Si de políticos ‘de raza’ hablamos, uno de los ejemplos más claros que encontramos en el panorama actual es el de Borja Sémper. A pesar de su juventud, apenas ha pasado la cuarentena, todos le recordamos desde que a los 19 años, siendo aún un crío, plantaba cara valientemente a ETA como único concejal del PP en Irún. Y paseaba, a pecho descubierto, por las calles de la Euskadi más profunda. No en vano, su gran referente es, fue siempre, el llorado Gregorio Ordóñez.

Actual presidente provincial del PP de Guipúzcoa y portavoz de su formación en el Parlamento Vasco, Sémper, abogado de formación y experto en gestión pública por el IESE, no aspira a estar toda la vida en política y confiesa que la empresa privada y el mundo anglosajón le atraen como una seria opción de futuro. Mientras deshoja la margarita, Sémper nos cuenta cómo la política ‘engancha’, nos habla de la pasión de cuando, siendo muy joven, sentía que lo revolucionario en el País Vasco era ser del PP y estar contra el nacionalismo obligatorio. Y nos explica los paralelismos que percibe entre su experiencia como vasco y la situación en la Cataluña de hoy.

Pregunta ¿Cómo queda el escenario catalán tras los resultados del 21D, la elección de Roger Torrent como presidente del Parlament y el ‘teatro del absurdo’ que mantiene el huido Puigdemont?
Resultado. Los resultados han demostrado una vez más que Cataluña es una comunidad política compleja, heterogénea e imposible de uniformizar y que un proyecto de ruptura como el independentista, además de una quimera, es una irresponsabilidad extraordinariamente grave. Por otro lado, me temo que el señor Torrent está en una dinámica de la que no puede, ni probablemente quiera salir: la de la obediencia debida a un movimiento que ni acepta ni tolera los matices, así que cuando tenga que decidir como presidente del Parlament, estará por encima la voluntad de la tribu política que el respeto a la legalidad o al propio reglamento de la cámara autonómica, me temo.

P. ¿Cómo acabará el show de Puigdemont y quién considera que, finalmente, será investido como president de la Generalitat?

R. No contemplo el despropósito de que Puigdemont sea president y, sobre el show que voluntariamente ha orquestado, probablemente acabará mal para él y bien para el prestigio de las instituciones catalanas y la democracia española. No veo otro final.

P. ¿Cree que Puigdemont volverá algún día a España y acabará respondiendo penalmente de sus actos?

R. Pues no sé si acabará en prisión. En su caso, eso lo decidirá un tribunal dictando sentencia ajustada a Derecho. Yo lo que quiero es que, como todo hijo de vecino, Puigdemont responda ante la Justicia cuando ésta le reclama, salvo que alguien defienda que por ser independentista tiene privilegios que los demás no tenemos.

P. Desde su punto de vista, ¿qué culpa ha tenido el Gobierno en ese deterioro de la situación en Cataluña? ¿Qué podía haber hecho Rajoy mejor? Porque el presidente lo atribuye todo al corte de la comunicación a raíz de la ya famosa visita de Artur Mas en 2012 a Moncloa.

R. Recuerdo una tira en un diario en la que, en la primera viñeta, se veía a un dragón pequeño y, a su lado, Adolfo Suárez alimentándolo. En la siguiente viñeta, se veía a Felipe González alimentando a un dragón algo más grande. Después Aznar, Zapatero... en fin, al final era un dragón enorme con Rajoy y se decía 'mátalo'...Bueno, algo de esto ha habido. Dicho sea en beneficio de Rajoy. ¿Quién soy yo para decir lo que habría que haber hecho? Pero quizás sí teníamos que habernos tomado más en serio todos, no solo el Gobierno sino todo el país, los creadores de opinión también, los medios de comunicación, la singularidad de Cataluña. Haber hecho unos gestos de cara a esa singularidad que igual en el resto del país nos parecen pueriles y absurdos, pero que para ellos no lo son. No sé.

Era imposible dar respuesta al órdago de Mas, que llegó en plena crisis económica. No podía implementarse un acuerdo fiscal

En cuanto a aquel órdago de Mas, que se produjo en plena crisis económica, era de imposible respuesta. Ni por este Gobierno ni por cualquier otro. No se podía implementar un acuerdo fiscal o de financiación diferente. Aunque creo que el gran cambio se produce cuando se rodea el Parlament de Cataluña y tienen que salir en helicóptero. Yo, que vivo en una tierra en la que el nacionalismo es hegemónico, en la que no hablamos de un partido (nacionalista) sino un movimiento cuya identificación, así lo creen, con la tierra es absoluta, este episodio que describo es romperles absolutamente los esquemas. Porque consideran que la institución es suya y tienen que tomar decisiones que, a corto, como hemos visto, les pueden haber permitido respirar, pero a medio están siendo dramáticas, para el país y para ellos.

