El otro día en la Redacción, cuando lanzamos que el IPC ya supera el 10%, alguien comentó que mucha subida de precios pero que su Instagram estaba lleno de gente en conciertos. Que si no era Wilco era Calamaro, que si las terrazas estaban llenas y los hoteles de la costa a punto de colgar el aforo completo. "Es que es el último verano", le contestaron subiendo los hombros. 

Vivimos los felices años 20 pero sabemos que en vez de una década nos van a durar unos meses. Que nuestro crack de 29 tiene pinta de llegarnos en septiembre y por eso pensamos comer melón y sandía por encima de nuestras posibilidades.

Enfocamos el ánimo en disfrutar de tres veranos en uno, incluso cuando comprobamos que por el ansia acumulada nos están cobrando por los tres a la vez

Llegamos al verano que nos prometieron en 2020 y el que pensábamos que teníamos asegurado en 2021, conscientes de que el que viene seremos más pobres y esperando que otra crisis (en forma de pandemia, guerra, subida de precios o gasolina a 3 euros) nos vuelva a cortar la alegría.

Llevamos meses escuchando que entre la luz, la compra y el depósito nos vamos a quedar tiritando, pero lo miramos de reojo mientras enfocamos el ánimo en disfrutar de tres veranos en uno, incluso cuando comprobamos que por el ansia acumulada nos están cobrando por los tres a la vez.

Ahora ya no hay miedo a contagiar a la abuela, no hay mascarillas y vemos con cierto entusiasmo que el desconocido que tenemos al lado en un concierto o en un bar no se aleje dos metros de nosotros. Reímos fuerte y mucho, hacemos planes para más días de los que tenemos, bebemos y hasta las bodas nos parecen un auténtico fiestón.

No estamos pensando mucho en lo que viene porque necesitamos disfrutar de lo que hay. Por eso desde hoy y durante todo el verano en este periódico vamos a dedicar una columna a esas ganas y a la falta de preocupación. No vamos a ser frívolos, o puede que lo seamos un poco, pero después de dos años de malas noticias nos apetece ser felices aunque sea durante 20 líneas.