De tanto tiempo que ha pasado desde que las aguas comenzaron a bajar revueltas, tengo mis dudas de que supiéramos identificar la calma si nos la encontráramos en algún momento. El último factor que ha desencadenado mar gruesa es la aparición en pantalla del hijo del presentador de la tertulia nocturna de Xabier Fortes, a quien han acusado de ser un enchufado. Dado que la elegancia no abunda en los impulsores de escraches, se han dedicado a difundir su fotografía por aquí y por allá, cosa despreciable.
Cuando un país se acostumbra a navegar entre la tempestad, acaba por asumir como normal la agitación y algunos comportamientos más asociados a la barbarie que a la racionalidad. No hay comportamiento más cobarde y barriobajero que el de utilizar la imagen de un vástago para consumar venganzas con su progenitor, pero, ya se sabe, en un sitio que ha cruzado algunas líneas rojas que debería haber respetado, hay comportamientos que incluso se llegan a justificar.
Sólo queda desear que al muchacho le haya afectado lo menos posible la fuerza de esta marabunta y que siga su carrera como bien pueda, dentro de este oficio cuyos ejercientes están destinados a pasarlas canutas, vengan de donde vengan, y en el que ninguna filiación evita los sinsabores.
Nadie se salva de la quema
Sorprende que algunas de esas arremetidas hayan llegado desde el entorno de partidos políticos o directamente de representantes de las propias formaciones, dado que no hay ninguna —y digo ninguna— que esté libre de pecado en lo que respecta a las maniobras de colocación y recomendación de amigos y afines. Si alguien considera que alguna, en concreto, no ha participado en esa actividad —costosísima para el contribuyente—, le ruego que me escriba para poder ofrecerle más información, incluso con nombres, apellidos, cargos actuales u observatorios y Consejos a los que han sido derivadas estas personas, después de su paso por RTVE.
El poder es tan tentador en este país porque permite este juego sin grandes cortapisas. No sólo lo practican los partidos, sino también sindicatos que hacen todo lo posible para controlar tribunales de oposición o privilegios a la hora de ocupar las plazas que quedan vacantes. Hay procesos de contratación pública que resultan toda una burla para quienes se los toman en serio y dedican todo su tiempo y esfuerzo a participar en ellos. Hay consolidaciones de empleo que se pactan como forma de recompensar a quienes controlaban las bolsas, que adquieren una gran capacidad de presión en los centros de trabajo de Administraciones clave a base de enchufar a afiliados. Hay mafias internas —incluso peligrosas— que se dedican a amañar procesos de selección o a hacer contratos en fraude de ley para colocar a hijos, primos y sobrinos.
Existe un sindicato en RTVE que dispone de una lista con familiares de personas de toda sensibilidad y posición que en los últimos años han trabajado por allí. Incluso hay expresidentes y directivos de alto nivel que palidecerían si alguien indagara. El beneficiario nunca es inocente, claro está, pero el merecedor del señalamiento nunca es él, sino el que le coloca.
Entra dentro de lo normal que Fortes se enfade y despotrique contra quienes difunden estos días la imagen de su hijo. Su vástago no es un personaje público, como quien está casada con el presidente del Gobierno; o quienes aprovechan los vínculos de un exmandatario con China o con las televisiones privadas para, como hijas, montar una consultoría. Fortes es un periodista, no un representante, pese a trabajar en lo público. Difundir la foto de su hijo para dañarle es algo calabrés.
También lo fue el hecho de que en los paneles de anuncios de RTVE se difundieran, en 2014, las caras de los doce 'soldados rasos' que acababan de aterrizar en la empresa, como consecuencia de la decisión del Gobierno de Mariano Rajoy de estrechar el control de los telediarios. Entonces, Fortes era vicepresidente del Consejo de Informativos y nadie allí pidió respeto para esos periodistas.
Los culpables de su contratación fueron, por ese orden, el partido, el presidente de RTVE y su director de Informativos. No diría que aquel a quien ofrecieron un contrato y lo firmó tuviera una responsabilidad directa de esa maniobra política, pero hubo allí dentro algún bárbaro, abonado a la moda del escrache, que se las hizo pasar canutas.
El PP no puede dar lecciones de nada
Es repugnante que un Gobierno intente controlar la televisión pública de una forma tan chusca y estos hechos prueban que el PP, que ahora critica la obscena parcialidad de RTVE, no es en absoluto ajeno a estas prácticas. Lo que sucede es que los miembros de la ‘redacción paralela’, en concreto y en individual, sufrieron diferentes acciones hostiles por parte de sus compañeros, como si ellos tuvieran más culpa que el hijo de Fortes por haber sido contratados.
Es importante, reitero, señalar que entonces Fortes estaba en el Consejo de Informativos y que incluso acudió a otros medios a denunciar lo de los 'redactores paralelos', a quienes se acusó de manipular incluso desde antes de que aparecieran en pantalla. A su favor, habla que, unos años después, cuando Pedro Sánchez utilizó a Rosa María Mateo para intentar librarse de uno de los dos debates electorales que tenía programados, Fortes denunció esa maniobra. Unos meses después, le mandaron desde La 1 hasta el Canal 24 Horas. Lo hizo Enric Hernández y, claro, apestó a represalia.
Es una lástima que desde ese grupo de periodistas hayan sido menos vehementes en esta última etapa. Especialmente, en lo que respecta a la externalización de la parrilla de programación. Ese antiguo Consejo de Informativos se posicionó claramente en contra en la época de encargar a productoras audiovisuales programas como el debate que presentó Carlos Herrera, al considerar que había profesionales en la casa que podían desempeñar mejor esa tarea. Sobra decir que a Javier Ruiz o a Jesús Cintora, desde determinados círculos, se les ha recibido mucho mejor.
Al final era una cuestión ideológica, parece ser. Como contribuyente, ciertamente, me da lo mismo una etapa que la anterior: en todas me parece escandaloso; al igual que las recomendaciones que, una a una, engordan las Administraciones con personal fijo, temporal, becario o en prácticas. Dicho esto, mi repugnancia para el que señale a cualquiera de ellos en singular. No son los culpables.
A partir de ahí, merecería la pena abrir un debate mucho más interesante, que pudo también plantearse después del intento de amaño de un examen de oposición en RTVE..., o tras la contratación de la chica de Ábalos para una empresa pública: ¿hay un control efectivo sobre la Administración o es, en general, un coladero caro y en el que no siempre entran los más preparados?
La respuesta sería demasiado dolorosa, me temo.
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