P. ¿Qué impacto ha tenido esta crisis de Cataluña en el País Vasco?

R. Muy positiva porque el sentimiento independentista, lo dice el último Euskobarómetro, sigue desinflándose. Hemos sido una sociedad machacada por el enfrentamiento, por ETA, pero que también huye de esa radicalidad y ese choque de posiciones políticas. La democracia es confrontación, pero en el País Vasco lo que se hacía era enfrentar. Y eso motivó una gran ruptura social, la pérdida de competitividad de las empresas, una mala imagen en el exterior... Hoy la sociedad vasca está agotada de todo eso y Cataluña es un ejemplo de lo que no queremos los vascos.

P. Como vasco, que ha vivido en sus carnes la presión nacionalista y la amenaza de ETA, ¿encuentra similitudes con algunas de las cosas que han ocurrido en Cataluña?

R. Encuentro un paralelismo muy rotundo. Dicho llanamente, cómo la mala política puede contaminar la sociedad. Lo que ha ocurrido en Cataluña no ha sido de abajo hacia arriba sino al revés. Hay, evidentemente, un sentimiento nacionalista e independentista en parte de la sociedad, pero ha sido alentado por el poder político. Y lo que es peor, por el poder institucional. No por un partido antisistema o por un movimiento antisistema, de extrema izquierda o de extrema derecha, no… Por ser un partido institucional que sale de los propios cimientos de la burguesía catalana.

En Cataluña, como en País Vasco, vemos en qué forma la política es capaz de despertar los instintos más bajos de la población

Dejando a ETA por supuesto de lado, el paralelismo está en que nosotros ya vivimos, en la época de Ibarretxe, en qué forma la política es capaz de despertar los instintos más bajos de una parte de la población. Y de hacerlo con las herramientas más viejas, pero a la vez más eficaces; culpabilizar a un enemigo exterior de los males propios. En el País Vasco sufrimos esa misma fractura social: familias y amigos que se dejaban de hablar... Al final, se enrarece la vida social y política. Y eso es malo en el presente, pero también de cara al futuro porque dinamita puentes. Y a mí, lo que me preocupa ahora observando la situación catalana es eso; no tanto el presente sino cómo narices van a ser capaces los catalanes de reconstruir los puentes.

R. Pero no existe la sensación de que ese sentimiento independentista haya 'aflojado' tanto. Una cosa es el posicionamiento político de los partidos, que pueden ser variables en función del momento, y otra el pulso de la sociedad.

R. No es fácil verbalizarlo, pero yo lo resumiría así: cuando el sentimiento independentista sale de la sobremesa de la cena y se convierte en un hecho político, ahí ya podemos tener un problema. En el País Vasco, el debate independentista o identitario está en casa. Charlando. En casa y con gaseosa. Cuando eso se traduce en un hecho político que lleve a la Comunidad Autónoma Vasca a un camino de incertidumbre... ¡Ojo! No hace falta llegar a eso.

Ocho de cada diez euros que se recaudan en el País Vasco se quedan allí. Esto es fundamental. La educación, con el componente del Euskera, está salvado, la sanidad, la policía autónoma, el nivel competencial en general que pivota en torno al Concierto Económico y eso nos da un régimen de autonomía enorme. Probablemente el mayor del mundo. Por eso lo tenemos todo en el terreno de los sentimientos. No hay una reivindicación material a la que agarrarse. Por ello seguirá existiendo esa media alta de nacionalismo pero que no nos metan en líos.

P. ¿Qué papel ha jugado Íñigo Urkullu en la crisis catalana? Se ha llegado a destacar su papel como mediador en el Gobierno y Puigdemont. ¿Cómo lo valora?

