Durante su cuarta visita a Wisconsin en 2024, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reveló el 8 de mayo un acuerdo con Microsoft de construir un centro de datos de inteligencia artificial que daría empleo a 2.000 personas en el sureste del estado. No solo era importante el anuncio, sino su simbolismo: el lugar donde se construirá será el mismo en el que Donald Trump había prometido una inversión que nunca se llevó a cabo.

Cinco días antes, Biden también anunciaba una inversión de 152 millones de dólares en Pensilvania para eliminar las tuberías de plomo, que crean muchas enfermedades en el estado. En otra visita una semana antes, se comprometió a bloquear la adquisición de la metalúrgica US Steel por parte de la empresa japonesa Nippon Steel.

En Michigan, previamente había revelado que el gobierno federal daría una garantía de préstamo de 1.520 millones de dólares para ayudar a reiniciar una planta de energía nuclear cerrada, una medida que creará 1.000 empleos. Por supuesto, nada es casualidad. 

Quedan seis meses para las elecciones, que es todo un mundo para la comunicación política, y que lo es aún más para la ciudadanía, que no tiene las elecciones en su imaginario. Pese a ello, numerosas encuestas (por no decir todas —o casi—) hablan de la más que posible victoria de Donald Trump el próximo 5 de noviembre.

Del mismo modo, numerosos articulistas hablan de los problemas que el actual presidente Biden tiene para ser reelegido. Yo mismo hablé de su enorme problema con los jóvenes y con los latinos (los dos mayores hándicaps de su campaña), así como de cómo a muchos de los votantes republicanos les da igual lo que pase con Trump, porque seguirán votándolo. Sí, Joe Biden lo tiene muy complicado si todo se mantiene así. Pero aún le queda tiempo y lo sabe. Además, también sabe dónde puede ganar.

Una buena muestra de ello es la última encuesta del New York Times/Siena College, que demuestra, de nuevo, que Trump va por delante. Sin embargo, como bien sabrán los lectores/as, las elecciones estadounidenses se deciden por los votos de los estados. El ganador en un estado se lleva todos los votos, y muchos estados ya tienen ganador seguro, sea demócrata o republicano. Quien consigue ganar en los estados bisagra (o swing states) suele ganar las elecciones. Esos estados, hoy en día, se encuentran en el Sun Belt o cinturón del sol (Arizona. Nevada y Georgia) y en el Rust Belt o cinturón del óxido (Wisconsin, Pennsylvania y Michigan). 

Biden se lo juega todo en el 'Rust Belt' en el norte: ha de asegurar y recuperar Wisconsin, Pensilvania y Michigan

En ambos cinturones pierde Biden, pero en uno lo hace más que en el otro. Hete aquí la oportunidad para los demócratas. En el Sun Belt (cinturón del sol), como indica Christian Paz en un artículo en Vox.com, lo tiene realmente complicado al ir perdiendo por seis puntos en Arizona, por nueve en Georgia y por 13 en Nevada. Sin embargo, solo pierde por un punto en Wisconsin, por tres en Pensilvania e incluso gana por uno en Michigan. Asegurar y recuperar votos en esos estados le permitiría tener una oportunidad de vencer el 5-N. De ahí sus visitas, sus promesas de inversiones y la constante presencia en esos estados de otras grandes figuras del gobierno y del partido. No puede dejarlo escapar.

Su fracaso electoral (en encuestas) en el Sun Belt, además, tiene que ver no tanto con el aumento de voto a Trump, sino en la pérdida de apoyo entre jóvenes, entre latinos y entre afroamericanos, un público importantísimo en esos estados y que le aseguraron la victoria en 2020. Este público, en cambio, no es tan mayoritario en el Rust Belt. De ahí que las pérdidas no sean tan grandes y, por ende, Biden aún disponga de posibilidades. 

Veremos muchas más visitas al norte que al sur. Biden se lo jugará todo allí.


Xavier Peytibi es consultor político en Ideograma, doctor en Ciencia Política y autor de la newsletter Política Creativa. Ha escrito Las campañas conectadas: Comunicación política en campaña electoral. Aquí puede leer todos sus artículos en www.elindependiente.com.