Ocupados en lo anecdótico y en lo superficial, quizás corrimos el riesgo de pasar por alto un episodio de importancia capital, como fue el reciente apretón de manos entre el presidente del Gobierno y su homólogo estadounidense. Diferentes antenas de este país lo han radiado como un triunfo y sabe Dios que no se equivocan, lo que confirma sus predicciones y nuestro error de bulto: tenemos un presidente que no merecemos, de talla incluso superior a lo estimado.

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Digamos que la primera aproximación a ese momento podría ser física, dado que allí se reprodujo la tercera ley de Newton, la de acción-reacción; la que incide en que por cada fuerza aplicada a un objeto, éste responde con una intensidad de igual magnitud y en sentido opuesto. No hablamos aquí de cuestiones inanimadas -claro está-, sino de animales racionales en el libre ejercicio de sus facultades. De Pedro y de Donald. De Sánchez y Trump, sin desmerecer. El primero, acostumbrado a recibir. El segundo, a ejercer la fuerza sin que le respondan con determinación.

Esto último no se vivió porque Trump encontró frente a sí un presidente con arrojo. Un estadista que aprendió la lección que planteaba Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina cuando se refería a la relación del pueblo con su oligarquía. “La culpa no es de la lluvia, sino del techo que no aguanta”. Aquí podría afirmarse que tenemos un líder a prueba de chubascos e incluso diluvios, dado que Trump intentó acobardarle con un tirón excesivo, pero Pedro respondió sin perder la sonrisa y sin ceder ni un milímetro frente al poderoso. He aquí la enésima página de su 'manual de resistencia'.

Tras analizar las imágenes, una concejal del PSOE en Alcalá de Henares afirmó: “El lenguaje verbal tirón-contratirón me parece fascinante”. No es para menos. Dijeron también que Trump es alto, pero Sánchez lo es más. También fue capaz de mantener la sonrisa con relativa amplitud, lo que vendría a confirmar que allí se produjo el enésimo intento de intimidación por parte de los Estados Unidos, aunque, en este caso, sin éxito alguno.

Pensarán los gestores de la máquina del fango que la propaganda socialista hizo el ridículo una vez más con sus lúbricas loas al líder. A lo mejor aciertan, en vista de las reacciones que generó ese gesto. En la isla de Jim Jones había menos fervor por el líder que en la España actual.

Entrevista a cara de perro

Para muestra, un botón. Unas horas después de esa exhibición de poderío geopolítico -convenientemente celebrado por la propaganda-, Pedro acudió a la Cadena SER para someterse a las preguntas de Àngels Barceló y, de primeras, recibió un mandoble. Una de esas preguntas que aturden al entrevistado y le obligan a improvisar un discurso. “Presidente, ¿se sintió ayer cómodo en una reunión en la que Trump ejerció de anfitrión?”, vino a preguntar ella, descarada y dispuesta a plantar cara a su interlocutor, pese a su talla y su peso. Él, respondió: “Fue un encuentro muy cordial (…). Ellos reconocieron el crecimiento económico que tiene España y la buena marcha de la economía española”. Obsérvese la hostilidad de ella y la incomodidad de él. Le pudo preguntar por la amenaza de Trump sobre la permanencia de España en la OTAN, pero, ¿para qué ir tan lejos si a los españoles lo único que les interesa es que su presidente esté cómodo y, en resumen, bien, sereno y animado?

Después, confirmó que su Gobierno, pese a no poder aprobar unos nuevos Presupuestos -”la ley más importante”, dijo en su día-, se las ha ingeniado para mantener íntegro el Estado del bienestar y para cumplir con sus compromisos en defensa, que, opina, están regados con una financiación más que necesaria (2,1% del PIB) para afrontar la amenaza de Putin en Ucrania.

Pudo ella repreguntar con más fuerza y espetarle: ¿y por qué entonces Trump avisó a España el otro día con una posible expulsión de la OTAN?; pero parece que dedujo que no convenía insistir en exceso o increpar a un hombre que, tan sólo unas horas atrás, había plantado cara al líder de un Imperio con todo un apretón de manos. Se me ocurre que quizás haya quien considere que hubiera sido pertinente plantearle si de verdad se cree que en España hoy se vive mejor que hace una década. Pero, ya digo, ¿para qué hacer un ejercicio de periodismo cuando se puede alfombrar el camino al entrevistado?

Hasta 2027 y más allá

Que nadie piense que este hombre está desfondado, pese a librar este tipo de duelos dialéctico-dactilares. De hecho, este martes ha vuelto a confirmar -en la SER- que la legislatura terminará en 2027 y que está dispuesto a presentarse para aguantar hasta 2031. “He de ser responsable en este momento de crecimiento de la ultraderecha”, ha aseverado al respecto, quizás sabedor de que aquella a la que tenía enfrente no le iba a preguntar acerca del constante esfuerzo de los aparatos de propaganda del Gobierno -RTVE, EFE, CIS- por polarizar a los españoles con un discurso revanchista y machacón, lo cual suele ser garantía de que las fuerzas extremistas ganen peso.

¿Hay alguna circunstancia por la que no se presentaría a las elecciones?”, expresó Barceló, de forma un tanto cobardona, dado que la pregunta que aquel hombre tan fuerte reclamaba era: “¿Dimitirá y se irá a su casa si condenan a su mujer y/o a su hermano; o si imputan a su partido por financiación irregular o abundará en la teoría de la conspiración contra los jueces que usted mismo puso en marcha?”. Incluso podría haberse planteado una cuestión más rotunda: "¿No le da cierto reparo lanzar una campaña de ese tipo contra los contrapoderes cuando, si usted no fuera presidente, las carreras de su mujer y de su hermano no hubieran ido tan bien?".

El momento más hilarante se produjo tras sacar el tema de la corrupción en su partido. Ahí, Sánchez se carcajeó en su cara al comentar que entra dentro de lo normal que los gastos corrientes se liquiden en efectivo. ¿De dónde sale ese dinero? ¿Acaso no interesa esa respuesta?

Hubiera hecho falta un poco más de agresividad -cierto toque incisivo- cuando él afirmó que, tras el escandaloso informe de la UCO sobre Santos Cerdán, había tomado cartas en el asunto mediante una reforma del código ético del partido y un refuerzo de las políticas feministas. Quizás ahí podía haberle trasladado un: ¿se está quedando usted conmigo, señor presidente?

Pero ya digo que entiendo su actitud. Después de la exhibición de fuerza delante de Trump, cualquiera planta cara a este señor. Quizás sólo quede renunciar a la crítica y aplaudirle o incluso colocarle dos laureles a la altura de las sientes. No sería un ejercicio novedoso para quienes lo llevan haciendo desde 2018, pero la unanimidad sería una nueva y gran noticia. La merece. Él no sabía nada de los del Peugeot, ni nada le hace pensar que su mujer no sea inocente, ni ha escuchado una mala palabra de Trump, ni encabeza un Gobierno débil. Él es un fenómeno.

La historia dio un giro de guion este martes por la noche, cuando Trump volvió a acusar a España de ser informal y de beneficiarse de una protección militar sin aportar lo que debe a la OTAN. Dirán que seguramente estaba molesto por el pulso de Pedro. ¿Cómo iba Trump a tener razón al deducir que este lugar del mundo está gobernado por un mentiroso y un marrullero?

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