El PNV ha llegado a la conclusión de que con los dirigentes independentistas catalanes no se puede ir a ninguna parte

R. El PNV siempre ha mirado con cierta preocupación y recelo la situación catalana. El PNV siempre ha sido un partido mucho más 'institucional' que Convergencia y, desde luego, con mucha mayor penetración porque tenía base mientras que CiU era el partido de las élites. Y ha querido jugar el papel de intentar 'enfriar', encontrar un cauce, pero creo que también además los dirigentes del PNV y el propio Gobierno vasco, por lo que sé, han llegado a la conclusión de que con los dirigentes independentistas catalanes no se podía ir a ninguna parte.

P. Las últimas encuestas sobre intención de voto a nivel nacional, tras el varapalo sufrido por su partido en Cataluña, arrojan un sorprendente resultado que coloca a Ciudadanos como hipotético ganador por delante del PP y del PSOE. ¿Qué valor concede a estos sondeos?

R. Obviamente Cs ha experimentado un impulso gracias al magnífico resultado obtenido en Cataluña, y no hay que infravalorarlo, sería un error. En el PP este tema nos debe de ocupar, pero no angustiar. Conozco algo mi partido, he viajado por muchos sitios de España y conozco el trabajo de muchos alcaldes, concejales y consejeros de Comunidades Autónomas y su relación con los ciudadanos y su arraigo en la política local; vencer al Partido Popular sin tener experiencia de gestión, sin tener cuadros dirigentes en las ciudades y pueblos… No es imposible, pero es muy difícil. El PP no depende de Cs, dependemos de nosotros mismos, yo soy optimista, pero hay que trabajar muchísimo para demostrarle a la gente que el Partido Popular es garantía de estabilidad, moderación y progreso en la España de hoy.

P. Lo cierto es que el resultado para el PP en Cataluña ha sido muy malo. ¿Qué lecciones debe extraer el PP de ello?

Me ha dolido el resultado del PP en las catalanas, pero no me ha extrañado: mis compañeros allí lo tenían muy difícil

R. Si dejamos de lado discursos prefabricados, es un resultado normal porque Cs era el principal partido de oposición con 25 diputados y por lo tanto era la referencia antes incluso de las elecciones; Arrimadas ha hecho una campaña magnífica y es una gran candidata, y Cs nació por y para la política catalana, es su fuerte…Me ha dolido el resultado obtenido por el PP, pero no me ha extrañado, mis compañeros allí lo tenían muy, muy difícil y han hecho todo lo posible. Ahora debemos de trabajar por recuperar, cuando toque, el voto prestado allí a Cs, estoy seguro de que parte volverá.

P. ¿Está su partido en crisis o, cuanto menos, un poco 'paralizado' por todos estos factores? ¿Cree que es necesaria una renovación?

R. Bueno, un partido político que no se renueva cada cierto tiempo es un partido que no evoluciona con la sociedad y por lo tanto pierde el pulso y la cercanía con la realidad a la que se enfrenta. A mí, más que la renovación de personas –que no digo que no haya que hacerla-, me interesa mucho más la renovación constante del discurso político en un partido como el nuestro que se declara “reformista”. No estamos en crisis, pero sí en un momento que nos exige a todos más esfuerzo, más acierto y, sobre todo, humildad.

P. Y el PP vasco, ¿cómo está de salud?

R. Somos un partido pequeño que tuvo una posición política identificable, muy necesaria como muro de contención frente a ETA, pero que tras la desaparición de ETA debe buscar una posición política que le dé utilidad. Nadie te vota por lo que has hecho sino por lo que prometes hacer en el futuro. Nos encontramos con un PNV que, cuando se modera, cuando no da miedo, nos 'roba' electores, lo cual es bueno para el país, pero nos dificulta las cosas. Y también hemos tenido cambios de liderazgo, claro, y eso nos dio algunos años de incertidumbre.

Ahora estamos en un momento bueno, sereno, con un líder como Alfonso Alonso que tiene una talla política que no tuvieron sus predecesores y estamos pudiendo demostrar que podemos pactar con el PNV y con el Gobierno vasco. De hecho, hemos llegado a un pacto fiscal y hemos pactado unos presupuestos. Mantenemos una posición contundente de oposición, pero con acuerdos, como digo sobre aspectos que creemos que son buenos para el país. Eso nos da una posición relevante con nueve parlamentarios solo. Veremos esto adónde nos lleva. Espero que se valore... y mire, nosotros teníamos serias dificultades para encontrar cargos electos. Yo fui concejal con 19 años no porque fuera un tipo superdotado, sino porque no había nadie.

P. Se habla de que el PP ha descuidado un poco en los últimos tiempos lo que algunos denominan 'hacer política', en favor de la gestión cotidiana que, por lo demás, también ha sufrido algunos embates como el colapso en la A-6.

