Gabriel García Márquez la consideraba su mejor novela. Un viejo coronel que participó en la llamada Guerra de los mil días, un enfrentamiento civil entre conservadores y liberales que tuvo lugar en Colombia entre 1899 y 1902, y que vive pobremente en un pueblo de la costa, baja cada día a la estafeta de correos con la esperanza de recibir la carta con la confirmación de una pensión que nunca llega. El coronel no tiene quien le escriba es la narración de una injusticia lacerante que, sin embargo, no logra quebrar ni la moral ni los valores de un buen soldado.

Nuestro coronel, Diego Pérez de los Cobos, también es un cabal funcionario público, que ha servido a su país y a la Guardia Civil a la que pertenece, y que se ha jugado el puesto precisamente por defender los valores en los que cree y que fueron los que le llevaron a ingresar en el Instituto Armado. Pero, a diferencia del protagonista de la novela de García Márquez, Pérez de los Cobos sí tiene quién le escriba.

Durante la última semana no ha hecho más que recibir llamadas de apoyo, cartas, mensajes... Gente de todo tipo. Muchos de ellos conocidos a lo largo de tantos años de servicio, otros que sólo tienen de él la referencia de sus actos, de su brillante hoja de servicios.

Durante esta semana, Pérez de los Cobos, ha recibido cientos de llamadas y mensajes de apoyo. Entre ellos, algunos de dirigentes socialistas

Desde la concentración espontánea de vecinos de Tres Cantos a las puertas de su unidad el pasado lunes, a magistrados, políticos de izquierda y de derecha, profesionales..., todos han querido manifestarle su solidaridad, su apoyo, ante un acto arbitrario, injusto y que ha puesto de relieve una grosera falta de respeto por parte del ministro del Interior a la separación de poderes, que es la base de una auténtica democracia.

Los hechos ya los conocen. Dos mandos de la Guardia Civil (los generales José Antonio Berrocal y Fernando Santafé) llamaron al coronel el domingo 24 de mayo por la noche para que éste les informara si conocía unas diligencias que agentes de su comandancia (en labores de Policía Judicial) habían entregado el jueves 21 de mayo a la juez Carmen Rodríguez Medel, que instruye la causa por la posible incidencia de la manifestación feminista del 8 de marzo celebrada en Madrid en la extensión del Covid-19 y en la que se investiga al delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco.

El coronel les dijo a sus superiores que no tenía noticia de la entrega de esas diligencias (se trataba del polémico informe que ha sido objeto de un contrainforme por parte de la Abogacía del Estado), dado que él no tenía por qué estar al tanto de las citadas actuaciones, ya que, en caso contrario, podría estar cometiendo un delito de revelación de secretos.

Acto seguido, recibió la llamada de la directora general del Cuerpo, María Gámez, que mantuvo con él una conversación, más o menos, en siguientes términos:

-M. Gámez: "Usted sabía de la entrega el pasado jueves de unas diligencias de agentes de su Comandancia al juzgado de instrucción número 51 de Madrid".

-D. Pérez de los Cobos: "Ni lo sabía ni tenía porqué saberlo. Ya he informado de ello a mis superiores".

-M. Gámez: "Usted debía haber dado cuenta de ello".

-D. Pérez de los Cobos: "Insisto, no podía haber informado porque yo no sabía nada sobre esas diligencias".

-M. Gámez: "Pues le comunico que queda usted destituido de su cargo porque tendría que haber informado a la superioridad, o bien tendría que haber impartido las instrucciones precisas para estar al tanto de un asunto que es especialmente sensible para el Gobierno".

-D. Pérez de los Cobos: "¿Me está usted hablando en serio?"

-M. Gámez: "Completamente. Es una decisión que ha adoptado la cúpula del Ministerio del Interior".

El martes 26 de mayo, el Director Adjunto Operativo (DAO) de la Guardia Civil, número dos del Cuerpo, el teniente general Laurentino Ceña, presentó su dimisión, en desacuerdo con la destitución de Pérez de los Cobos. Al día siguiente, el teniente general Fernando Santafé, número tres del Cuerpo, fue apartado de su cargo por el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska.

