Puigdemont ha vuelto a las portadas. Llevaba tiempo agazapado en Bélgica, aburrido, y este lunes se acercó a Perpiñán -la Cataluña francesa- para dar la campanada: Junts rompe con el PSOE. La semana de actos comenzó en realidad el domingo por la tarde. El martes habrá reunión del Consell y el miércoles y el jueves los 6.400 militantes del partido ratificarán -no lo duden- lo que ha decidido ya la dirección. Hay que estirar el chicle todo lo que se pueda, porque de lo que se trata es de hacer ver a todo el mundo, no sólo a los catalanes, que Junts y que, sobre todo, él son la clave de esta legislatura.
El líder de Junts habló durante 40 minutos de las causas que han llevado a la ruptura del que llamó Pacto de Bruselas, que se firmó el 9-N de 2023 e hizo posible la investidura de Pedro Sánchez. "No hay confianza, ni voluntad, ni resultados", se lamentó el ex president. El Gobierno de Sánchez "no ayuda a Cataluña" y Junts no apoyará a ningún gobierno que "no ayude a Cataluña", proclamó. Todo suena a ya sabido. Es más, Puigdemont no alcanzó la altura que debe tener todo gran momento político. Más parecía que se estuviera disculpando ante los socialistas, en lugar de lanzar un órdago en serio a Sánchez. En ningún momento planteó la posibilidad de una moción de censura instrumental, una idea que ha sido la propia dirección de Junts la que la ha puesto sobre la mesa. La intención de Puigdemont al provocar este pequeño terremoto es reivindicar su figura en un momento en el que Silvia Orriols le está comiendo el terreno a toda velocidad. Pero, de ahí a dejar caer a Sánchez va un trecho.
Es verdad que el presidente no va a caer a corto plazo, pero el movimiento de Puigdemont no es inocuo, porque deja al gobierno en clara minoría en el Congreso. "Podrá ocupar poltronas, pero no gobernar", amenazó el renacido a Sánchez. No sólo es que Junts no vaya a apoyar los presupuestos, cosa que se daba por hecha y que llevará al presidente, por tercer año consecutivo, a incumplir su obligación constitucional de presentar las cuentas públicas, sino que va a dinamitar una reforma de la justicia clave para el gobierno y que este martes se lleva a Consejo de Ministros. Me refiero al proyecto de Ley Orgánica de Enjuiciamiento Criminal, que prevé, entre otras cosas, que la instrucción de los sumarios recaiga sobre los fiscales y no sobre los jueces, como sucede ahora.
De llevarse a cabo, la reforma impulsada por el ministro de Justicia, Félix Bolaños, hubiera puesto bajo la dirección de la Fiscalía la acción de la Policía Judicial, la UCO, en los casos que más preocupan al presidente del Gobierno. Pues bien, según fuentes de toda solvencia, Junts votará en contra de la reforma, junto al PP y Vox, lo que la convertirá en papel mojado.
Lo primero que hará Junts será echar abajo la reforma que supondría poner a la UCO a las órdenes del Fiscal
El recurso sobre la aplicación de la amnistía a su caso, lo que más le preocupa al fugado, no se resolverá, como mínimo, hasta el mes de marzo de 2026, dado que el Tribunal Constitucional ha decidido esperar para pronunciarse hasta ver lo que dice el Tribuna de Justicia Europeo, dictamen que se espera para el mes de febrero. Incluso así, habrá que ver las prisas que Cándido Conde Pumpido mete al ponente del recurso, José María Macías. En resumen, que a Puigdemont le restan todavía varios meses de espera.
El golpe en la mesa que supone la ruptura del Pacto de Bruselas no mata a Sánchez, pero le deja malherido. Cierto es que el presidente es experto en resistencia, pero el tiempo se le agota y el resto de sus socios no dudarán en subirle el precio de su apoyo, ahora que Puigdemont ha decidido pasarse a la oposición.
Ahora, por tanto, le toca mover ficha a Sánchez. Puede optar por seguir aguantando contra viento y marea, pero también tiene la posibilidad de utilizar la ruptura de Puigdemont como un argumento para adelantar las elecciones. ¿Se imaginan? Sánchez presumiendo de no haber cedido ante Puigdemont. Eso sería hasta coherente con una máxima recurrente del presidente: hacer de la necesidad virtud.
Con Sánchez nunca se sabe. Su forma de gobernar siempre está en función de su interés en cada momento. Más que nunca, ahora todo queda abierto.
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