Vivimos tiempos que se caracterizan por un aumento del gasto público. La primera causa es el envejecimiento de la población, que aumenta el gasto en sanidad y en pensiones. Si añadimos el cambio climático, los intereses de la deuda pública y, recientemente, la defensa, llegamos a una situación inasumible. En el caso español, estos cuatro componentes pueden implicar 8 puntos de PIB de aumento de gasto público en un futuro muy cercano. Analicemos tres de ellos:
- Gastos derivados del envejecimiento de la población. Resulta sorprendente que cada vez vivimos más y envejecemos mejor y, sin embargo, cuesta muchísimo elevar la edad de jubilación. Las pensiones estaban calculadas cuando un trabajador iba a pasar la sexta parte de su vida retirado. Hoy, esta proporción es la cuarta parte, llegando o incluso mejorando lo que anticipó Keynes en 1930: la jornada laboral iba a ser de 15 horas semanales, lo que ya ocurre si contamos la etapa en que estamos retirados. Además, las pensiones siguen aumentando. Lo que Rajoy consiguió desacoplando las subidas a la inflación, Sánchez lo deshizo. Solo se explica por la enorme fuerza política de los mayores. Cada vez somos más y tendemos a ir a votar.
- Gasto en intereses: En 2024, España pagó 39.000 millones de €, un 25% más que un año antes. La deuda emitida a tipos próximos a 0 va venciendo y se renueva a intereses más altos. Y esta tendencia va a más, como luego veremos.
- Defensa: lo último en incorporarse a este panorama y entra con mucha fuerza.
Este mayor gasto crea inicialmente déficit que se financia de la única manera posible, con deuda. Es una tendencia que se inicia hace muchos años y que se acelera con la crisis financiera de 2008 y con la pandemia. Y pasa tanto si gobierna la izquierda como la derecha. Para la primera, el aumento del gasto público es un fin en sí mismo, aunque también lo es la subida de los impuestos. Para la segunda, porque, aunque son más comedidos con el gasto, la bajada de impuestos es su seña de identidad.
También es diferente la manera de enfocar la solución al problema. En los partidos de izquierda es común fomentar la emigración. De entrada, la ratio deuda por habitante mejora ya que sube el denominador. Ahora bien, como señala Jesús Fernández Villaverde, un inmigrante solo proporciona un flujo fiscal neto positivo si viene formado. Además, inicialmente genera problemas de saturación de servicios públicos y en el mercado de la vivienda, como estamos viendo en España. La solución de la inmigración masiva es nefasta.
Si la inmigración, la productividad o la inflación no son soluciones al problema del endeudamiento y el aumento de la presión fiscal es imposible por estar en máximos, ¿qué nos queda?
Por su lado, la derecha se basa en el crecimiento económico, centrado en el aumento de la productividad para solucionar el problema del endeudamiento. Ahora bien, esto exige más inversión que deberá financiarse, lo que tensionará los tipos de interés, que es el mayor enemigo de los deudores. Lo relevante no es solo el crecimiento, sino su relación con los tipos de interés. Como señalan muchos economistas, productividad y tipos van de la mano.
La ciencia económica no dice cuándo un endeudamiento es excesivo. Ahora es habitual que este exceda del PIB sin que aparentemente pase nada. Pero ya se empiezan a ver signos inquietantes, como que los tipos de los bonos a largo plazo suban en momentos en que los bancos centrales relajan su política monetaria. Un aumento de la pendiente de tipos es una señal de que los inversores anticipan riesgos, por lo que exigen mayores rendimientos. Por ejemplo, en EEUU y Reino Unido los bonos a 30 años han tocado máximos que no se veían desde 2007 en el primero y 1998 en el segundo.
La solución no es otra que bajar el peso del endeudamiento. Es casi imposible que esto se produzca por superávit fiscales, por lo que solo queda el impago o la inflación. Lo primero es impensable en una economía desarrollada. Recordemos el “whatever it takes” de Mario Draghi, que no fue otra cosa que una compra masiva de deuda pública por el BCE. La inflación es el recurso más utilizado, que se crea por el exceso de endeudamiento público no compensado por una reducción del privado. Pero en muchos países tiene un coste electoral elevado, como en EEUU, que como señalan muchos analistas, fue un motivo importante de la derrota demócrata en las últimas elecciones presidenciales. No es el caso de España, donde somos propensos a creer el relato de los gobiernos de que la culpa de la inflación la tienen factores exógenos.
Si la inmigración, la productividad o la inflación no son soluciones al problema del endeudamiento y el aumento de la presión fiscal es imposible por estar en máximos, ¿qué nos queda? Solo la reducción del gasto, la eliminación de todo lo superfluo y el aumento de la productividad del trabajador público. Y ello se llama gestión, palabra innombrable en el vocabulario político.
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