Cuando recibió la llamada de la directora general el domingo por la noche, la decisión de destituirle estaba ya tomada

Esta ha sido la mayor crisis que la Guardia Civil ha vivido desde la huida de Luis Roldán en 1994. Pero Roldán era un civil y un corrupto. Esto es otra cosa.

Aunque, curiosamente, Roldán fue el director general que destituyó por primera vez a Pérez de los Cobos, cuando el entonces teniente se negó a revelarle el nombre de un confidente que tenía infiltrado en ETA.

Con toda seguridad, cuando el coronel recibió las tres llamadas el domingo por la noche, tanto Moncloa como el Ministerio del Interior ya conocían el informe de la Guardia Civil. Entre otras cosas porque la juez Rodríguez Medel debió haberlo remitido casi inmediatamente después de haberlo recibido a la Abogacía del Estado, parte en la causa.

Lo que provoca su destitución, por tanto, no es el hecho de no haberles remitido el informe a sus superiores o a la directora general del Cuerpo, sino no haber sido lo suficientemente servil como para no haber dado la alarma a sus jefes cuando el documento fue concluído. Las llamadas del domingo 24 de mayo son, por tanto, una excusa, ya que la decisión de cortarle la cabeza estaba ya tomada.

El gobierno de coalición vive momentos de acoso y cada semana tiene que hacer virguerías para mantener su exigua mayoría parlamentaria. Sabemos, porque lo han dicho públicamente sus líderes, que tanto ERC como En Comú Podem querían ver a Pérez de los Cobos apartado de su cargo, al considerarle responsable de la represión con ocasión del referéndum ilegal del 1-O. Ayer tuvimos conocimiento del pacto alcanzado entre el Gobierno y los independentistas catalanes para que éstos apoyen una prórroga del estado de alarma durante otros quince días. Es razonable pensar que la patada al coronel ha animado a ERC a apoyar de nuevo al Gobierno de Sánchez.

Es razonable pensar que la patada al coronel ha animado a ERC a apoyar de nuevo al Gobierno de Sánchez

La razón esgrimida en sede parlamentaria por parte del ministro del Interior de que su apartamiento de la jefatura de la Comandancia de Madrid forma parte de una "remodelación de equipos" suena a excusa improvisada.

La decisión no sólo ha provocado la airada respuesta de Ciudadanos, PP y Vox, que han pedido la dimisión de Grande Marlaska, sino que ha disgustado a dirigentes del PSOE y a algunos ministros.

Margarita Robles, ministra de Defensa -departamento del que parcialmente depende la Guardia Civil- eludió ayer defender a su compañero de Gabinete cuando El País le preguntó por la destitución de Pérez de los Cobos: "A mí no me corresponde entrar a valorar las decisiones que haya tomado en el ámbito de sus competencias el ministro del Interior".

Sin duda, como también declaró Robles en la misma entrevista, no hay ningún riesgo de "insubordinación" por parte del Insituto Armado. Ni las Fuerzas Armadas, ni la Guardia Civil van a participar en ninguna asonada. Tanto sus mandos como su tropa saben perfectamente cuales son sus deberes constitucionales.

La cuestión no es si la Benemérita va a ser disciplinada a las ordenes del Gobierno, sino si Grande Marlaska se ha excedido en sus funciones.

El coronel Pérez de los Cobos no ha hecho nada que justifique su destitución, que, con toda seguridad, terminará siendo investigada judicialmente.

Uno de sus mejores amigos concluye: "Conociendo a Diego, esto no se va a quedar así".

Nuestro coronel no ha dicho todavía su última palabra.

Gabriel García Márquez la consideraba su mejor novela. Un viejo coronel que participó en la llamada Guerra de los mil días, un enfrentamiento civil entre conservadores y liberales que tuvo lugar en Colombia entre 1899 y 1902, y que vive pobremente en un pueblo de la costa, baja cada día a la estafeta de correos con la esperanza de recibir la carta con la confirmación de una pensión que nunca llega. El coronel no tiene quien le escriba es la narración de una injusticia lacerante que, sin embargo, no logra quebrar ni la moral ni los valores de un buen soldado.

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