Hay que responder con mucha humildad ante situaciones como la A6, y ahí alguien falló estrepitosamente. No me sentí representado

R. Ya casi es un mantra esa apelación a “hacer política”, pero política se hace, y mucha, lo que sucede es que la propia política se ha transformado y no va a dejar de hacerlo, al menos en el mundo libre y desarrollado, y lo normal es que aún midamos con parámetros que ya no sirven fenómenos actuales. Ahora la batalla política es también una batalla cultural, es también presencia constante e implantación, es ausencia de rigidez, es combinar adaptación a los cambios con liderarlos, es mucha humildad combinada con firmeza y determinación…por lo que hay que responder, respondiendo a la otra parte de su pregunta, con mucha humildad ante situaciones como la provocada por la última nevada, y ahí algún responsable falló estrepitosamente, lo digo como lo siento, no me sentí para nada identificado ni representado.

P. ¿Y yendo ya a un terreno más personal, Borja, por qué se metió usted en política? ¿Cómo le dio por ahí?

R. En mi casa no había tradición. Yo estaba deslumbrado por la figura de Gregorio Ordóñez que era lo que yo soy ahora, presidente del PP de Guipúzcoa y parlamentario. Yo le conocí en 1993 y le mataron en 1995. Él tenía una doble característica; era valiente a la hora de referirse a ETA y de combatir el nacionalismo obligatorio, pero por otro tenía un discurso que hoy sería muy moderno.

Gregorio Ordóñez decía que tenía que servir a todos los ciudadanos, le hubieran votado o no: eso no lo dice hoy ningún político

Ordóñez decía, y puede parecer que son obviedades pero que yo no las escucho hoy a ningún político, que tenía que servir a todos los ciudadanos, le hubieran votado o no… es más: que tenía que tratar bien y resolver los problemas que cualquier ciudadano le llevara al ayuntamiento -porque él también era concejal- aunque fuera de Herri Batasuna. Que los ciudadanos no podían entrar en el Ayuntamiento con un problema y salir con dos...

Cosas, en fin, que hoy parece que se están 'inventando' pero que ya se decían en 1993. A mí me deslumbraba esa forma de entender la política. Eso, por un lado. Por otro me asfixiaba el ambiente que se respiraba en el País Vasco; no poder decir que eras español, con normalidad en tu propia tierra. Y un día me cogí un tren desde Irún, me acerqué a la sede del PP y me afilié. Gregorio me ofreció ser concejal y ahí empezó todo.

P. ¿Quiénes han sido sus referencias en política, además de Gregorio Ordóñez?

R. Pues sin duda Kennedy o Churchill porque me gusta mucho la política anglosajona. También David Cameron, que pronunció una frase, que deberíamos haber aplicado en el PP y que me gustó. Cuando se debatía la ley del matrimonio homosexual, él dijo: ‘Creo tanto en la familia que no se la negaría a nadie’. Esa valentía, ese liderazgo que un político es capaz de ejercer, me parece fundamental.

P. ¿Se ve plantea el salto a la política nacional?

R. Lo que no me veo es siempre en política. En algún momento habrá que coger alguno de los trenes que pasen, porque algún día dejarán de pasar. Lo cierto es que, si la política ‘engancha’, como una droga, la política vasca más. Creer que tú puedes aportar algo para transformar la realidad, en tu entorno mejore, es apasionante. En el País Vasco más porque suponía ser revolucionario, y eso es un ‘subidón’. Ser revolucionario contra el poder establecido que representaba ETA o el nacionalismo obligatorio. Yo pensé que cuando ETA dejara de existir, mi razón de ser en política también. Pero no, siempre hay retos.

P. ¿Cuáles son sus mayores competencias de liderazgo? ¿Qué destacaría de usted?

R. Intento controlar mi ego. Me gusta la gente, me sigue gustando, después de tantos años. Me gusta escuchar y me pongo en crisis habitualmente. Pero por egoísmo, porque creo que eso me ayuda a mejorar. Y procuro estar con gente que piensa diferente a mí.

P. ¿Y qué le gustaría hacer cuando deje la política?

R.  Me iría fuera. A un país anglosajón. Estados Unidos, por ejemplo. Y me interesa el mundo de la empresa privada, aunque hay instituciones que tienen mucho interés público y mucha proyección. Ya veremos.