Este fin de semana estuve viendo “Steve Jobs”, la película de 2015, con guion de (¡en pie!) Aaron Sorkin, sobre una biografía de (no se sienten) Wakter Isaakson y dirigida por Danny Boyle, que por haber dirigido “Traisnpotting” vamos a mantener la posición, aunque “Slumdog Millionaire”… me van a gritar, pero les diré que está sobrevalorada.

Sitúense: último de los tres actos en los que se divide la película, la presentación del iMac (1998), Flint Center del De Anza College en Cupertino, a poco menos de 75 km de San Francisco. Las paredes de los pasillos estaban forradas con fotos de Einstein, Dylan, MLK., Lennon, Martha Graham, Hitchcock, Jim Henson, Callas, Picasso y Jerry Seinfeld… y con razón.

En un momento dado, Jobs va caminando y hablando (sorkinismo del bueno) con un periodista de tecnología llamado Joel Pforzheimer. El bueno de Joel se queda mirando una imagen y pregunta a Jobs:

-¿Quién es ése?

-Alan Turing. Él solo ganó la Segunda Guerra Mundial y un año más tarde inventó la computadora, pero será parte de la campaña.

-¿Por qué no?

-Porque me acabas de preguntar quién es.

En esas cuatro intervenciones deducimos varias cosas: la primera que Jobs iba a máximos, porque había escogido iconos que, de hecho, nunca habían tocado un Mac (salvo Jerry, que en la serie se veía un Macintosh en su escritorio) y que eran representantes inequívocos de rebeldía y progreso. Es decir: apropiación.

La segunda que Jobs quería referencias rápidas. Picasso pintando un toro de forma esquemática con pintura blanca sobre un cristal, qué quieren que les diga, es pura simbología. Si esa potencia la asocio a otro elemento que lo implica, el ordenador, la asociación es muy poderosa.

Esta táctica asociativa la izquierda la maneja de locos. Empezando por la causalidad, si A, necesariamente B o, con ejemplos tendríamos la manera amable: sólo si votas izquierda crees en los valores de la democracia. Luego la forma agresiva: si mientes eres de la jauría de la derecha y la ultraderecha.

"Todo lo recogido en 'Manual de Resistencia' es la construcción del mito, construcción a la que le falta un elemento esencial: la generosidad"

Maneja muy bien también la de la apropiación del símbolo: aquí podemos tirar de ejemplos en plan hoy hace x años que nació George Orwell cuya obra celebramos… y vías similares por las que, igual que Apple en 1998, saben que Orwell o Picasso o quien sea no se va a levantar de la tumba y decir “espera, que esto no lo tenemos hablado”.

Ahora, la osadía hace que, de vez en cuando, busquen asociarse iconos vivos. En este caso lo cruzan con valores que comparten y, entonces, se produce la magia: queremos felicitar a x, una atleta magnífica y defensora de los valores… los que sean. Captan la idea.

El caso es que vivimos el momento en el que el icono es el líder vigente y eso, de entrada tiene un nombre muy feo. Si no, al menos, con una connotación nada bonita, pero es el camino que emprendió Pedro Sánchez hace ya algún tiempo y que ahora está llegando al paroxismo, proceso que no se detendrá aquí, si Pedro no quiere.

Por resumir: todo lo recogido en “Manual de Resistencia” es la construcción del mito, construcción a la que le falta un elemento esencial: la generosidad. Coaches en plan Sinek o Robbins hablan siempre de cómo mejorar tú vida (la suya está a un nivel que no van a tener problemas en pagar la electricidad varias generaciones). Recogen experiencias vitales propias o asimiladas para que las apliques en tu vida y creas que cambiar es que se te encienda la chispa una tarde atendiendo a un seminario.

Pero el libro de Pedro Sánchez es “yo he llegado hasta aquí por este camino”, un camino improbable para la gran mayoría de los españoles.

Y la leyenda continúa.

Ahora llega el tiempo muerto, el “paren el reloj” o, mejor, “que no salga el tren hasta que yo diga”, pero no consideramos una cuestión esencial y es que esto se produce porque alguien en Moncloa pensó que el hecho de que no existiera una ley que aplicara al cónyuge del Primer Ministro, no implicaba unos mínimos de cautela… especialmente si hay empresas pendientes de rescate orbitando alrededor.

Recordemos que las leyes se hacen de forma preventiva (no vaya a ser…) o de forma reactiva (no vaya a ser que se repita) o, como decía Reagan, “la visión del gobierno sobre la economía podría resumirse en pocas frases: si se mueve, impuesto. Si sigue moviéndose, regulación. Si deja de moverse, subvención.”

Así que, habiendo vivido lo vivido, cabe plantearse ciertas cuestiones. La primera: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí sin que saltase la liebre? La respuesta es fácil: discreción y prudencia. De hecho, si lo vas a hacer, hazlo en plan Michelle Obama, con una agenda pública, no pidiendo a algún Secretario de Estado que te habilite una oficina y volar por debajo del radar (perdón por el símil).

La segunda: ¿cómo es posible que algo así se le pasara por alto al gobierno más inclinado a regular de la historia de la democracia? Respuesta: alguien no debió considerarlo necesario.

La tercera, lógicamente, sería ¿qué deberá contener la ley que se redacte a tal efecto? Lo que nos lleva a la 3,5: ¿cómo afectaría esa ley a todo lo que se atribuye a Begoña Gómez? ¿La protegería o la evidenciaría? No me refiero a si firmó o intercedió, eso está aún por probar. Ni siquiera a si captó fondos, sino a las meras visitas a empresas, algunas de las cuáles estaban en proceso de rescate.

Lo que sí sabemos es que Pedro Sánchez debió ausentarse de ese Consejo de Ministros, pero, claro, a ver quién hacía saltar la liebre y hasta dónde.

Enrique Cocero. Consultor político.