La salud digestiva suele pasar desapercibida hasta que algo falla, pero lo cierto es que está profundamente ligada a nuestro bienestar general. No solo influye lo que comemos, sino también cómo vivimos, el estrés que acumulamos y, sobre todo, el acceso que tenemos a una atención médica adecuada. En este ámbito, las desigualdades son evidentes: el código postal, el nivel de ingresos o el género pueden marcar la diferencia entre un diagnóstico temprano o tardío, entre recibir un tratamiento eficaz o enfrentarse a desigualdades que condicionan nuestra salud intestinal.
En este contexto, la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII), que incluye la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn, se ha convertido en una preocupación creciente. Según el estudio “Incidence, Clinical Characteristics and Management of Inflammatory Bowel Disease in Spain: Large-Scale Epidemiological Study”, la incidencia de la EII en España es de 16 casos por 100.000 habitantes, cifra que no deja de aumentar, especialmente en los países desarrollados. Sin embargo, más allá del crecimiento en cifras, lo alarmante es la desigualdad con la que impactan.
Las cifras son elocuentes. En un estudio global, realizado a más de mil pacientes de cinco países distintos, se identificaron diferencias sustanciales en el manejo de la enfermedad y la experiencia de atención médica. Esto se traduce en diagnósticos más tardíos, menos acceso a terapias avanzadas y, en definitiva, una peor calidad de vida.
El género añade otra capa de desigualdad. Estudios recientes señalan que el sexo del paciente debe tenerse en cuenta en el manejo clínico de la EII, con el fin de garantizar un diagnóstico, tratamiento y seguimiento adecuado de la enfermedad. En el caso de la colitis ulcerosa, se ha identificado que el sexo femenino es un factor de riesgo. Las mujeres, especialmente en edades jóvenes, encuentran más barreras en el proceso asistencial: desde el infradiagnóstico y el dolor no reconocido, hasta la falta de información sobre cómo la EII puede influir en la menstruación, la fertilidad o el embarazo. En muchos casos, los síntomas se atribuyen erróneamente a causas ginecológicas, retrasando aún más el diagnóstico. Los hombres, por su parte, acuden menos a consulta, pero tienen más riesgo de hospitalización, motivado principalmente por una menor búsqueda de ayuda médica.
También están los que cuidan; madres, hermanas, hijas o parejas que, sin recibir formación específica ni remuneración, sostienen a la persona enferma durante brotes o después de una cirugía. Este cuidado invisible, que recae mayoritariamente sobre mujeres, implica ausencias laborales, pérdida de ingresos y una enorme carga emocional que rara vez se tiene en cuenta en el abordaje clínico.
Otro factor relevante es dónde se vive. Aunque la EII es más común en áreas urbanas, quienes residen en zonas rurales tienen un 18% menos de consultas con especialistas y mayores tasas de hospitalización. Es decir, tener un diagnóstico temprano puede depender, literalmente, del lugar en el que uno viva, ya que, la falta de unidades multidisciplinares en estas zonas compromete la continuidad del tratamiento.
A todo esto se suma la demora del proceso asistencial. El 25% de los pacientes tarda más de nueve meses en recibir un diagnóstico. La falta de formación específica entre profesionales de atención primaria y la escasa coordinación entre niveles del sistema sanitario alargan este camino y desgastan tanto al paciente como al sistema.
Por eso, desde GETECCU defendemos la necesidad urgente de un modelo de atención más justo y centrado en la persona. Que apueste por la detección precoz, por equipos especializados y por una visión holística de la enfermedad, que no solo atienda lo físico, sino también lo emocional, lo social y lo laboral. Porque cuidar la salud digestiva no es solo prevenir o tratar un brote: es acompañar a quienes viven con estas enfermedades en todos los aspectos de su vida.
Hablar de salud digestiva en el marco de su día mundial es también hablar de equidad social. No puede ser que el acceso a un diagnóstico o a un tratamiento dependa del barrio, del salario o del género. Es hora de que el sistema sanitario aborde estas realidades con la misma seriedad con la que trata los síntomas clínicos. Porque la salud, como derecho, debe ser igual para todas las personas.
Yamile Zabana es presidenta de GETECCU (Grupo Español de Trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa)
Lo más visto
Comentarios
Normas ›Para comentar necesitas registrarte a El Independiente. El registro es gratuito y te permitirá comentar en los artículos de El Independiente y recibir por email el boletin diario con las noticias más detacadas.
Regístrate para comentar Ya me he registrado