Las elecciones en Extremadura dejan un sabor agridulce en el PP. Gana las elecciones con amplio margen (29 escaños), consigue el hundimiento del PSOE (18), pero ahora necesita aún más a Vox, que es el partido que consigue un mayor ascenso (pasando de 5 a 11 escaños).
Adelantar los comicios en Extremadura sólo podía tener un objetivo para el PP: lograr la mayoría absoluta o quedarse muy cerca. Si María Guardiola hubiera obtenido 32 o incluso 31 escaños, podría vender el 21-D como un éxito personal. Pero, quedándose sólo con un escaño más de los que ya tenía, y, sobre todo, tras dar la oportunidad a Vox para dispararse hasta 11 escaños, sólo puede interpretar el resultado como un fracaso.
Lo ocurrido este domingo obliga a Guardiola a pactar con Vox, pero desde una posición de debilidad, lo que le va a permitir al partido de Abascal imponer condiciones que van a forzar al PP a ponerse colorado. Quedándose más cerca de la mayoría absoluta, el PP podría rebajar las exigencias de Vox, pero así lo tiene muy difícil.
Es verdad que el PP suma más que el PSOE y que la extrema izquierda juntos, pero eso es un triste consuelo para consumo interno. Si el PP no pasa por el aro, Vox podrá impedir un gobierno de derechas en Extremadura, a pesar de que el vuelco ideológico ha sido histórico, en una región donde durante decenios la izquierda logró la mayoría absoluta.
Ahora Feijóo tiene que tomar una decisión difícil. Ceder al programa de máximos de Vox sitúa al PP como un partido rehén de Vox, lo que Pedro Sánchez va a explotar al máximo en los comicios de Aragón, Castilla y León y Andalucía, buscando un efecto similar al que tuvo el pacto con Vox en Valencia tras las autonómicas de 2023.
Se daría así una paradoja terrible para el PP: a pesar de ganar con suficiencia, el resultado daría oxígeno al partido que peor resultado ha conseguido.
Ahora el PP debe decidir si acepta las condiciones de Vox para gobernar. Sería paradójico que el gran perdedor, el PSOE, sacara rédito del resultado de Extremadura
Claramente, Guardiola se equivocó al sobreactuar con el robo de papeletas del pasado jueves. Ni la democracia, ni el futuro de los extremeños estuvieron en peligro por la desaparición de 124 votos. También erró al no ir al debate a cuatro del pasado jueves, dando por hecho que tenía la victoria holgada en el bolsillo. A pesar de haber hecho una buena gestión económica, y a pesar de los escándalos que achicharran al PSOE, uno de ellos el que afecta precisamente al candidato socialista, Guardiola no ha conseguido lo que pretendía. Y Feijóo ahora tiene un dolor de cabeza que no tenía antes del 21-D.
El problema que se le viene encima al PP (pactar o no con Vox) no debe ensombrecer la vergonzante derrota del PSOE, que ha perdido diez escaños. En la ciudad de Badajoz, Vox supera a los socialistas, que se han quedado cerca del PSOE en Cáceres y en Mérida.
La culpa no es de Miguel Ángel Gallardo, el imputado por el caso del hermano del presidente, sino Pedro Sánchez. A pesar de que en el PSOE existía el consenso de que Gallardo era el peor candidato posible, Sánchez decidió mantenerle contra viento y marea. Y se implicó personalmente en la campaña con el objetivo de maquillar lo que ya apuntaban los sondeos. Gallardo tiene que dimitir inmediatamente. Pero el PSOE debe sacar una lección de lo que ha ocurrido este 21-D. Con Sánchez, el partido va directo al desastre.
En Ferraz se hablará de la subida de Vox y de que el PP no ha logrado la mayoría absoluta, pero el votante socialista no sólo de Extremadura, sino de toda España, se preguntará a dónde va el PSOE si sigue atado al futuro de Sánchez.
Hay que decir que el gran triunfador de la noche ha sido Santiago Abascal, al que no le ha importado poner a un candidato desconocido (Oscar Fernández) para más que duplicar su representación. Poco han influido los líos internos con las juventudes de Vox; a la gente le ha dado igual. Vox se ha convertido en el voto del cabreo contra Sánchez. Eso debería hacer reflexionar también al PP.
Finalmente, hay que destacar el buen comportamiento de Unidas por Extremadura (la alianza de IU y Podemos), candidatura encabezada por Irene de Miguel. Logra ascender a 7 escaños (antes tenía 4) y recoge, sin duda, una parte del voto socialista. La unidad le sienta bien a la extrema izquierda, lo que debe ser tenido en cuenta en las próximas confrontaciones electorales. Pero es una mala noticia para Yolanda Díaz (Sumar), que ha estado ausente de Extremadura. La vicepresidenta y ministra de Trabajo, más que un activo, ahora es un lastre para este espacio político.
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