Hasta el 7 de octubre de 2023, pensaba que los crímenes contra la humanidad eran el tipo de acontecimientos capaces de reunir a personas con diferentes creencias y opiniones en una comunidad moral de compasión. También me parecía que la sensibilidad política más proclive a rebelarse ante las atrocidades era la mía, la de izquierda. Me equivocaba. Gran parte de la izquierda global —conocida por diversos nombres: izquierda identitaria, ilustrada, decolonial o progresista— negó la existencia de estas atrocidades o las celebró como un acto de “resistencia anticolonial”. Esta izquierda ha abandonado, ignorado y estigmatizado a los conmocionados y desconsolados judíos, culpabilizándolos por una falta primordial, la del colonialismo israelí. ¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
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La negación y la alegría ante la furia aniquiladora de Hamás siguen siendo, para mí, un enigma inquietante. Llevará tiempo descifrar las extrañas perversiones e inversiones que se han desplegado. El entusiasmo con el que cierta izquierda progresista ha acogido las noticias de las masacres en todo el mundo y su glorificación de los carniceros fundamentalistas es más que inquietante.
El entusiasmo con el que cierta izquierda progresista ha acogido las noticias de las masacres en todo el mundo y su glorificación de los carniceros fundamentalistas es más que inquietante
El grotesco escepticismo de Butler y el sádico regocijo de Malm ilustran con contundencia que la sensibilidad moral de muchos intelectuales progresistas requiere ahora un examen, como el que se haría a un enfermo que se niega a aceptar su patología. Esta tarea es aún más urgente si tenemos en cuenta que la izquierda con la que me sigo identificando ha luchado históricamente contra la barbarie colonial, el abuso de poder y toda forma de desigualdad. Fue la izquierda la que situó la dignidad humana en el centro de las instituciones políticas.
A la izquierda le debemos nuestro progreso social y moral. Entonces, ¿cómo es posible que una parte de la izquierda progresista haya acogido con indiferencia o incluso con alegría una masacre, sobre todo en los campus universitarios? ¿Por qué artistas, profesores e intelectuales –las mismas personas que se supone que defienden la causa de la humanidad– han mostrado tanta indiferencia ante una masacre de judíos? Sea cual sea la posición política de cada uno sobre la respuesta militar de Israel, los acontecimientos del 7 de octubre justificaban una reacción compasiva, al menos hasta el 27 de octubre, día en que Israel lanzó su operación terrestre en Gaza. Si el 27 de octubre parece una fecha demasiado indulgente, entonces al menos hasta el 8 de octubre.
¿Por qué el 8 de octubre fue la fecha en la que la compasión, por fría y convencional que fuera, estuvo tan misteriosamente ausente? Este pequeño ensayo se limita a ese único día, en el que la izquierda identitaria demostró que su política va más allá del narcisismo ofendido y los safe spaces. Hasta entonces, los crímenes del identitarismo no eran más graves que haber abandonado el universalismo, la economía y la clase por el relativismo, la raza y la cultura; repetir el mantra de la interseccionalidad y considerar el color blanco como culpable.
Ahora, esta política resulta más peligrosa, ya que se asemeja a una visión cuasi religiosa del mundo, que imbuye a sus seguidores de una misión escatológica de salvación y atribuye a Israel un mal radical. No obstante, sus orígenes no estaban enraizados en el odio, sino en una saludable expansión de los derechos democráticos.
¿Cómo ha llegado el conflicto palestino-israelí a formar parte de esta ingenua y peligrosa visión y división del mundo?
En las últimas décadas, sin embargo, una división maniquea del mundo ha convertido el odio en un principio político más activo del identitarismo progresista: Israel se ha añadido al eje del mal, que incluye la blancura, el privilegio, el colonialismo, el capitalismo, la masculinidad y el calentamiento global.
Las fuerzas del Bien son los indígenas, la FLINTA, los palestinos, la piel negra, el islam y la naturaleza. ¿Cómo ha llegado el conflicto palestino-israelí a formar parte de esta ingenua y peligrosa visión y división del mundo? ¿Y cómo ha llegado esta división simplista del mundo a dominar el mundo intelectual y artístico, que supuestamente garantizaba el matiz, la complejidad y la verdad? Cuando se violan las normas y formas elementales de humanidad y razón, el odio debe cuestionarse y hacerse inteligible, sobre todo cuando emana de las élites. Por desgracia, no tenemos motivos para creer que las élites culturales e intelectuales sean menos autocomplacientes o autoengañadas que las económicas.
Adelanto de El 8 de octubre: Genealogía de un odio virtuoso, el nuevo ensayo de Eva Illouz que llegará a librerías españolas el próximo 29 de septiembre de la mano de Katz Editores.
Eva Illouz (Marruecos, 1961) es socióloga y ensayista reconocida por su análisis sobre la intersección entre emociones, cultura y capitalismo, es profesora en la Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales (EHESS) de París y profesora emérita en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Su obra se sitúa en la confluencia de la sociología de la cultura, la sociología de las emociones y la teoría crítica, explorando cómo el capitalismo y los medios de comunicación han transformado las relaciones afectivas y la subjetividad contemporánea.
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