Recuerdo cuando fuimos expulsados del Sahara Occidental, yo tenía ocho años, era a finales de 1978. Recién terminaba la guerra con Mauritania que había ocupado la parte sur. El Frente Polisario avanzaba con una resistencia considerable a lo largo de todo el territorio ocupado. Nuestro pueblo estaba cerca de conseguir la libertad, la independencia y la autodeterminación.

A lo largo de toda la historia del actual conflicto del Sahara Occidental, nacido de una ocupación militar ilegal por parte de Marruecos que se ha prolongado a lo largo de los últimos 50 años. Es en ese tiempo donde El Movimiento de los Países No Alineados, la extinta Unión Soviética, la exrepública de Yugoslavia, los países africanos que habían conseguido su independencia después de una larga lucha contra el colonialismo, ese mundo nacido en plena Guerra Fría nos permitió a los saharauis conseguir un rápido reconocimiento diplomático y legitimidad internacional.

En el año 1991 la ONU puso fin a la guerra con el objetivo de celebrar un referéndum, para cerrar el caso del último territorio africano pendiente de descolonización. Se desplegó la Misión de Las Naciones Unidas para un Referéndum en el Sahara Occidental, se avanzó rápido en el censo de futuros votantes. Primero fueron los representantes especiales como el caso del uruguayo Héctor Gros Espiell. Después renunciaron a su cargo el suizo Johannes Manz y el italiano Francesco Bastagli. Con el exsecretario de estado de la administración Bush padre, James Baker, nació la figura del enviado especial del secretario general de la ONU para el Sahara Occidental.

Baker avanzó en el proceso de identificación, consiguió una lista de votantes de cerca de 88 mil según el censo español de 1974. Se inició un proceso de apelaciones por parte de Marruecos que terminó en el año 2003 con una nueva propuesta, el plan Baker II. Este plan incluía en el cuerpo de votantes a colonos marroquíes residentes en el territorio hasta 1999. El Frente Polisario aceptó dicho cuerpo electoral a cambio de avanzar hacia el referéndum de autodeterminación.

El Consejo de Seguridad aprobó entonces su resolución 1495 del año 2003, el plan Baker II para la libre determinación del Sahara Occidental. Dicha resolución previa una autonomía de cinco años y después la celebración de un referéndum de autodeterminación donde los saharauis podían decidir entre ser un país independiente o formar parte de Marruecos.

Todo quedaba bajo la voluntad de Marruecos y el Frente Polisario de llegar a un acuerdo

Como es bien sabido, Baker renunció ante la negativa marroquí de aceptar su plan. La ONU desde un principio había invitado a las partes en conflicto a negociar en el marco del capítulo VI sin imponer una solución. Todo quedaba bajo la voluntad de Marruecos y el Frente Polisario de llegar a un acuerdo.

El tiempo se fue alargando, Marruecos seguía con su política de conseguir apoyo diplomático e internacional para legitimar su anexión y ocupación al Sahara Occidental. Dentro de esa estrategia presentó su famoso plan de autonomía en el año 2007, el plan estaba constituido de tres páginas en las que no se definía ningún marco de competencias claro para el nuevo estatuto de autonomía.

El tiempo fue transcurriendo con la apertura de consulados en el territorio ocupado de países que reconocen la supuesta soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, en contra del derecho internacional.

El frágil proceso de paz nunca avanzó, Marruecos siguió expoliando los recursos naturales del Sahara Occidental con el beneplácito de la Unión Europea a pesar de las sentencias jurídicas de los tribunales europeos y de la asesoría jurídica de la ONU. Todas las sentencias reconocían la naturaleza del Sahara como territorio no autónomo, cuya soberanía no pertenece a Marruecos. Solo el pueblo saharaui con su legítimo representante el Frente Polisario podían dar su consentimiento para la explotación de las riquezas.

El frágil proceso de paz nunca avanzó, Marruecos siguió expoliando los recursos naturales del Sahara Occidental con el beneplácito de la Unión Europea

Llegó entonces el año el 2020, con él la crisis del Guerguerat, la violación de Marruecos del acuerdo militar, su anexión de las zonas bajo soberanía de los saharauis. Empezó con la construcción de una nueva carretera hacia Mauritania por la que transitan los camiones cargados de productos provenientes del Sahara Occidental. A partir de esa fecha se inició una guerra en la que cayeron muchos saharauis debido al bombardeo de drones marroquíes a las zonas por donde se desplazan civiles.

En diciembre del 2020 llegaron los acuerdos de Abraham, patrocinados por la administración Trump. Estados Unidos reconoció al margen de la ONU la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental. Todo se hizo como una moneda de cambio. Marruecos establecía relaciones diplomáticas con Israel, a cambio Estados Unidos reconocía su ocupación al territorio saharaui.

En todo este tiempo pasaron varios enviados de la ONU, desde el exembajador americano Christopher Ross, el expresidente alemán Horst Kohler hasta el actual exviceministro de asuntos exteriores de Italia, Staffan de Mistura. Ninguno de ellos pudo lograr un acuerdo debido a la intransigencia marroquí y el apoyo que ha recibido por parte del Gobierno de Sánchez y Macron a la propuesta de autonomía. Una propuesta que consolida la ocupación militar del Sahara Occidental.

En el mes de octubre de 2025 el Consejo de Seguridad, aprobó una nueva resolución, una de las tantas que se han quedado en la memoria de muchos saharauis. El Consejo aprobó la resolución 2797 en la que insta a las partes a negociar de buena fe para llegar a un acuerdo político. Enfatiza la importancia de la propuesta de autonomía de Marruecos para iniciar un diálogo entre otras. Todo esto no es más que un nuevo intento de asaltar el derecho a la autodeterminación, en una muestra clara de la debilidad de la ONU y la fragilidad del orden mundial nacido después de la Segunda Guerra Mundial.

De nuestra estrategia, habilidad e inteligencia en este complejo escenario, dependerá el sueño de miles de saharauis

Los saharauis somos conscientes que la perpetuación del estatus quo no nos favorece, sabemos que la ONU en 50 años de fracasos, connivencia, no ha podido aplicar el derecho a la autodeterminación en el Sahara Occidental. Tampoco ha podido gestionar el conflicto en 1975 impidiendo la ocupación militar marroquí del territorio.

Ante esta situación solo nos queda el camino de la resistencia, el que nos obliga a renovar, modernizar y garantizar un relevo generacional que sea capaz de seguir dando vida y esperanza a los saharauis. Marruecos busca apoderarse del territorio, afianzar su ocupación en un mundo donde los derechos humanos y la ley internacional desparecieron bajo los escombros de Gaza.

De nuestra estrategia, habilidad e inteligencia en este complejo escenario, dependerá el sueño de miles de saharauis que han dado sus vidas en los campamentos, en el exilio y bajo la ocupación. El mundo no debe legitimar este nuevo apartheid que busca expandirse a la fuerza. Es por ello que nos jugamos la dignidad, la integridad de la propia ONU y de todo el orden internacional. 

La última palabra siempre será nuestra, la historia hablará de nosotros, los hombres y las mujeres del Sahara que hemos rechazado la ocupación, los que buscamos la libertad en una tierra cercenada por un muro militar y sembrada de minas que imposibilitan cualquier movimiento.


Ali Salem Iselmu es periodista y escritor saharaui