La afirmación realizada el 20 de octubre de 2025 por Steve Witkoff, el enviado especial de Donald Trump para Oriente Medio, sobre los esfuerzos de Estados Unidos por lograr un "acuerdo de paz" entre Marruecos y Argelia en un plazo de 60 días, revela no solo un error factual —ya que no existe una guerra declarada entre ambos países—, sino un profundo desconocimiento de la administración Trump sobre la doctrina de política exterior de Argelia, la principal potencia de la ribera sur del Mediterráneo (el Magreb).

Esta declaración, emitida en una entrevista en 60 Minutes Overtime de CBS junto a Jared Kushner, posiciona a Washington como mediador en un supuesto conflicto armado, cuando las tensiones reales son efecto de una seria de provocación de Rabat a su vecino.

Con estas propuestas EEUU asume que Argelia, por su identidad árabe y su rol como proveedor clave, opera y funciona como los países del golfo

En esencia, esta iniciativa parece más un eco de la diplomacia transaccional de Trump —inspirada en los Acuerdos de Abraham de 2020, que normalizaron relaciones entre Israel y varios estados árabes, incluyendo Marruecos— que un entendimiento matizado de las dinámicas regionales.

La interpretación más obvia de esta propuesta es que Estados Unidos busca imponer una solución contraria al derecho internacional en el proceso de descolonización del Sáhara Occidental, reconociendo de facto la soberanía marroquí —como ya hizo Trump en 2020 a cambio de la normalización con Israel— y forzando a Argelia y Marruecos a un "nuevo clima de “buena vecindad” impuesta por la fuerza o la compra de voluntades.

Con estas propuestas EEUU asume que Argelia, por su identidad árabe y su rol como proveedor clave, opera y funciona como los países del golfo, quienes han proyectado sus políticas exteriores a base de "transacciones económicas" (inversiones estadounidenses a cambio de concesiones) o a la merced de "protección en seguridad" (alianzas contra amenazas vecinas).

Tal visión ignora la autonomía estratégica de Argel, forjada en su historia anticolonial contra Francia (1962) y su liderazgo no alineado durante la Guerra Fría, que la posiciona como un actor soberano y no como un peón en el tablero de Washington, ni de ninguna otra potencia.

Esta propuesta de Witkoff —un empresario inmobiliario— refleja una estrategia de poco recorrido

En realidad, esta propuesta de Witkoff —un empresario inmobiliario— refleja una estrategia de poco recorrido y el posible fin de una etapa de acercamiento en la que la embajadora de EEUU en Argel Elizabeth Aubin y el embajador argelino en Washington, Sabri Boukhadoum, han desempeñado un papel muy destacable.

Por ello, la mención de un "acuerdo en 60 días" parece un deadline publicitario, alineado con el estilo de Trump, pero choca con la realidad, ya que más allá de los análisis superficiales, es imperativo retroceder a los fundamentos de la política exterior argelina para entender por qué esta intervención estadounidense es no solo inoportuna, sino contraproducente.

Argelia ha visto vulnerados dos pilares transversales de su doctrina nacional, heredada de la revolución anticolonial y codificada en su Constitución:

1. No es parte directa en el conflicto del Sáhara Occidental: Argelia se posiciona como un "actor de buena fe" que acoge a refugiados saharauis en Tinduf y apoya el referéndum de autodeterminación prometido por la ONU en 1991 (Resolución 690), pero rechaza cualquier rol de mediadora o parte beligerante. La propuesta de Witkoff la arrastra implícitamente al centro del conflicto, equiparándola a Marruecos como "belligerante", lo que socava su principio de neutralidad y solidaridad anticolonial. Esto podría interpretarse como un intento de diluir el principio de autodeterminación del pueblo saharaui saharaui, y una clara defensa a la política anexionista marroquí, rechazada por la ONU y la Unión Africana (donde la RASD es miembro desde 1984).

    Cualquier "acuerdo" que Washington intente imponer ignoraría estos prerrequisitos

    2. Soberanía absoluta sin mediaciones externas: Las decisiones argelinas no requieren validación ni intermediación de terceros, especialmente potencias como EE.UU. Argel ha enfatizado repetidamente que sus condiciones para restablecer relaciones con Marruecos —públicas desde la ruptura de agosto de 2021— son claras y no negociables. Cualquier "acuerdo" que Washington intente imponer ignoraría estos prerrequisitos, violando el principio de no injerencia consagrado en la Carta de la Liga Árabe y la Carta de la ONU, que Argelia defiende con vigor.

    Estos principios no son meras formalidades; son el núcleo de la identidad postindependentista argelina, que prioriza la solidaridad con movimientos de liberación (como Palestina o el Sáhara Occidental) sobre alianzas pragmáticas.


      Jalil Mohamed Abdelaziz es delegado de la República Árabe Saharaui Democrática en la Comunidad de Madrid