En un centro de salud de Sudán, Ibrahim -nombre ficticio-, nutricionista, pesa a un bebé de apenas un año. Su madre observa con ansiedad. Su hijo a perdido peso, por la falta de acceso a alimentos y a un sistema de salud de calidad. En los últimos días se ha visto agravada esta situación por las diarreas provocadas por el consumo de agua contaminada. Ibrahim mide el perímetro de su brazo: menos de 11,5 cm. El diagnóstico es claro: desnutrición aguda severa. Pero hay esperanza: un sobre de alimento terapéutico listo para usar, conocido como RUTF. Ese pequeño paquete puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Este Día del Niño Africano, es urgente recordar que más de 45 millones de niños y niñas en el mundo sufren desnutrición aguda. En África, y especialmente en regiones como el Sahel y Sudán, el hambre se ve agravada por los conflictos, los desplazamientos forzados, las crisis económicas y el cambio climático, entre otros factores. Sin embargo, también es un momento para reconocer los avances logrados gracias a innovaciones como el RUTF (Ready-to-Use Therapeutic Food).

En África, y especialmente en regiones como el Sahel y Sudán, el hambre se ve agravada por los conflictos, los desplazamientos forzados, las crisis económicas y el cambio climático

Pero ¿qué es el RUTF? Se trata de una pasta densa, elaborada principalmente con cacahuete, leche en polvo, azúcar, aceite vegetal y una mezcla de vitaminas y minerales. Su ventaja es que no requiere agua, cocción ni refrigeración, lo que lo hace ideal para contextos donde estos recursos son necesarios. Además, puede administrarse en casa, lo que evita hospitalizaciones prolongadas y permite tratar a niños y niñas en sus propias comunidades.

Antes de su introducción a principios de los 2000, el tratamiento de la desnutrición aguda severa dependía de fórmulas de leche terapéutica como F-75 y F-100, que requerían condiciones hospitalarias, agua potable y personal especializado. Esto limitaba enormemente el acceso al tratamiento, especialmente en zonas rurales o en conflicto. Miles de menores morían sin haber recibido ayuda.

Actualmente, gracias al RUTF, más del 80% de los casos pueden tratarse de forma ambulatoria, una descentralización totalmente revolucionaria. Hoy, ese mismo niño que hace 30 años apenas podía llorar en algún remoto del Sahel, podría salvarse con este tratamiento.

Un recurso en peligro

A pesar de su eficacia, el acceso al RUTF está en riesgo. Naciones Unidas lo viene avisando: casi dos millones de niños y niñas podrían quedarse sin tratamiento debido a la escasez de fondos y suministros. Países como Malí, Níger o Chad ya hacen frente a interrupciones en el suministro, y otros como Sudán o Uganda podrían quedarse sin existencias a mediados de 2025. En Sudán, donde más de 40.000 niños mueren cada año por causas relacionadas con la desnutrición, la situación es muy crítica: el conflicto, la inflación, el acceso al sistema de salud y la inseguridad alimentaria han disparado los casos de desnutrición.

La lucha contra la desnutrición infantil no es solo una cuestión de salud, sino de justicia

Pero más allá del tratamiento, la clave está en la prevención. Mejorar el acceso a los servicios básicos de salud, al agua potable, la seguridad alimentaria, la higiene y los medios de vida es esencial. En el Sahel, donde el cambio climático y los conflictos agravan la pobreza, fortalecer la resiliencia de las comunidades es tan importante como curar. El principal reto para llegar a los más vulnerables sigue siendo la financiación, pero también existen otros desafíos logísticos, como la distribución en zonas remotas o inseguras, y la necesidad de fortalecer los sistemas de salud comunitarios.

El RUTF no es una solución mágica, pero sí una herramienta poderosa. Ha salvado millones de vidas y puede salvar muchas más. Este Día del Niño Africano, debemos renovar nuestro compromiso con los más vulnerables: no podemos permitir que un sobre que cuesta menos de un euro sea inaccesible para quienes más lo necesitan.
La lucha contra la desnutrición infantil no es solo una cuestión de salud, sino de justicia. Cada niño tiene derecho a crecer sano, a jugar, a aprender, a soñar. Y nosotros queremos hacerlo realidad.


Nora Benito Sanz es coordinadora de contenidos y medios en Acción contra el Hambre