En el primer día de aplicación de las normas de ahorro de energía, de descorbatamiento y enchanclamiento de todo el país, que ha sido como un primer día de campamento, parece que los números no salen, o eso han estado calculando aquí los compañeros. Hemos consumido más energía que el día anterior, quizá porque en el esfuerzo por ahorrar, en ese entusiasmo arremangado de Sánchez, como el de un molinero, y en el zafarrancho regulador, burocrático, propagandístico y rigorista también se gasta mucha energía, quizá más que en todo lo demás. Vamos a tener que quitarnos más corbatas, ponernos cuatro o cinco para después quitárnoslas, como el entrenamiento con lastre de un velocista del calor; vamos a tener que apagarlo todo y nadar en el calor salvajemente como peces tropicales o sombrillitas de cóctel, asumir hibernar en el propio calor, macerarnos en él como carne de orza, porque el postureo se lleva más energía de la que creíamos, o es que la termodinámica o la estadística le están gastando una broma a Sánchez.
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