneros. En España, eliminar las desigualdades de género del mercado laboral aportaría 230.847 millones de euros a la economía, un 18,5% del PIB, según ClosingGap.

Nunca se podrá hablar de recuperación económica si combatir la desigualdad de las mujeres no se convierte en tema central de las políticas públicas y del sector privado. Esa lucha debe acompañarse de conductas en las que se valore a las empresas por su éxito, pero también por ser respetuosas con valores como la igualdad de género. Unos valores que no son solo éticamente exigibles, sino también rentables. Según BID Invest, la igualdad de género es un factor cada día más valorado por los inversores y las compañías que potencian la presencia de mujeres en ámbitos de decisión pueden llegar a cotizar hasta 44% más en bolsa.

El aumento de la participación femenina en la fuerza laboral y en las altas instancias de las empresas produce un crecimiento económico más rápido, como ha señalado la OCDE. La igualdad de género tiene que estar en el centro de la reactivación sostenible. América Latina y el mundo necesitan más presencia femenina en el mundo laboral, más mujeres empresarias y más igualdad.