El principal objetivo de la Política Monetaria (PM) es el control de la inflación a través de la cantidad de dinero. Como dijo Milton Friedman, la inflación es siempre un fenómeno monetario. Como una primera aproximación, a la vista de lo que ocurre desde finales de 2021, la PM ha fallado.
Tradicionalmente, el principal componente de la oferta monetaria han sido los depósitos bancarios, que se crean por el juego crédito-depósito: cuando un banco concede un crédito a un cliente, éste dispone del mismo para pagar a sus acreedores con transferencias a sus cuentas bancarias. Los bancos que han recibido esas transferencias se encuentran con liquidez, por lo que pueden conceder nuevos créditos, iniciándose otra vez la cadena. Los bancos centrales dejaban actuar al mercado, interviniendo solo cuando era necesario por dos vías: bien fomentando o limitando la capacidad de los bancos para otorgar créditos, bien interviniendo directamente en el mercado monetario comprando o vendiendo activos seguros, básicamente deuda pública. Cuando compra deuda da liquidez al sistema y cuando vende drena. Pero sus intervenciones eran esporádicas, solo cuando era estrictamente necesario.
Todo esto ha cambiado desde la gran crisis financiera de 2007-2010. En el siguiente cuadro podemos ver la evolución del crédito y de la cantidad de dinero en España:
miles millones de € | 2003 | 2007 | 2009 | 2011 | 2015 | 2019 | 2023 | |
Crédito | (1) | 384 | 798 | 830 | 818 | 683 | 661 | 637 |
Oferta Monet | (2) | 527 | 884 | 1.035 | 977 | 1.060 | 1.248 | 1.518 |
(!) Créditos y préstamos al sector privado no financiero con vencimiento superior a un año |
(2) M3: efectivo en circulación, cuentas corrientes y a plazo inferior a 2 años, fondos monetarios y renta fija a menos de dos años emitida por entidades financieras
Dentro del periodo analizado podemos ver tres etapas. La primera hasta 2007, donde el crédito y la oferta monetaria crecen muy deprisa, sobre todo el primero, que lo hace a más del 100%. Son los años de la burbuja. La segunda, 2007-2011, de estabilidad, tanto de crédito como de cantidad de dinero. Después el crédito baja constantemente y la oferta monetaria sube, moderadamente hasta 2015 y con mucha fuerza, sobre todo a partir de 2019, lo que presagiaba el fuerte rebote inflacionario. Ahora bien, si el crédito bancario al sector privado baja constantemente desde mediados de 2008, ¿qué provoca la subida tan importante de la cantidad de dinero?
Veamos la evolución de la regulación bancaria. Hasta el otoño de 2007 estaba en vigor Basilea I. Los acuerdos de Basilea provienen del Banco de Pagos Internacionales (BIS), con sede en la ciudad suiza de Basilea. Regulan la relación entre los activos de un banco y sus recursos propios, estableciendo la cifra mágica del 8%; es decir, los recursos propios deben ser el 8% de los activos, pero estos ponderan según su riesgo. Por ejemplo, la liquidez que tiene el banco en su Banco Central, al ser plenamente seguro, pondera al 0%, por lo que no tienen cobertura de recursos propios.
Con Basilea I, los créditos con garantía hipotecaria tenían una buena ponderación en todos los casos. Esto permitió el enorme crecimiento de las llamadas hipotecas sub prime en EEUU y la burbuja que acabamos de comentar en España. Las dos son muy similares pero diferentes: España no importó una crisis de EEUU, la hicimos nosotros solos.
El BIS era consciente de ello, por lo que aprobó Basilea II en 2004. En ella sí se discrimina entre hipotecas y las de mala calidad ponderan al 100%, como si no hubiera garantía. Lo sorprendente es que habiendo sido aprobada y publicada no entró en vigor hasta tres años más tarde, mediante una circular del Banco de España. Desconozco las razones de este retraso, pero nuestra crisis hubiese sido muy diferente. De la noche a la mañana nuestros bancos y,
sobre todo, cajas de ahorro se encontraron con grandes carencias de recursos propios. Ello les impedía no solo conceder nuevos créditos sino ni siquiera renovar los existentes, con la consiguiente subida de la morosidad, que es un golpe directo a los recursos propios: la gran crisis financiera estaba servida.
Ya se sabe la regla de oro: cuanto más sube la potencia del supervisor, el mercado que supervisa tiende a desaparecer
De todo ello surgen dos culpables aparentes de la crisis. El primero es la solvencia de los bancos: hay que reforzarla a toda costa. El Banco Central, con un movimiento pendular, empieza a exigir que el coeficiente de solvencia no puede ser el 8%, sino que tiene que subir considerablemente. Las ponderaciones por riesgos son cada vez más duras. Y el calendario de
provisiones por morosidad se adelanta y empieza cuando hay la más mínima sospecha de que el cliente pueda no atender un vencimiento.
El segundo es la regulación, o mejor, la falta de ella. Es el famoso neoliberalismo. El negocio bancario es una actividad de riesgo, porque está basado en el apalancamiento. Su principal enemigo es la morosidad, por lo que lo esencial es el análisis del riesgo de crédito, su capacidad de que sea devuelto. El culpable de nuestra crisis fue una mala gestión de muchas
entidades de crédito, que no evaluaban el riesgo del crédito que concedían. ¿Fue Basilea I? Más bien la culpa recae en la norma que hacía depender las Cajas de Ahorro de las Comunidades Autónomas, que pusieron al frente de las entidades a políticos sin ninguna experiencia bancaria. Es absurdo pensar que la regulación puede compensar una mala gestión de una entidad.
Si se aumentan sin parar los requisitos de solvencia limitamos enormemente la capacidad de los bancos de otorgar créditos, de ahí su bajada constante a partir de 2008. Es sorprendente que con tipos iguales a 0 o incluso negativos, que seguro que provocaron un aumento de la demanda, el saldo disminuya sin parar. Es la incapacidad de la oferta de atender a la demanda y la culpa es de la regulación.
Volviendo a la pregunta que nos hacíamos más arriba, ¿cómo es que en estas condiciones la cantidad de dinero crece sin parar? La respuesta es que el crédito crece, pero no al sector privado sino al público. Además, directamente por los bancos centrales, que han comprado sin límite deuda pública, en un claro caso de monetización de la misma. La oferta monetaria no resulta del mercado financiero, del mercado de créditos y depósitos, sino que tiene un
protagonista casi único, el Banco Central. Un claro caso de monopolio.
Una vez más, una regulación excesiva y deficiente se ha cargado un mercado. Por no hablar del supervisor, que a falta de uno son tres: EBA (autoridad bancaria europea), Banco Central Europeo y Banco de España y todos creciendo en medios. Y ya se sabe la regla de oro: cuanto más sube la potencia del supervisor, el mercado que supervisa tiende a desaparecer.
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