En dos semanas Pedro Sánchez comparecerá ante la 'comisión Koldo' del Senado. La cita la anunció Núñez Feijóo en la sesión de control al Gobierno del pasado 8 de octubre. Se acababa de publicar el último informe de la UCO que relataba el trasiego de dinero en metálico entre el ex ministro Ábalos y su asistente. Hasta ese momento, el PP había declinado tirar por elevación en los debates sobre corrupción, en una especie de pacto tácito de no tocar a los número uno. Esa línea roja también se ha traspasado. Es otro síntoma de la crispación política que se vive en España y de la necesidad que tiene el PP de demostrar que puede ser tan duro como Vox en su afán por derribar al presidente.
Ya sabemos la fecha. El día 30, un día después de la celebración del funeral de Estado por las víctimas de la Dana. Si no se ha elegido precisamente ese día para amortiguar el eco de las manifestaciones contra Carlos Mazón por su gestión, previstas para el 29-O, lo aparenta. Sánchez no dejará pasar la ocasión para sacar el tema en su comparecencia en el Senado.
El PP tiene una oportunidad para poner al presidente contra las cuerdas por la corrupción que afecta a dos ex secretarios de Organización del PSOE, Santos Cerdán y José Luis Ábalos, el primero en prisión, el segundo en puertas. Pero también asume un gran riesgo, que consiste en que Sánchez se lleve el titular de la jornada. Porque de eso se trata. En las comisiones de investigación no se investiga nada, no sirven para que los comparecientes aporten información novedosa o valiosa. Es más, como el asunto está judicializado, los que sí podrían decir algo se lo callan, como ocurrió con Carmen Pano esta semana. Se limitó a ratificar que lo que dijo en sede judicial es cierto: que llevó 90.000 euros en metálico a Ferraz en dos viajes.
Sánchez irá bien pertrechado a la comparecencia. Su extenso equipo le preparará los papeles necesarios como para no dejar ningún hueco a la improvisación. Como cada grupo tendrá 50 minutos para interpelar al presidente, la tensión se concentrará en el principio de la sesión (Vox-UPN) y al final (PP). El resto de los grupos le tratarán con algodones, no digamos el PSOE, que le pondrá la alfombra para que arremeta contra Feijóo. Es decir, serán 100 minutos de bronca. Casi lo que dura un partido de fútbol.
Como es previsible que Vox y PP aborden los mismos temas y de forma parecida, eso dará la oportunidad a Sánchez de reducir aún más las posibilidades de meter la pata. Es incluso probable que cuando le toque el turno al PP, el presidente responda: "Eso ya lo he contestado".
Sánchez es buen parlamentario y está acostumbrado a la gresca. Es más, puede irse por la tangente, como suele hacer en la sesiones de control. Irá al ataque, no a la defensiva. Llevará preparado el titular que querrá colocar ya desde Moncloa.
Será una lucha a brazo partido por ver quién se lleva el titular de la jornada
Si el PP opta por un planteamiento muy agresivo, le dará más bazas al presidente, que intentará aparecer como calmado y moderado. Cuantos más gritos y aspavientos de sus oponentes, mejor para él.
Por eso es tan importante que el PP elija bien quiénes serán las personas que se encargarán de preguntar al presidente. Lo primero es que se lleven muy bien preparado el interrogatorio, que se conozcan muy bien los temas. Que no les suceda como a Jaime Ignacio del Burgo, cuando en la comisión sobre el 11-M, se refirió a Jamal Ahmidan (apodado El Chino) como "el señor chino".
Si el PP lo hace bien, sin duda tiene una oportunidad única para desarbolar a Sánchez. Los hechos son tan contundentes, tan evidentes, que resulta difícil pensar o imaginar que el líder del PSOE estuviera in albis de lo que hacían Cerdán y Ábalos. En las conversaciones grabadas por Koldo se pone de manifiesto que el presidente conocía las actividades recaudatorias de su ex mano derecha, el todopoderoso ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE. Como sabía o debía saber lo que estaba haciendo Santos Cerdán. El hecho de que diera la orden de expulsar a Ábalos del Grupo Parlamentario Socialista incluso antes de que fuese imputado es la prueba de que sabía mucho más que la UCO de sus andanzas. No digamos su repudio a Santos Cerdán, al que condenó de manera inmediata cuando se hicieron públicas las conversaciones grabadas por Koldo que acabaron por precipitar su ingreso en prisión.
Sánchez no irá a la comisión con ánimo de decir la verdad, sino con la intención de machacar al PP. Nunca reconocerá que sabía lo que sabía, pero el PP tiene la obligación de dejarle en evidencia, de demostrar que miente cuando elude su responsabilidad en la trama corrupta que ha vivido a expensas del PSOE desde que él se aupó a la secretaría general. En fin, una gran oportunidad, pero también un gran peligro.
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