Los que confiaban (yo entre ellos) que Pedro Sánchez había entendido el mensaje de insatisfacción en las filas de su propio partido a la respuesta que dio en su comparecencia del jueves tras la publicación del informe de la UCO se equivocaron (nos equivocamos).

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE volvió a comparecer en Ferraz –casi cuatro horas después de lo previsto– para anunciar que ni habrá cuestión de confianza ni adelanto electoral. Sus medidas para salir del estado de shock en el que se encuentra el partido se reducen a la constitución de una especie de gestora hasta la celebración del Comité Federal (5 de julio) que asumirá las funciones del secretario de Organización destituido, la elaboración de una auditoría externa y la renovación de la Ejecutiva –algo que ya anunció la semana pasada–. A diferencia del pasado jueves, Sánchez no apareció compungido, sino arrogante y retador: "Soy el capitán y voy a tomar el timón". También afirmó que el informe de la UCO no aporta ningún indicio sobre financiación irregular de su partido: "El PSOE está limpio. No vamos a tapar la corrupción como hizo el PP".

Pero, ¿qué ocurrió durante las más de cinco horas que duró la Ejecutiva? Ferraz no había previsto un cónclave tan prolongado. A los periodistas se les dijo que el secretario general comparecería sobre las 13 horas. Ya sabemos que Sánchez no se caracteriza por la puntualidad, pero retrasarse tres horas y media no es normal. De hecho, el líder del PSOE mencionó en varias ocasiones en su comparecencia ante la prensa que no había comido, lo que avala la tesis de que ocurrió algo imprevisto.

Sánchez explicó el retraso por el debate interno que se produjo en el seno de la Ejecutiva. Presumió de que ese hecho demuestra que en su partido se debate, al contrario de lo que dicen algunos dirigentes, como Juan Lobato, que se quejó esa misma mañana en el programa de Carlos Alsina de que las discusiones brillan por su ausencia en los órganos del partido porque nadie se atreve a llevarle la contraria al jefe.

La verdad es otra. La causa del retraso fue la discusión sobre una propuesta que defendían una buena parte de los miembros de la Ejecutiva: que Sánchez debía plantear una cuestión de confianza. Petición que también le habían trasladado durante el fin de semana algunos dirigentes del partido –no miembros de la Ejecutiva– como la mejor forma de refrendar el respaldo de la Cámara al presidente tras el terremoto de la UCO. Esa alternativa evitaba el adelanto electoral, que es lo que le piden otros cuadros del PSOE, pero que Sánchez descartó desde el primer momento porque hacerlo supondría, con toda seguridad, perder el Gobierno.

Sánchez sólo tiene seguros 172 votos: por eso no ha planteado la cuestión de confianza, como le pedían muchos dirigentes del partido

Pero la cuestión de confianza planteaba también un problema evidente: ¿tiene asegurados Sánchez votos suficientes en el Congreso como para sacarla adelante? Recordemos que esta es una prerrogativa del presidente y que necesita de la mayoría de los diputados para salir adelante. Si Sánchez perdiese, se vería obligado a dimitir, se disolverían las Cortes y habría que convocar elecciones. Como se ve, es una jugada de riesgo que le podía abocar a hacer justo lo que quiere evitar.

Lo que hicieron los miembros de la Ejecutiva fue sumar votos. Y, ¡oh, compañeros!, resulta que el presidente no cuenta en estos momentos con la mayoría de los diputados. Según los cálculos que se hicieron en la Ejecutiva, Sánchez sólo tiene seguros 172 votos. El presidente no tiene a su favor los votos de Ábalos, expulsado del PSOE, ni tampoco tiene asegurados los 4 votos de Podemos. El voto de Santos Cerdán, que seguro no le apoyaría, no cuenta, ya que el ya ex diputado será sustituido por otro afín a Sánchez.

Por más que se hicieron combinaciones, el resultado siempre era el mismo: las cuentas no salían. Así que la Ejecutiva descartó la cuestión de confianza no porque la propuesta no tuviera apoyos dentro del PSOE, que tenía muchos, sino porque, de presentarla, Sánchez la hubiera perdido.

El presidente del Gobierno, obviando la moción de confianza, demuestra que está más sólo que nunca. Pretende Sánchez continuar dos años más al frente del Gobierno no ya sin presupuestos, sino en una clara situación de minoría parlamentaria.

Pedro Sánchez ha vuelto a dar una lección de autismo político. No sólo ofrece medidas que ya fueron calificadas de insuficientes por una buena parte de la dirigencia de su partido, sino que, además, ha colocado en la gestora a la actual gerente, Ana María Fuentes, que fue designada por Santos Cerdán y que aparece en el informe de la UCO como la persona que le pidió "el impuesto" al director general de Carreteras. A eso se le llama chulería.

Actúa Sánchez como si ya la investigación judicial hubiera concluido. Ni mucho menos. Quedan por conocerse otras conversaciones grabadas por Koldo; queda por saber todo lo que contienen los dispositivos incautados a Ábalos en su domicilio; quedan por desvelarse los datos que se deriven de las diligencias que autorice el juez sobre Santos Cerdán. Y, ¡ojo!, las declaraciones que se producirán en unos días ante el juez Leopoldo Puente de Koldo, Ábalos y Santos Cerdán.

El presidente ya sólo se apoya en su círculo más íntimo.