Hay varias cosas que no se tocan en esta vida. El fútbol es opinable, por ejemplo, y cada uno es muy libre de ser del equipo que quiera. Es paradójico, ya que me interesa el fútbol porque no es un deporte que me guste, lo que hace que lo vea desde la distancia y aprecie más los resúmenes que los partidos y a las selecciones más que los clubes.

Me gusta el béisbol por todo; el rugby por la resistencia a la frustración; el baloncesto y la natación porque… venga, ¿cómo no?; el fútbol americano porque es todos los deportes de potencia en uno más la intensidad, y la Formula 1 porque (emoción aparte), si hay que poner un ejemplo de cómo debe funcionar una organización, qué quieren que les diga, los paradigmas son un submarino, un buen restaurante y un equipo de Formula 1 con aspiraciones serias.

Todos estos deportes, y seguro que lo ven reflejado en el que les guste a ustedes, tienen un punto en común y es la necesidad de un esfuerzo más. El caso es que este concepto me trae a la cabeza una frase de un director de orquesta Carlos Kleiber quién, en un ensayo de con la Radio-Sinfónica de Stuttgart, les dijo a los músicos “la nota larga ha de ser ganada. Han de luchar por ella”.

Para mí ésta es la esencia de las cosas, de todo lo que se acometa. Dado que no todos somos directores de orquesta ni tenemos a maestros obedeciendo nuestras instrucciones para que más de 80 personas suenen como un solo instrumento, pues adaptamos lo que es luchar por la nota larga a lo que tenemos entre manos.

Evidenciar la verdad se ha convertido, pues, en un ejercicio tan osado como sordo

El caso es que el término “lucha” lo tenemos hiperdevaluado. La izquierda, especialmente Podemos y ahora Sumar, que pareciera que, en su momento, se pasaron de unos a otros los apuntes de Pablo Iglesias, hablan mucho de “dejarse la piel”. No deja de ser un lugar común que abarca, de más a menos, desde buscar un sistema para una solución (deseable), a dejarse abrumar por el propio problema y autoconvencerse de que es irresoluble, pero lo han intentado (normalmente lo realizable).

Entiendo que todo se pervierte: tanto esa falta de ambición, como que ya la verdad no es más que una materia de versiones, ni siquiera de aproximación a la realidad. Casi que es un ejercicio de mayorías, no de hechos y, por tanto, no importa quién argumente mejor o cuál sea el peso de esos argumentos, sino cuánta gente esté dispuesta a aplaudir lo que haya salido por boca de uno.

Evidenciar la verdad se ha convertido, pues, en un ejercicio tan osado como sordo. Una especie de cámara de vacío rodeada por un campo de minas. De hecho Platón estimaba demasiado tiempo en salir de la caverna. En lo que el hombre se liberaba de sus ataduras, cinco personas estrían hoy dispuestas ya a enseñarle una salida de la cueva y, les puedo garantizar, que ninguna les iba a llevar a la superficie.

¿Lo quieren más terrenal? No tienen más que acudir a los vídeos de María Jesús Montero sacando dos líneas del sumario del caso Koldo que nombraban a Miguel Tellado y a un tal “Alberto” cuando ya se había aclarado que era una línea dicha por Koldo, que sabía que tenía escuchas encima y que, encima, el día de las supuestas citas, los supuestos referidos estaban o en una manifestación o en el Legislativo.

O hablando de una supuesta filtración a la prensa cuatro horas antes de que esa misma prensa publicara. O en el Congreso aduciendo irregularidades en una asignación de ayudas a una empresa que no era y por la que el medio tuvo que pedir disculpas.

Lo preocupante es que, tanta repetición, sólo indica que hay continuación, especialmente si atendemos a la gesticulación de Pedro Sánchez el miércoles mientras su vicepresidenta se animaba sobre una mentira (que ya es difícil de imaginar qué tipo de prudencia e información manejan en Moncloa que alguien no les dijo a tiempo “¡Cuidado que no está verificado!”).

El problema no es que no se luche por esa nota larga o por esa bola que puede eliminar a dos jugadores. El problema es que, aquellos a los que va dirigido el mensaje y pretenden ser enardecidos, tampoco reconocen el esfuerzo como parte del camino hacia la verdad.