Para todos los que no estén dentro de ese mundo maravilloso que es el baseball, comentar que había un jugador llamado Yogi Berra que, además de buen jugador, era ingenioso.

La cultura americana ha tenido que construirse a sí misma desde la nada. Héroes que apenas superan los 200 años, leyendas nacidas en la televisión, la radio y, sobre todo, el cine… con permiso de Davy Crockett, William Buffalo Bill Cody y, si quieren un villano, Benedict Arnold.

Pero el baseball… El baseball ha marcado el tiempo del país. Si quieren un día nos tomamos algo y hablamos del tema, pero hoy quiero traer a Berra. Tenía tantas frases ingeniosas que acabaron poniéndoles un término: Yogi-isms.

En lo que llevamos de precampaña hay mucho intento de golpear, pocos aciertos y aun menos de pararse a pensar

“Esto no se acaba hasta que se acaba”, “Cuando en la carretera llegues a una bifurcación, cógela”, “Nunca respondas a una carta anónima”, “Puedes observar mucho simplemente mirando”… captan la idea, ¿no?

Una que, creo, aplica al momento que estamos viviendo es “No soy capaz de pensar si tengo que golpear una bola”. Y, qué quieren que les diga, me da que, en lo que llevamos de precampaña, hay mucho intento de golpear, pocos aciertos y aun menos de pararse a pensar.

El caso es que recuerdo escuchar hace meses a un periodista preguntar a Yolanda Díaz cuántos fijos discontinuos desocupados había en realidad y la respuesta fue que no lo sabía.

¿Perdón? En un mundo en el que el dato es el rey, en el que recibimos publicidad en función de nuestras compras, edad, sexo, ubicación… que el Ministerio de Trabajo no tenga identificada esa magnitud se me antoja complicado, cuando (y siendo generoso) un despiste importante.

Luego admitió el Ministerio (que no la ministra y a través de una pregunta escrita en el Congreso) que eran alrededor de 443.000. No es mal número para un país que se mueve en el entorno de los tres millones de parados. Varios cientos de miles de personas estaban en sus casas, sin mayor ocupación, esperando una llamada para incorporarse a un trabajo temporal, pero sin ninguna ocupación.

Hoy sabemos que son más de 500.000, aunque lo sabemos por el SEPE: no por la ministra y no a través de las Cortes. Hay que meterse en la web del Servicio Estatal de Empleo e indagar.

Pero echemos un cálculo: si hay 2,7 millones de parados, con esos 500.000, se suman 3,2 millones de desocupados, así que los fijos discontinuos que no están trabajando suponen un 15% del total que hoy no tiene más que hacer que esperar/buscar un trabajo.

Sigamos con el lanzamiento de bolas que mueren en el guante del catcher. He escuchado a Margarita Robles negarse a asistir a una cumbre de la OTAN porque no van empresas españolas. Llámenme antipatriota, pero creo que la primera pregunta a hacerse es ¿por qué no las invitan?

Uno puede tirar de patria y ponerse del lado de Robles, pero esa no-invitación evidencia el peso real de nuestro tejido empresarial dentro de la Alianza y, de paso, el exiguo gasto en Defensa.

También escuchaba a Francisco Martín, delegado del Gobierno en Madrid, elogiar a Bildu por haber hecho más por España que “todos los patrioteros de pulsera”. Que lo mismo quería reivindicar los estados de alarma, pero aquí es necesario recordar que el Partido Popular apoyó el primero y Bildu se abstuvo en todos y cada uno de ellos (sin contar que alguno ha sido declarado inconstitucional).

Pero lo que me enamoró fue lo de “patriotero de pulsera”, como si el posicionamiento ante cuestiones sólo fuera válido según lazos o pines en la solapa (y según cuáles).

He escuchado al ministro Escrivá arremeter contra la AIReF por cuestionar los datos del Ministerio por el alcance real del Ingreso Mínimo Vital. El ministro Escrivá estalló y criticó la escasez de calidad del informe y la falta de fundamento de los datos.

A ver… En comunicación política necesitas elementos de enganche, gags, frases fáciles de retener y que, al tiempo, den una explicación completa a lo que ocultan, a una realidad incómoda.

Tenemos “fijos discontinuos” como la salvación del empleo, cuando hay 500.000 personas que siguen en su casa esperando una llamada

Zapatero tiró de “desaceleración transitoria” o “crecimiento negativo”; Pedro Sánchez habló del toque de queda como “restricción de movilidad nocturna” o (nunca pasa de moda) aquello de “homologación con los países de nuestro entorno”.

Tenemos “fijos discontinuos” como la salvación del empleo, cuando hay 500.000 personas que siguen en su casa esperando una llamada y, por supuesto, tenemos lo de justificar los pactos con Bildu tirando del concepto “patriotismo de pulsera” para desacreditar al de enfrente, como ha hecho Francisco Martín, delegado del Gobierno en Madrid.

O la posición de protesta activista de la ministra de Defensa al no ir a una cumbre de la OTAN o Escrivá cuestionando el organismo independiente que una vez presidió…

Honestamente, yo, lo que hubiera querido, es haber estado en esos brainstorming. Haber estado viendo al otro lado de un cristal, en una sala adjunta junto a donde se toman las decisiones, ver al delegado del Gobierno y a su equipo racionalizar algo como “A ver… ¿qué tienen en común todos estos que no nos votan? ¡Leñe! ¡¡¡Las pulseras!!!”.

O en el Ministerio de Trabajo diciendo “Oye, que hay una forma legal donde podemos meter a toda la gente que tiene trabajo temporal y seguir ingresando por cotizaciones”.

Esos momentos que, a lo mejor, no duran más que estos segundos que he tardado yo en narrarlos, pero que tienen un riesgo: son argumentos que se destruyen fácil, porque la bola te la está lanzando a ti la realidad y crees que puedes golpear sin pensar sólo porque viene con velocidad.