Putin, que no tiene nada, sólo sus palacios de loro rico, todo galletas de oro, orín de viruta, podredumbre de plumón y olor a vieja, tiene sin embargo el torpedo Poseidón, que es como un monstruo o dios cefalópodo, el Kraken con el que nos amenaza y que quizá cabalgue él mismo, como el niño que cabalga un caballito de mar en el tiovivo, hacia el apocalipsis de los idiotas. El Poseidón es otra tranca de su guerra de trancas, guerra de boquilla, guerra de cantina, porque la guerra de verdad Putin no la puede ganar. Así que el personal anda ahora pendiente de si Putin ha sacado a pasear a su Poseidón, si lo ha sumergido o lo ha bronceado al sol, como si fuera la picha del limpiapiscinas. El Poseidón puede recorrer 10.000 kilómetros bajo el agua, puede desencadenar un “tsunami radioactivo”, sea lo que sea eso, y lo llaman “el arma del Apocalipsis”, que suena a nombre exagerado, disuasorio y cheli como si fuera la recortada del Pirata, el del bar de Makinavaja. Pero Putin ya digo que no tiene nada, sólo un paquete de calcetín atómico que seguramente oculta un caballito de mar.

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