Política | Un café con Euprepio JUAN CARLOS GIRAUTA

"Después de escupir a un ministro, ¿qué viene? Recuerda a la II República"

El portavoz de Ciudadanos en el Congreso reflexiona sobre el creciente clima de tensión en el Hemiciclo y repasa los retos que afronta Albert Rivera

"Después de escupir a un ministro, ¿qué viene? Recuerda a la II República"

El portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Juan Carlos Girauta. GIULIO M. PIANTADOSI

Si tuviera que buscar un solo adjetivo para definir a Juan Carlos Girauta, no podría hacerlo. No podría porque su personalidad, su preparación, su formación y su experiencia política y profesional son tan amplias que le convierten en uno de los líderes más poliédricos con los que he coincidido en los últimos tiempos.

Transversal, sin ninguna duda, porque una de las personas menos dogmáticas que conozco. Tan es así que una de las afirmaciones más sorprendentes que vierte en sus respuestas es su desapego a las ideologías, y su defensa, eso sí, a ultranza, de los valores. Preparado, y mucho. Girauta es licenciado en Derecho y cursó después una maestría en Administración de Negocios en ESADE. Ha sido consultor, asesor de empresas, escritor y más recientemente político, aunque lleva en la política desde que tenía uso de razón.

Pasó por el PSOE, que abandonó con tristeza cuando en 1986 escuchó a algunos de sus conmilitones celebrar un atentado terrorista, el de Inestrillas, "porque había sido un golpista". Recaló en el PP, en cuyas listas fue en varias ocasiones, atraído por la defensa de la idea de España en un predio tan difícil como Cataluña, su tierra. Ahora Girauta ha encontrado por fin su sitio y su acomodo, intelectual e ideológico, en Ciudadanos: un proyecto que le enamora y con el que consigue ilusionar a su interlocutor.

Sólido y eficaz dialéctico, es un hombre cultísimo. Se ve a la legua. Expresa sus ideas con sencillez no exenta de brillantez... con contundencia, sí, pero también con extrema amabilidad. Así concibe Juan Carlos Girauta la política y así concibe la España con la que sueña. Una España que afronte con valentía y eficacia el futuro, que lidere una gran transformación educativa y tecnológica y que deje un legado a las futuras generaciones mejor que el que él encontró. Solo ese día, me dice emocionado y mirándome a los ojos, podré dejar la política e irme a mi casa feliz. Ha sido todo un placer para mí el compartir este café dominical con el portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Juan Carlos Girauta.

Pregunta.- ¿Cómo se siente en este hemicirco, señor Girauta, donde más que política se hace espectáculo y que a muchos ciudadanos les indigna cada vez más?

Respuesta.- Tienen razón. Yo soy muy serio en este asunto y me todo muy en serio el parlamentarismo. Para mí, es muy solemne. Lo es desde que, ya muy joven, me decidí a estudiar derecho porque me atraía especialmente el derecho político. He tenido siempre ese sentido reverencial y cuando esta semana pasó lo que pasó (el incidente de Gabriel Rufián) recordé mis lecturas de algunos diarios de sesiones de la Segunda República. No estoy haciendo un paralelismo, pero sí me vinieron a la cabeza otras épocas en las que la espiral del insulto y de la ofensa es difícil de parar. Porque … después del insulto y de escupir a un ministro, ¿qué viene?

P.- O sea que usted considera que ha habido escupitajo porque ahora hay teorías sobre si lo ha habido o no...

R.-: Yo considero que sí por una razón muy sencilla. El señor Borrell es una persona muy seria que está de pie contestando a una pregunta del señor Rufián.

P.- … si se puede llamar pregunta a lo del señor Rufián...

R.- Bueno, pues Borrell se mantuvo de pie mientras la presidenta advertía tres veces al señor Rufián, le expulsó, le siguieron los diputados de ERC y el señor Borrell se mantuvo erguido esperando de pie. Y repentinamente hizo un gesto que se vio que no es un invento ni es instintivo... no hablamos de un payaso, con mis respetos a los payasos... hablamos de un señor muy serio, que tiene más de 70 años y que si hace ese gesto es que le han escupido. Y cuando señala a un señor en concreto le dice: 'Eres tú el que me ha escupido'. Por tanto, no hace falta que tengamos una foto-finish del momento.

