El político que no parece especialista o especial en nada, el que llega a un carguito como a una calita, a un ministerio como un aprendiz de mercería o a presidente como a rey mago municipal, no tiene más que esperar a dejar la política para convertirse en especialista y especial en casi todo. Empresas eléctricas casi jupiterinas, petroleras multinacionales o tectónicas, telecos iridiscentes, bancos con fachada de velero, consultorías oraculares y think-tanks apabullantes los estarán esperando. Los tentarán, los captarán, los incorporarán y les pagarán la millonada que merece su talento energético, geológico, politécnico, financiero, clarividente o aplastante, talento recién descubierto o recién brotado casi siempre. Ahora no dejan de hablar de sus currículos, cuando está más que demostrada la virtuosa versatilidad de nuestros políticos, abogadillos empanados en pana o almidonados de bigote, estudiantes de Empresariales pillados en el bar, opositores con miga de galleta y hasta chusqueros sólo con WordPerfect y “hoja de servicios”. Y hasta de Zapatero, que llegó sólo con zapatos de payaso, como en la canción de Sabina, a comerse el mundo.
Felipe González asesoraba a una eléctrica, Aznar asesoraba a otra, Rodrigo Rato se fue a Bankia a dar el campanazo y ya sabemos lo que pasó, y hasta para Josu Jon Imaz hubo algo, que terminó enrolado en petroleras (él era químico, como Rubalcaba, pero llegar a la química después de la política te deja un poco como un niño con Quimicefa). Y a Pepiño Blanco, que no era nada, ni como aprendiz de tuno ni como ministro de Fomento ni como secretario de Organización (creo que el PSOE hace tiempo que oferta esta doble titulación a sus más vivas inteligencias); a Pepiño Blanco, en fin, todo hoja de servicios como el que es todo bondad o todo nariz, de repente le consultaban cosas en consultorías esotéricas, mistéricas, egipciacas y muy productivas. Estoy viendo que esas hondas y vitales consultas le hacían facturar a Acento Public Affairs (que ya tiene a la vez nombre de enjuague público y de rollete de oficina) unos 150.000 euros en 2019, pero 9’54 millones en 2024. Una pena que este genio en el conocimiento y la numerología, ese superpoder consultor que ya llevaban dentro, no funcionara para sacarnos de pobres a los españoles, sólo a ellos. En cuanto a Zapatero, bueno, Zapatero no pensaba en una oficina, que él tiene el mundo entero como María Von Trapp tenía los Alpes.
Zapatero, qué hace Zapatero ahora, apostolado de sí mismo o de la nada, de la paz rastrojera en sus manos rastrojeras, de la democracia ambigua o falsa en sus ojos ambiguos o falsos. Mientras, eso sí, pasan otras cosas, como que el Gobierno decide adjudicar un contrato a Huawei, nada menos que para almacenar escuchas, pese a las advertencias de Estados Unidos y de la Unión Europea sobre los riesgos de seguridad o privacidad (nada de esto existe en China, será por eso). O pasa que Zapatero promociona el Gate Center, un think tank achinado, y se ve mucho con Fangyong Du, empresario chino vigilado por el CNI que ha colaborado con Huawei y ha financiado proyectos o misiones de este expresidente nuestro que, seguramente, colgado en el infinito no se ha enterado de nada. O pasa que Huawei contrató a Aldama y a la agencia de comunicación Whathefav, de las hijas interdimensionales de Zapatero. O pasa que la consultora con superpoderes de Pepe Blanco hace lobby por Huawei (hacer lobby es como desear muy fuerte, hasta llegar a la telequinesia, que el Gobierno haga cosas que favorezcan a tus clientes). O no pasa nada porque aquí nunca pasa nada.
La verdad es que los políticos cuando ya no son políticos y los presidentes cuando ya no son presidentes, tengan currículum o sólo memoria, no se vuelven genios ni pitonisos. Sólo pasan por lo que se llama puerta giratoria"
La verdad es que los políticos cuando ya no son políticos y los presidentes cuando ya no son presidentes, tengan currículum o sólo tengan memoria, no se vuelven genios ni pitonisos. Sólo pasan por lo que se llama puerta giratoria, que es como una cancela del Cielo de los políticos, y tras la que hacen no ciencia, economía o tarot, sino política, aunque desde el otro lado. O sea, política con lo privado, cosa que les sale bastante mejor que hacer política con lo público. Aquí nada es del todo público ni es del todo privado, todo es público-privado, y por eso el negocio nacional, desde hace mucho, y desde los ayuntamientos con chiringuito a los gobiernos con portaviones, es pasar dinero de un ámbito a otro. Sí, el negocio nacional, como si fuera el de los quesos suizos, funciona en los dos sentidos y engrasándose mutuamente: de lo privado a lo público y de lo público a lo privado. En realidad, lo único público es el dinero del contribuyente, porque, en lo demás, lo público es casi equivalente a lo partidista, cosa que lo hace todo mucho más simple y rectilíneo.
El pelotazo, la mordida, el distraimiento, el favor o la contraprestación alrededor de lo público, ése es el gran negocio nacional. No digo que sea el único ni el mayor, sólo el más fácil. Por eso Koldo, Ábalos, Cerdán o Aldama no se dedicaban a invertir en derivados financieros o en lavaderos de coches (por eso, en realidad, existen Koldo, Ábalos, Cerdán o Aldama). Por eso las empresas buscan conseguidores más que yacimientos y contactos más que cerebritos. Por eso González o Aznar estaban contratados por las eléctricas para rezarles como angelitos de esquinita de cama en alcobas antiguas con perillas antiguas para bombillas antiguas. Por eso funciona tan bien el chiringuito de Pepe Blanco, y lo que sea que tenga Zapatero con su lobby o con su matraca, la representación de dictadores bajo la tapadera de vender sales del Himalaya o al revés. Por eso aquí no hay, ni va a haber, leyes que prohíban las puertas giratorias ni regulen los lobbies: se nos hunde el negocio, se nos hunde el país y se nos hunden las montañas que alegraban y distraían a las novicias ingenuas.
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