Oriente Medio ha entrado en una fase peligrosa e incierta. Ahora mucho depende de los próximos movimientos de Israel, Irán y Estados Unidos.
Por parte israelí, el primer ministro Benjamin Netanyahu se ha posicionado como actor central en cualquier acuerdo —o falta de acuerdo— con Irán. Podría optar por hacer una pausa tras esta operación a gran escala, absorber las represalias iniciales de Irán y dejar una breve ventana abierta a la reanudación de la diplomacia. El objetivo sería un acuerdo que incluyera el enriquecimiento cero de uranio y el desmantelamiento total de la infraestructura nuclear iraní. Alternativamente, Israel podría proseguir con operaciones militares sostenidas, como ha hecho con Hizbulá en el Líbano, para degradar aún más el programa nuclear iraní y debilitar su liderazgo y su aparato de toma de decisiones.
Atacar activos estadounidenses provocaría una respuesta contundente de Estados Unidos, un resultado que Teherán busca evitar
Para Irán, el cálculo es más limitado. Aunque debe responder —y ya lo ha hecho—, su interés primordial es evitar un conflicto a gran escala que no puede ganar. El desequilibrio en el poder militar con Israel y Estados Unidos es evidente. Si bien Irán puede infligir daños, es probable que las defensas de Israel y de sus socios neutralicen en gran medida la mayoría de los ataques. Atacar activos estadounidenses provocaría una respuesta contundente de Estados Unidos, un resultado que Teherán busca evitar. Atacar objetivos en el Golfo alejaría a socios regionales clave, lo que socavaría la posición de Irán a largo plazo.
Es probable que los líderes iraníes se centren ahora en la supervivencia del régimen, e Israel ha dejado claro que la estrategia de confundir y ganar tiempo con negociaciones infructuosas ha llegado a su fin. Es posible que reconozcan que la única figura capaz de frenar a Netanyahu es Donald Trump, y que lo más sensato sea mostrar disposición a reanudar las relaciones diplomáticas tras un breve periodo de enfriamiento. A principios de abril, Trump dio a Irán 60 días para alcanzar un acuerdo. El ataque israelí se produce al expirar ese plazo. Trump ya ha vinculado el ataque a su plazo y ha advertido a Irán de que aproveche esta «segunda oportunidad» o se enfrentará a consecuencias más graves. El ataque israelí da a Washington una nueva baza para impulsar un acuerdo de enriquecimiento cero.
Queda por ver si el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, está dispuesto a hacer el tipo de concesión dolorosa que hizo su predecesor para poner fin a la guerra entre Irán e Irak, lo que el ayatolá Ruhollah Jomeini denominó «beber el cáliz envenenado». Sin embargo, al fin y al cabo, se trata del primer ataque de tal magnitud en territorio iraní desde aquella guerra.
Sin duda, existe un riesgo real de escalada que podría arrastrar a Estados Unidos y desestabilizar el Golfo. Pero, en palabras del estratega del Partido Demócrata estadounidense Rahm Emanuel, «nunca hay que desperdiciar una buena crisis». Este momento, por peligroso que sea, también ofrece una pequeña oportunidad para reactivar la diplomacia con el fin de alcanzar un acuerdo rápido y satisfactorio que elimine el espectro del programa nuclear iraní. Esa oportunidad debe aprovecharse de forma rápida e intensa.
Paul Salem es presidente y consejero delegado de Middle East Institute. El texto fue publicado previamente en inglés en la página web del Middle East Institute.
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