P.- ¿Cómo valora la imagen casi llorosa de Ana Pastor, a la que casi se le escapó alguna lágrima? ¿Qué sintió al verla emocionada, más por el disgusto, y luego el hecho de la retirada de las palabras "fascista" y "golpista"?

R.-: Yo lo pasé mal por ella. Tengo una relación personal con Ana Pastor, soy portavoz y aparte de verla cada semana en la Junta de Portavoces, hablo a menudo con ella y le tengo mucho cariño. Sé que es una persona auténtica, muy auténtica. Y muy seria. Ella es médico, y sigue manteniendo un alto nivel profesional y además de efectuar con mucho rigor su papel como presidenta en el Parlamento es una bellísima persona. A mí, que estaba conmocionado por la falta de solemnidad ante lo que estaba sucediendo y que vi que estaba al borde de llanto, me dolió. Lo de menos es la retirada o no de esta o aquella palabra del diario de sesiones. Por varias razones, siendo la primera el hecho de que es esa es su atribución. La palabra "fascista" referida a nosotros (los diputados de Ciudadanos) o al ministro Borrell, es un insulto. La palabra "golpista", referida a Junqueras o a Puigdemont, es una descripción. Miré, hay una cuestión muy sencilla. No existe un delito de Golpe de Estado; hay un delito de sedición, otro de rebelión, pero Golpe de Estado es una expresión técnica. Hay que irse a principal jurista del siglo XX que es (Hans) Kelsen, y encaja... ¡perfectamente! Dicho esto, es su atribución (retirar o no el término del Diario) y yo la respeto… y no era un día (el miércoles) para ‘tocarle las narices’ a la presidenta del Congreso. Y como ella ha aclarado, retirar una palabra del Diario de Sesiones, no significa borrarla. Significa que la palabra queda escrita en el Diario de Sesiones para siempre y al lado se pone ‘se ha retirado’. Dentro de dos siglos, se verá la escena…

La palabra "fascista" referida a nosotros o a Borrell, es un insulto. La palabra "golpista", referida a Junqueras o a Puigdemont, es una descripción

P.- Usted llega a la política tarde, señor Girauta. Con 53 años. ¿Ha merecido la pena?

R.- Sí porque estoy en un proyecto que tiene la genuina decisión de que hay que cambiar este país, en el sentido de la regeneración y de la aplicación de políticas nuevas frente a otros muy rancias que no funcionan ya. Y además porque es el único grupo que tiene un proyecto nuevo para España. Es esa sensación de sentir lo que uno sentía cuando oía hablar a Felipe González en 1981, 1982 o a José María Aznar cuando llegó al Gobierno, en 1996. Puede gustar uno más que otro, pero no se puede negar que ellos eran catalizadores de las esperanzas legítimas de muchos ciudadanos que decían por fin hay un proyecto para España, que en cambio no ha existido con Zapatero ni con Rajoy. En este momento, el único líder capaz de catalizar eso es Albert Rivera.

P.- Se han vertido a veces críticas contra su partido acerca de una cierta falta de definición ideológica, como cuando eclosionó aquel debate sobre si Ciudadanos asumía más o menos el término liberal, por ejemplo. Acláreme cuáles son los pilares que deben llevar al señor Rivera a esa categoría que elevó a González o a Aznar.

R.- Un líder del siglo XXI, sí. Aunque le parezca sorprendente, tener una ideología ahora es un problema. Lo que hay que tener ahora es un ideario. Unos valores que presidan tu acción y que están basados en el derecho Natural: no hagas daño si puedes no hacerlo, aprovecha el potencial que tienes… tenemos una juventud maravillosa y es indecente que esté condenada al paro en una proporción tan alta.

