Jimmy Kimmel reapareció este martes en su plató de Hollywood tras seis días de suspensión que le convirtieron, sin proponérselo, en bandera improvisada de la Primera Enmienda, aquella que protege la libertad de expresión. El regreso fue anunciado como si se tratase de un evento histórico, y en parte lo fue: el cómico apareció emocionado, sarcástico y desafiante, dispuesto a defender tanto su lugar en la televisión como el derecho a hablar sin miedo a represalias.
El programa se abrió con un montaje de informativos que presentaban su retorno como "uno de los momentos más decisivos en la historia de la televisión". Acto seguido, Kimmel y su inseparable Guillermo Rodríguez aparecieron disfrazados de tigre y plátano, para cortar la tensión con un chiste inmediato: "Tal vez deberíamos cambiarnos". La ovación del público, de pie, tardó minutos en ceder.
El monólogo, largo y cargado de matices, pasó de la comedia al desahogo personal. Kimmel agradeció el apoyo de colegas de profesión –Stephen Colbert, John Oliver, Conan O’Brien–, pero también de políticos y comentaristas conservadores a los que habitualmente critica: "Quiero agradecer a quienes no apoyan mi show ni lo que creo, pero apoyan mi derecho a expresarlo", dijo, citando a Mitch McConnell, Rand Paul e incluso a Ted Cruz. "Algunas de sus palabras me dan ganas de vomitar, pero tuvieron el coraje de hacerlo".
"Yo también me habría sentido ofendido"
Después, con voz entrecortada, afrontó el núcleo de la controversia: sus palabras del 15 de septiembre sobre el asesinato de Charlie Kirk. "Nunca fue mi intención hacer burla de la muerte de un hombre", reconoció. "Entiendo por qué sonaron a destiempo o poco claras. Si la situación se hubiera invertido, yo también me habría sentido ofendido". Recordó que había expresado públicamente sus condolencias el mismo día y reiteró que el crimen no representaba a ninguna ideología, sino a "una persona enferma que creyó que la violencia era una solución, y no lo es".
El momento más solemne llegó al evocar a Erika Kirk, la viuda del activista, quien en el funeral declaró haber perdonado al asesino. "Eso es un acto de gracia que me conmovió profundamente", dijo Kimmel con lágrimas visibles. "Si hay algo que deberíamos llevarnos de esta tragedia, es eso, y no la rabia ni la manipulación política".
Pero tras la emoción, la sátira volvió a ocupar su sitio. Kimmel proyectó un vídeo de Donald Trump celebrando su despido y afirmando que "no tenía talento ni audiencia". La réplica fue inmediata: "Pues hoy tengo audiencia", sonrió, con el público rugiendo. "Intentó cancelarme y lo único que consiguió fue que millones de personas vieran el programa. Le salió mal, muy mal". También se permitió una pulla sobre el posible contraataque presidencial: "Quizá tenga que publicar los archivos de Epstein para distraernos".
Cameo de De Niro
La política no fue el único ingrediente. Hubo espacio para las señas de identidad del programa: Guillermo hizo de partenaire cómico, y los invitados de la noche –el actor Glen Powell y la cantante Sarah McLachlan– ofrecieron el contrapeso de la promoción cultural y la música en directo. La autoparodia se mantuvo con referencias a viejas bromas de la casa, incluida la eterna pelea ficticia con Matt Damon. Incluso hubo cameo sorpresa: Robert De Niro apareció en un sketch caracterizado como un capo mafioso que se hacía cargo de la FCC, parodiando las amenazas regulatorias.
Aun así, lo que quedó de fondo fue el discurso. Kimmel calificó de "antiamericano" que un gobierno intentara silenciar a un cómico y reprochó al presidente haber celebrado que cientos de trabajadores pudieran perder su empleo porque "no soporta un chiste". Subrayó que Disney, su empresa desde hace 22 años, había tomado un riesgo al readmitirlo: "Injustamente, esto los pone en peligro. Pero eligieron apoyar este programa".
Trump: "No es divertido"
No todos pudieron verlo. Las cadenas afiliadas de Nexstar y Sinclair, que controlan más del 20 por ciento de la cobertura de ABC, mantuvieron su veto, rellenando el horario con programación local. En cambio, en las grandes ciudades el retorno se emitió en directo, con colas de seguidores a las puertas del teatro El Capitan en Hollywood Boulevard. Algunos portaban pancartas de bienvenida con lemas patrióticos como "Liberty" o "Welcome Back Jimmy".
La reacción, como recoge el New York Times, ha sido tan polarizada como lo está el país: Ben Stiller calificó el monólogo en redes de "brillante", mientras sectores conservadores lo acusaron de fingir sus lágrimas. El propio Trump, minutos antes de la emisión, había escrito en su plataforma que ABC "ponía en riesgo" a la cadena con un presentador que, en su opinión, "no es divertido" y ofrece "99 % basura demócrata".
La frase que Kimmel repitió en el escenario resonó como declaración de principios: "Este show no es importante. Lo importante es que podamos tenerlo".
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1 Comentarios
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hace 58 segundos
Volverá a sus audiencias mediocres después de este episodio.
Kimmel sigue en antena por motivos políticos y no por méritos de audiencia, que es por lo que funciona normalmente este negocio.
Y no tiene audiencia porque no es gracioso, porque es un meme woke.