Un suceso inesperado ha provocado inquietud en la Iglesia palmariana, donde sus feligreses viven por y para su fe; sienten plena devoción por sus pastores y llegan a sufrir fuertes dolores de cabeza cuando la realidad se presenta ante ellos con un tono diferente al de sus dogmas. Hace un año, varios de sus fieles se expresaron con entusiasmo al observar en su televisor a un cirujano llamado Diego González Rivas, uno de esos seres humanos que, en lugar de conformarse con esperar la vejez sin salirse de la rutina administrativa que marca el día a día, dedica una parte de su tiempo a operar a personas de países desfavorecidos y territorios en conflicto.

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González Rivas había sido entrevistado en el programa de David Broncano y su presentador aprovechó la ocasión para realizar un alegato en favor de la sanidad pública que fue muy aplaudido por los palmarianos. Más allá de que haya eslóganes que busquen el aplauso fácil y que no tengan más profundidad que la de una pancarta de UGT, hay que decir que el hombre tenía aquí más razón que un santo.

Lo que sucede es que Broncano es especialmente celebrado por los palmarianos, quienes en algunos casos parecen identificar su programa como un espacio concebido por y para ellos, pese a que el Gobierno también se lleva aquí lo suyo, como reivindicaba -con razón y pido disculpas- uno de sus responsables hace unos días. Así que cuando los feligreses observaron por allí a González Rivas, dedujeron que era uno de los suyos. Ya se sabe: de la única iglesia que defiende la sanidad pública española, frente a quienes la quieren desmontar, que son aquellos que privatizan servicios, inflan a aseguradoras y matan a 8.000 ancianos en unas pocas semanas.

Todo ese esquema argumental se vino abajo hace unos días, cuando el cirujano aseguró durante una entrevista que votó al Partido Popular en las últimas elecciones generales por una cuestión de simpatía hacia Alberto Núñez Feijóo, lo que ha provocado auténticos estragos en los contrarios, que no han dudado en expresar su malestar con el doctor, al que acusan de apoyar a quien quiere destruir la sanidad pública. “Menuda decepción me he llevado”, decía uno de ellos, lo que equivaldría más o menos a aquello de "fuiste tú, Fredo; fuiste tú el traidor y me rompiste el corazón".

Ofensa a los palmarianos

Quienes conocen a los palmarianos, no se habrán llevado una excesiva sorpresa. Las sectas funcionan así. Ocurre así allí, pero también en la Iglesia de enfrente -igual de identitaria y ridícula-, donde hace unos días clamaban contra quienes celebraban el asesinato de Charlie Kirk, pero estos días bromeaban con la muerte de una pobre chica de Podemos, con idéntica inhumanidad, propia de personas de corazón negro y boca podrida.

El revanchismo es común entre credos distintos porque cada cual suele pensar que reza al mejor dios y es soldado del mejor líder. González Rivas parece que no estaba al tanto de la intensidad del fervor de los palmarianos, así que se ha sentido sobrepasado por los ataques que ha recibido. “Vivimos en un país en el que no se puede opinar”, ha escrito. En su Fundación -reconocen desde allí- el disgusto que se han llevado es enorme.

Habrán deducido por allí que los palmarienses contemporáneos habitan en una realidad un tanto distinta a la efectiva. Ellos consideran que allí se encuentra la virtud, mientras que afuera tan sólo caben el mal, el defecto y el pecado. Pseudojueces, pseudomedios, pseudosindicatos, pseudopersonas y pseudocirujanos. Ellos reciben cada día múltiples estímulos que les advierten de que sólo la izquierda se preocupa por los pobres, por la sanidad pública y por los gazatíes, así que supongo que más de uno habrá sufrido un espasmo cuando ha trascendido que un cirujano que ha trabajado en múltiples países de forma altruista -incluso en territorio palestino- ha podido votar al Partido Popular.

El doctor es un traidor

Podría servir esta situación de ejemplo a sus receptores (y a los contrarios) y provocar cierta reflexión, en cuanto a que quizás no hay tanta diferencia entre los hombres de buena voluntad, voten a quien voten, pese a que las ideologías identitarias y las religiones de sustitución transmitan lo contrario. ¿Han llegado a esa conclusión? En absoluto. A su juicio, el cirujano se equivoca. El doctor es un traidor. Renunciar a un prejuicio requiere de cierta voluntad para hacerlo, pero el esfuerzo suele ser mayor que el que lleva a etiquetar al diferente como un 'extremista' o un 'desinformado'.

Confieso que soy pesimista sobre la posibilidad de que eso cambie. Hace un tiempo, leí el ensayo antropológico Armas, gérmenes y acero, que vino a confirmar mi sospecha de que, pese al avance y la civilización, el ser humano es más primario de lo que parece y, cuando se agrupa y comienza a observar a los hombres de 'la otra cueva', puede volverse imprevisible y cruel, aunque eso implique aniquilar al mejor cazador o al tipo que pintaba los bisontes en la pared.

El autor de ese libro ponía el ejemplo de una isla de buen clima, ubérrima y habitada por personas de carácter cordial que ni siquiera tenían ejército, al considerar que no era necesario. Tuvieron sus habitantes la mala suerte de ser descubiertos por los exploradores de otro islote, más frío y menos fértil. Pudieron negociar el reparto de los bienes, pero los visitantes, bárbaros y celosos, decidieron esclavizar a sus vecinos y quedarse con sus recursos. Quizás los palmarianos tampoco estén dispuestos a negociar.

¿A quién demonios le importa un buen doctor si dice que vota al PP y no piensa bien? ¿Deben los palmarianos permitir que un doctor, que ha salvado la vida a cientos y cientos de personas se cargue la sanidad pública por no apoyar a Pedro?

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