Ese tipo de cosas no son ideología, son ideario. Yo veo la ideología como la veía Revel, como unas anteojeras que le ponen a los burros para que solo vean una parte de la realidad. Tiene problemas, como por ejemplo que, como tiende a ser omniexplicativa, los fenómenos nuevos que no tienen que ver con el mundo anterior, se colocan en alguna casilla del mundo anterior hasta que uno no entiende nada de la realidad, que es lo que les pasa a muchas formaciones políticas. Y por ello no ven cosas que otros, que no tenemos prejuicios, si vemos. Nosotros vemos una revolución tecnológica que va a cambiar el mundo. Una revolución de dimensiones equiparables a la que ocurrió en Europa entre 1890 y 1910 y que se verá en las calles, en la vida de la gente, en sus formas de trabajo y de relación…

No se puede negar que González o Aznar eran catalizadores de las esperanzas legítimas de muchos ciudadanos que decían por fin hay un proyecto para España

P.- Esto ya lo hemos visto en la Francia de Macron; hablar menos de un partido y más de lo que es el Derecho Natural y la vida de los ciudadanos. ¿Esta España preparada para todo esto? ¿Es el momento de imponer ya un criterio según el cual los conceptos izquierda y derecha vayan diluyéndose?

R.- Hay una evidencia de cosas como el hecho de que una formación como la nuestra, que se resiste a la catalogación clásica de izquierda y derecha, tiene en todos los sondeos un suelo del 20 por ciento de expectativa. Si se lo hubieran dicho hace unos cuatro o cinco años a los analistas políticos, hubieran pensado que quien lo decía estaba loco. Y en cuanto a si España está preparada, creo que sí. Quien no está preparado, probablemente, es el establishment. Porque por muchos esfuerzos que hagan siguen pensando sobre las viejas categorías, porque al ser humano, renunciar a categoría que le han servido, le cuesta mucho. Uno tiene que ser curioso y tener ganas de vivir y de ver lo que viene para hacer el esfuerzo de olvidarse de aquello que sirvió y valió para cambiar el mundo pero que ya no vale.

P.- Pero el Sistema, señor Girauta, sigue teniendo un peso brutal, en los medios…

R.- Ya, pero menos que antes.

P.- Se lo digo porque en Francia, la persona que ejerció como catalizador y enarboló la bandera de frenar a la extrema derecha y a los populismos, el señor Macron, recibió el apoyo y el respaldo de ese establishment. ¿Esto puede pasar en España?

R.- Quizá no tan rápido. Francia tiene un mayor respeto que nosotros por la educación. Allí, los debates intelectuales son de mayor nivel y no se ha usado la educación como arma política. En Francia, durante muchos años, uno de los programas de mayor audiencia era sobre literatura. No nos olvidemos de esto. Pero salvando las distancias, y lo digo con dolor porque me gustaría que en eso fuéramos como ellos, el establishment, por ejemplo, en los medios de comunicación, tiene que admitir que ellos tampoco saben explicar lo que sucede. La influencia que tenía un diario nacional de papel hace quince años era enorme y la que tiene ahora es muy pequeñita. Antes marcaba casi las decisiones políticas si tenía suficiente peso. Hoy, unos leen solo titulares, otros solo medios alternativos, otros hacen un combinado y se crean su propia tribu.

España no ha sabido hacer un contrarelato sobre Cataluña. Tiene tantísimos argumentos para explicarse y los ha usado tan poco que da vergüenza

P.- ¿Y la televisión tiene el mismo peso?

R.- La televisión tiene más peso que los medios escritos, pero menos que antes porque compite en su mismo hardware con las plataformas digitales. Uno va viendo la enorme comodidad de seguir viendo la serie que está viendo… y para qué va a ver los anuncios… aquí se desplaza una cuota cada vez mayor y la influencia de la televisión tradicional es cada vez más reducida. Yo creo que se influye mucho más en los programas no informativos que en los informativos. Si yo quiero crear cambios de actitud que al final sean clave, vale más una serie de televisión que controlar un informativo.

P.- Vayamos a Cataluña. Aparte de su éxito extraordinario, muy repetido y ensalzado y que yo creo que debería haberlo sido más, no cree que perdieron una oportunidad de presentarse ante un Debate de Investidura, aunque se supiera que iba a ser fallido.

R.- Podemos habernos equivocado…

P.- Yo así lo he mantenido…

R.- Sí, pero la decisión yo se la puedo explicar. Otra cosa es que se considere que fue acertada (esa decisión de no presentarse) o no, pero no fue una frivolidad y estaba muy fundamentada. El nacionalismo tiene una gran baza que es la afición al unanimismo, que es una palabra que no existe, pero debería existir. Lo demás son debilidades, pero esa es su gran baza. En el momento en el que había una mayor división entre ellos, si les damos la baza de ese Debate de Investidura que no íbamos a ganar por razones aritméticas, se hubieran presentado como bloque unánime, cuando no lo son. Eso fue. ¿Fue correcto? No lo sé. Pero ese fue el fundamento.

