Con Franco España era diferente. No éramos una democracia. Por eso no nos quisieron en la OTAN ni en la naciente Unión Europea que todavía no se llamaba así. Con Suarez tonteamos con ser un país No Alineado. Suarez fue un héroe de la Transición, pero no vio tan claro como Calvo Sotelo que España debía estar con las demás democracias europeas en la Alianza Atlántica. Con Felipe González nos quedamos en la OTAN, pero pusimos condiciones para atraer a la izquierda más izquierda, esa que también nos lleva a ser diferentes y no forzosamente para mejor.

Con negociadores de calidad, especialmente de Exteriores y Defensa, González consiguió que, a cambio de quedarnos en la Alianza Atlántica, no ingresáramos en su Estructura Militar integrada, la estructura de los Mandos militares aliados. Mucho sentido no tenía, pero lo conseguimos. Acordamos con los aliados en el Consejo Atlántico, el órgano político que gobierna la Alianza en su Sede de Bruselas, unos “Acuerdos de Coordinación” para poder contribuir militarmente y que nos ayudasen en caso de un conflicto. Aprovechamos para reducir la presencia militar estadounidense en España. Además, mantuvimos nuestro territorio libre de armas nucleares, cosa que, por cierto, Franco ya había conseguido.

En una OTAN todavía de la Guerra Fría nos besaban agradecidos. Si nos hubiéramos marchado, hubiera sido un grave golpe político para los aliados frente al Pacto de Varsovia comunista. Todos nos decían una verdad como un templo: no se puede pretender estar en la Unión Europea y marcharse de la OTAN, entonces, y aún ahora, su defensa.
González, inteligente como siempre, supo manejarse entre la necesidad de mantenernos en la Alianza y el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, algo, esto último, que gustaba irresponsablemente a la izquierda del partido socialista y a las “izquierdas verdaderas”, tan poco solidarias todas ellas con los trabajadores amenazados en Europa por Rusia, sea zarista, comunista o putinista, por lo que esta izquierda impoluta española siempre desea salirse de la OTAN. Unos insolidarios de clase.

Tampoco estuvo entonces muy fino Fraga que recomendó la abstención, aunque, añadió, su cuerpo pedía votar en contra para que Felipe perdiese el referéndum y se marchase del Gobierno. El interés de España por delante, naturalmente. Gracias a este error el auténtico PSOE de entonces, no el de ahora, se rehízo un bloque para gritar OTAN SÍ con el puño en alto (cierre de campaña en el Palacio de los deportes de Madrid), ganándose bien este referéndum de 1986 (56,85 % /44,15 %).

Con Aznar ingresamos en la Estructura de Mandos y nos ha ido mejor, con más eficiencia y solidaridad. Con Zapatero permitimos incrementar la presencia militar americana en nuestras bases. Fuimos solidarios con americanos y europeos. Solo queda intocada la condición de no introducir o almacenar en España armamento nuclear. Ya veremos qué ocurre si logramos algún día una verdadera defensa europea con su necesaria disuasión nuclear.

Rajoy aprobó en 2014 en una Cumbre OTAN el compromiso de gastar en un plazo de diez años un 2 % del PIB en defensa. Con su indolencia no hizo casi nada y el esfuerzo lo tuvo que hacer en solo un año Sánchez tras siete años de inacción y después de que Trump le tirara de las orejas.

A Sánchez le trae sin cuidado que el ruso agreda a los bálticos, a Polonia o a Rumania. Pelillos a la mar. Tampoco quiere saber que hoy en día con drones y misiles balísticos cualquiera te ataca.

Consumado por este esfuerzo y espoleado por la extrema izquierda que le aguanta su Gobierno a pesar de los escándalos que involucran, entre otros, a sus amigos kilométricos de toda la vida (Ábalos, Cerdán y Koldo), Sánchez se niega ahora a aumentar la inversión en defensa a un 5 % del PIB (desglosado en un 3,5 % en armamento y un 1,5 % en otras materias de doble uso) cuando todos los europeos son conscientes de que Europa debe incrementar notablemente su autosuficiencia en materia de defensa para, entre otras cosas, no depender tanto de los EEUU. Es un objetivo europeísta, no solo atlantista.

A Sánchez le trae sin cuidado que el ruso agreda a los bálticos, a Polonia o a Rumania. Pelillos a la mar. Tampoco quiere saber que hoy en día con drones y misiles balísticos cualquiera te ataca. Pretexta el bienestar de los españoles cuando el que le importa es el suyo. Esta vez en la OTAN no nos darán besos. España será señalada por insolidaria y eso solo podrá tener consecuencias negativas.

El 5 % solo puede aprobarse por consenso como todo en la OTAN. Sánchez tiene dos opciones. No lo aprueba e impide el consenso, argumentando que los demás hagan lo que quieran o aprueba la subida al 5 % (en diez años), pero señala que la incumplirá mientras él gobierne, una marrón que dejará en herencia a cualquier sucesor suyo sea de izquierdas o de derechas.

“Europa es un proyecto de solidaridad compartida” argumentaba Sánchez cuando la pandemia para conseguir ayudas de la UE. Ahora eso no vale porque Sánchez está vendido a la extrema izquierda antioccidental.

Tras el fin de la dictadura quisimos ser europeos, pero con Sánchez, los que le votan, así como la extrema izquierda y los separatistas que necesita para “ser más”, seguiremos siendo diferentes al igual que en tiempos de Franco.