Los incendios que afectaron a Picos de Europa, en concreto, al Valle de Valdeón, (León), en agosto de 2025 no fueron solo una tragedia ambiental. Fueron, sobre todo, el reflejo de un modelo de gestión del Parque Nacional de Picos de Europa que hace aguas por todas partes. Cuando un espacio protegido se convierte en escenario de destrucción, cuando las Administraciones se muestran incapaces de proteger ni a la naturaleza ni a las comunidades que viven en ella, estamos ante un fracaso político y social que exige una reflexión seria.

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La Asociación de Propietarios y Afectados por el Parque Nacional de Picos de Europa (ASAPE) lo ha expresado con claridad: la gestión de este territorio está marcada por la rigidez normativa, la falta de prevención y la ausencia de coordinación. El resultado, como se ha visto este verano, son montes convertidos en auténticas bombas de fuego, donde los vecinos ven arder no solo los montes, sino también su forma de vida.

Durante años se nos ha vendido la idea de que proteger la naturaleza equivale a prohibir, limitar, e ignorar a quienes habitan en ella. Las normativas impuestas desde despachos alejados del mundo rural han favorecido la acumulación de matorrales y la pérdida de los usos tradicionales del monte.

La tragedia de agosto debería abrir los ojos a todos: no basta con discursos grandilocuentes sobre conservación. La naturaleza no se protege abandonándola a su suerte ni tratando a quienes viven en ella como estorbos. La verdadera conservación pasa por integrar a los pueblos, por recuperar la ganadería extensiva, por aplicar planes de limpieza forestal que reduzcan la maleza y devuelvan al monte un equilibrio sostenible.

ASAPE lo plantea de forma contundente: necesitamos desbroces continuos, quemas controladas y un impulso decidido a la ganadería de montaña. Más ovejas y cabras que mantengan limpios los pastos, menos lobos convertidos en símbolo de un ecologismo de escaparate que olvida la realidad de quienes conviven a diario en estas tierras. Estas medidas, son herramientas probadas que generaciones enteras usaron antes de que la burocracia les arrebatara su derecho a gestionar lo propio.

Los incendios de Valdeón demostraron que ni el Estado ni las Administraciones Autonómicas tienen planes de prevención. Y lo que está en juego no es solo nuestros montes, sino la seguridad de pueblos enteros. ¿Cuántas veces tendremos que ver evacuaciones de emergencia para que alguien asuma responsabilidades políticas.

Corremos el riesgo de legar a las generaciones futuras un paisaje arrasado, fruto de la dejadez de unas políticas que propugnan la conservación mientras siembran la desprotección

Nuestros antepasados supieron conservar estas montañas porque vivían en ellas, porque entendían que el respeto a la tierra implicaba trabajarla, cuidarla y defenderla. Hoy corremos el riesgo de legar a las generaciones futuras un paisaje arrasado, fruto de la dejadez de unas políticas que propugnan la conservación mientras siembran la desprotección.

Por eso es fundamental escuchar a los afectados, que sufren las consecuencias de decisiones tomadas desde fuera. El incendio de este verano debería ser la última llamada de atención antes de que sea demasiado tarde.

Desde esta Asociación de Propietarios consideramos necesario y fundamental que nuestros pueblos y propiedades sean excluidos del Parque Nacional, única forma de acabar con estas políticas restrictivas e impositivas, y así poder gestionar nuestras tierras.

Si de verdad queremos proteger Picos de Europa, debemos revisar protocolos, asumir responsabilidades y, sobre todo, devolver a los pueblos su capacidad de gestionar y cuidar la tierra que les pertenece. Porque solo así se evitarán tragedias futuras. Porque solo así se honrará la memoria de quienes nos precedieron y se hará justicia con quienes aún luchan por mantener viva esta tierra.


Belarmino Posada Díez. Presidente de la Asociación de Propietarios y Afectados por el Parque Nacional Picos de Europa (ASAPE)

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