P.- A nivel internacional, señor Girauta, ¿esto cómo se ve? Porque yo viajo y veo que el problema secesionista tiene un peso grande en muchos medios en el exterior.

R.-España no ha sabido hacer un contrarelato. España tiene tantísimos argumentos para explicarse y los ha usado tan poco que da vergüenza. No se entiende que los últimos Gobiernos españoles, el de Rajoy y el de Sánchez, no hayan hecho nada o incluso cosas contraproducentes. Recuerdo que el portavoz ‘de facto’ sobre este asunto en los últimos Gobiernos de Rajoy… ¡era el ministro de Asuntos Exteriores! Parecía elegido para tirar piedras sobre el propio tejado. Ahí pesó la ineptitud de los antiguos gobernantes, déjeme decirlo así, y este Gobierno es bastante inepto, pero debo reconocer que el señor Borre tiene claro al menos que tiene que hacer un contrarelato. Pero cuando el otro (los independentistas) tienen tanto tiempo de propaganda bien engrasada por profesionales no es fácil. Y nuestro Ejecutivo, el Gobierno de España, no debe ser visto como un contrincante sino como quien legítimamente tiene las razones de España, y ahí tendrá todo nuestro apoyo. Somos una gran Nación y una de las más descentralizadas del mundo. Nunca los catalanes, y yo lo soy, hemos tenido mayor autogobierno que en esta democracia y de lo que estamos hablando no es más que propaganda de una ideología muy vieja que se llama nacionalismo, que viene de su país (Italia) y del siglo XIX.

Todos hemos roto amistades, hay familias rotas, hay crispación en el ambiente. Eso no tiene una solución de hoy para mañana

P.- ¿Qué solución tiene este problema? Parece casi como si se necesitara una fórmula mágica y que nadie, de entre miles de analistas, avista un futuro halagüeño.

R.- ¿Sabe por qué parece mágico? Porque esa pregunta no tiene respuesta. No podemos pensar en problemas como el catalán, muy complejos y arraigados, en términos de solución. Porque la palabra solución, a la gente le sugiere que puede llegar un día en que se halle y se aplique y de repente, el problema deje de existir. Tratemos a la gente como adulta y madura; en Cataluña se ha roto la sociedad. Yo soy catalán. Todos hemos roto amistades, hay familias rotas, hay crispación en el ambiente. Y ello en una proporción de mitad y mitad. Eso no tiene una solución de hoy para mañana. ¿Qué debemos hacer los políticos? Primero entender esto y explicarlo y segundo, aplicar las herramientas democráticas y no salirse ni un milímetro de la ley. Porque todo radica y nace de la intención y de la acción de personas que, por la vía de los hechos consumados, quieren cambiar el régimen político. Romper la integridad territorial, escoger ellos a los jueces y promulgar leyes que no caben en el ordenamiento jurídico español. Pretenden crear ‘ex novo’ una entidad nueva que derogue el resto.

El Golpe de Estado del que hablábamos antes. Se dice: ‘Oiga, es que con la ley no solucionaremos el problema’. Ya; es que el problema se solucionará con años, con entendimiento y con gente que escriba novelas y que hagan pensar y sentir a otros… y con foros en los que se hable, y con gente que reconozca y se dé cuenta de que fue engañada… y eso lleva tiempo. Ese es un papel de los políticos, pero también de todos. De los intelectuales, de los artistas… ¡de todos! Los políticos no somos dioses, somos menos importantes de lo que la gente se cree… ¡porque no debemos entrar en la vida privada de las personas!

P.- ¿Vamos a una italianización de la política española? Porque llevo aquí muchos años y voy viendo pasitos. Y aunque la sociedad española no tiene nada que ver con la italiana, a pesar de eso que se dice de que somos primos hermanos, veo algunas señales de semejanza en la evolución de la política española.

