La Diada parece que va a ser fiesta nacional, con santo y gaita, con puente y porrón, con noria y novillo. El PSOE quiere que se suspenda el pleno del Congreso previsto para el 11 de septiembre por respeto a tan señalado día, y supongo que también cerrarán los estancos, los colegios y los juzgados, y que Tele Pedro sólo emitirá misas montserratinas acompañadas de discursos conjurados y sardanas envalentonadas, o discursos envalentonados y sardanas conjuradas (las sardanas parecen aquelarres lánguidos, como sus revoluciones lánguidas). Se cerrará el Congreso y se cubrirá con un velo negro, se cerrarán los juzgados y no sabemos si se volverán a abrir. En la Puerta del Sol harán ofrendas florales con pebetero a Rafael Casanova, en Almonte se le cantará la Salve Rociera a la Moreneta, habrá toreros dalinianos en Sevilla toreando jirafas, y en Alcoy veremos una suerte de moros y cristianos, o sea moritos españoles y catalanes de pura cepa. Yo creo que los indepes ya no están por independizarse, sino por anexionarse el resto de España, que ya no saben qué más pedirle a Sánchez. Quizá que les entregue a la Pilarica como rehén o novia, como Azofaifa de su Sant Jordi ario.

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La Diada parece que va a ser fiesta nacional, o incluso Fiesta Nacional, que tiene aún más sentido. Lo primero es que, por supuesto, Cataluña es la única nación que hay aquí. España es sólo un aglomerado franquista, hecho de cemento y brutalidad como los pantanos o como las águilas de Franco. Los gallegos no pueden ser nación porque allí gana el PP y, a pesar de todo, los vascos no merecen ser nación por la tibieza que gastan en estos tiempos, que ya no sabemos si quieren realmente ser un país independiente o sólo análisis de sangre para colgarlos como diplomas de mesonero mayor. El día nacional de España, además, no tiene ni trompetazo (Diada suena a trompetazo) ni nombre, que lo del Pilar es tomárselo prestado a los curas y lo del Día de la Hispanidad nos da vergüenza, como si fuera el Día de la Presbicia (que es el 2 de octubre, creo). O sea, que celebramos la Diada como se merece o aquí nos quedamos sin celebrar nada aparte de triduos de beata y del Día de la Tortilla de Patatas (el 9 de marzo, por cierto).

Puigdemont y Junqueras ya eran los santos patrones de Sánchez, y siendo Sánchez lo mismo que España, en esencia, en dignidad, en institucionalidad y en majería, también tenían que ser ellos dos los santos patrones de España

La Diada parece que va a ser fiesta nacional o Fiesta Nacional, y la verdad es que uno lo entiende. Puigdemont y Junqueras ya eran los santos patrones de Sánchez, y siendo Sánchez lo mismo que España, en esencia, en dignidad, en institucionalidad y en majería, también tenían que ser ellos dos los santos patrones de España. O, por lo menos, santos de procesión, o de almanaque, o de dulce de temporada, o de velada con antorchas y hogueras, que a los catalanes de verdad, como vanguardia de la civilización que son, les gustan mucho las antorchas y las hogueras. Puigdemont y Junqueras son santos patrones y su causa es la causa que da significado a todo lo nuestro. Sí, porque esa unidad y ese sentido que les da a algunos la historia, la cultura o el contrato social ciudadano (esto último sólo para los salvajes, los que no están con la sangre, la tribu y la tea), son nada para la unidad y el sentido que nos da a todos la protección y la inspiración de los indepes. En realidad, cualquier trozo de tierra tiene historia y cultura, sólo la voluntad política convierte en naciones a antiguas propiedades o antiguas mitologías. Es la voluntad política lo que nos han enseñado los indepes. O, al menos, se lo han enseñado a Sánchez.

Nunca habíamos tenido tanto sentido de unidad y pertenencia a una misma cosa como ahora, o sea con el sanchismo, o sea con este sistema que funciona a base de control, negocio, dogma, anatema, plegarias y caprichos, a base de curitas, herejes, fontaneros y mangantes; este sistema, pura voluntad de poder, que nos ha inspirado la ortodoxia política y social de Cataluña. El Estado, sus administraciones, sus organismos, sus funcionarios, sus poderes y hasta sus empresas y particulares forman parte por fin de un todo, o se intenta que sea así, copiando a Cataluña. Lo llamaríamos totalitarismo si los fachas no hubieran ensuciado con connotaciones negativas este hermoso término, que remite a la unión y a la universalidad. El sanchismo también es pura voluntad de poder, y continua reinvención o adaptación de esa voluntad. Yo creo que Sánchez no hubiera tenido conciencia de eso sin el ejemplo y la guía de Cataluña.

Ya somos, como Cataluña, sólo antipolítica, negocio y mitología con ridículas ínfulas adanistas y civilizatorias

La Diada va camino de ser fiesta nacional o Fiesta Nacional, y no es, como dice el PP, por la declaración de Begoña Gómez ese día, que ya su abogado ha pedido el aplazamiento con razones de peso (miren que hay cosas que podría decir el PP ahora para que terminen diciendo la que menos sentido tiene, pero quizá es justo eso, que cuando más cosas hay que decir más se aturrulla Feijóo). Tampoco creo que sea sólo para que Sánchez no pierda votaciones por culpa de los diputados catalanes fiesteros (mejor digamos conmemorativos, que la fiesta, el folclore, las romerías, las vírgenes de tocón o higuera y las multitudes con histeria colectiva son sólo cosa de los andaluces o gente así). No, yo creo que es, simplemente, porque por fin Cataluña es España, más España que nunca, o España ya es por fin Cataluña, más Cataluña que nunca. Y eso merece una pausa, una ceremonia y hasta un Congreso cerrado como un sarcófago.

La Diada puede ser pronto fiesta nacional, o Fiesta Nacional, y yo ya estoy pensando en comprarme sombrero, o en comprarme vajilla, o en comprarme bandera, o en comprarme catecismo. La verdad es que tiene mucho sentido porque, gracias a Cataluña, España ya es otra cosa, o ya es por fin algo. Ya somos, como Cataluña, sólo antipolítica, negocio y mitología con ridículas ínfulas adanistas y civilizatorias. A Cataluña le debemos nuestro ser, el ser de la España sanchista, así que se merece no sólo un día, sino el calendario entero, como cuando el calendario entero es de una marca de neumáticos, de una caja de ahorros o del gremio de fontaneros.

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