R.- La política es menos importante de lo que la gente se cree. Y no hay soluciones políticas para todos los problemas. Creerlo es absurdo. Esto de decirle a la gente: ‘Mira, a partir de ahora, cuando vayas a ligar tienen que decirte explícitamente… y que lo puedas demostrar, claro, porque si no, es delito…’ Oiga, mire usted, el ser humano es ambiguo, tiene sutilezas y matices… ¡no me venga usted con una norma em blanco y negro a meterse en la cama del ciudadano! A ese tipo de cosas me refiero. Tenemos que ser más modestos y la esfera privada es sagrada, y para un liberal más. Ahora, respecto a que la gente vive la vida por su cuenta, pues claro. Y quien genera la riqueza en los países son las empresas, los emprendedores. Y el Estado, lo que debe hacer es repartirla. La prueba es que en Italia había una sociedad vibrante, y una economía próspera, empresas muy competitivas, moda, arte, diseño… y siempre con gobiernos débiles que duraban unos meses. Aunque lo de ahora es más preocupante, y por cierto son socios de los nacionalistas catalanes. También digo que es muy injusto que ahora se valore a Italia por Salvini, porque Italia es el país que ha salvado centenares de vidas en el Mediterráneo.

Es muy injusto que ahora se valore a Italia por Salvini, porque Italia es el país que ha salvado centenares de vidas en el Mediterráneo

P.- Sí señor, y Europa no ha hecho nada. Yo soy muy crítico con Salvini y tengo que explicarle a la gente que en Italia han llegado en los últimos años 500.000 inmigrantes que no tienen la misma cultura, ni la misma religión ni tienen familia, no como la inmigración, mucho más pequeña, que ha habido en España.

R.- Lo sé porque he sido eurodiputado y sé que cuando Europa no destinaba ni un euro, la marina italiana salvaba vidas por centenares de miles. Una cosa es Italia y otra es Salvini.

P.- Me alegra escucharle, señor Girauta. Italia no es un país racista y una cosa es Salvini y otra Italia, que fue también un país de emigrantes. Cambiando de tema: ¿elecciones cuanto antes, o no tan pronto?

R- Mi opinión es que serán pronto pero no lo sé. Es una prerrogativa del presidente del Gobierno.

P.- ¿Y las puede ganar Rivera?

R.- Sí. Estamos compitiendo en la liga de los partidos de Gobierno. Podemos, por cifras, ha quedado estancado y en este momento hay tres partidos que pueden ser partidos de Gobierno, pero tendrán que pactar de alguna manera.

P.- ¿En qué diferenciaría a Rivera de Casado?

R.- No contestaré como un aparachik, porque no lo he sido ni lo soy. Tengo respeto personal por Pablo Casado. Pero Rivera nunca diría que comparte los mismos valores que Vox, y Casado lo ha dicho. Rivera, jamás en la vida, se repartiría el pastel del CGPJ. Y Casado lo ha hecho y se ha tenido que echar atrás. Rivera jamás le diría a alguien del PP que retirara lazos amarillos en Cataluña, que está crispando. Y Casado lo ha hecho. Todo esto, insisto, colocando por delante que tengo respeto personal por Pablo Casado.

Rivera nunca diría que comparte los mismos valores que Vox, y Casado lo ha dicho. Rivera tampoco se repartiría el pastel del CGPJ

P.- ¿Hay algo que le guste de Pedro Sánchez como líder?

R.- Todo el mundo tiene algo bueno y yo tengo que decir que cuando negociamos el ‘Pacto del Abrazo’ con el PSOE, él compartía con nosotros una visión de España. ¿Por qué la ha cambiado? No me ha gustado. Por su voluntad de mantenerse. Pero entonces (marzo de 2016) fue muy fácil llegar a acuerdos con su equipo sobre regeneración y acerca de cambiar políticas rancias que no funcionan. Y nadie que sea un idiota llega a la presidencia del Gobierno.

P.- ¿Qué quiere ser de mayor, señor Girauta? ¿Qué sueño le queda?

R.- Me gustaría coronar este proyecto apasionante en el que estoy gracias a Albert, viendo a Ciudadanos gobernar España y emprender el gran cambio, la gran transformación. Y dejando atrás aquella condena de Unamuno del ‘que inventen ellos’, que vale mucho todo Unamuno, pero no esta frase. Quiero ver a mi país acometiendo la gran revolución educativa y tecnológica. ¡Y con ganas de estar en el pelotón de cabeza! Ese día, seré feliz y me volveré a mi casa.

Salir de la versión móvil