No es Furia la primera serie de televisión del cineasta Félix Sabroso (Las Palmas de Gran Canaria, 1968). Sí es, más o menos, su primera serie en solitario, esta vez para HBO. Hace veinte años, él y Dunia Ayaso firmaron Mujeres para TVE con producción de Almodóvar. Aquellos trece únicos episodios congregaron en La 2 a un millón de espectadores. Otros tiempos, otras audiencias. Entremedias, escribió y dirigió para otros en series como La que se avecina, Veneno y Mentiras pasajeras. Su película más famosa y taquillera es Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí (1997).

Ahora, tras la muerte en 2014 de Dunia Ayaso, Félix Sabroso de la Cruz crea, escribe y dirige Furia, ocho episodios de media hora con Carmen Machi, Nathalie Poza, Candela Peña, Cecilia Roth y Pilar Castro como cabezas de cartel. Le acompañan Jau Fornés y Juan Flahn en dirección y guion respectivamente. HBO Max estrena los dos primeros capítulos este viernes 11 de julio.

P.- ¿Por qué hacer Furia?

R.- Es una antología de ideas que me ocupan y me preocupan, y que las reúno todas en una misma serie. Aunque parezca una cosa variadita en la que cada capítulo empieza con un personaje, las historias se van cruzando cada vez más hasta que confluyen para hablar de la contemporaneidad. Es una especie de retrato coral y satírico del momento actual, de los tiempos locos en que vivimos, de la violencia como forma de expresión, de la falta de empatía con el prójimo, de la pelea por alcanzar los número uno, del egoísmo y de la neurosis colectiva.

P.- En Furia, la violencia estalla y se expresa de muy distintas maneras. ¿Qué tipos de violencia te preocupan? Al final de cada episodio, la protagonista coge una escopeta o amarra a otro personaje para desmembrar su pene… Pero hay otro tipo de violencia. El estar siempre guapa, el no envejecer, el número de followers [seguidores]…

R.- Todo eso es violencia también. El ser humano está sometido a muchísima violencia y lo entiende como su forma de comunicación, así que se expresa con la misma violencia. Cuando conocemos un poco a alguien, ya podemos quererlo y empatizar, pero de primeras, el prójimo es el enemigo, un elemento contra el que enfrentarse. Estamos en un momento social así. Lo que más me preocupa y trato de retratar en la serie es la negación de la realidad y la sordera colectiva. Es difícil escuchar al prójimo, saber qué le pasa; a lo mejor está en una batalla muy similar a la tuya.

P.- ¿Habría salido igual esta serie si la hubieses hecho antes de la pandemia?

R.- No creo que sea una cosa sólo pospandemia. Llevamos ya unos cuantos años; te diría incluso décadas. A finales de los años ochenta y principios de los noventa se empezó a establecer las bases del nuevo sistema neoliberal, cada vez más despiadado y posado sobre las cifras, los resultados económicos y la riqueza.

P.- Como guionista y director, te habrás visto sometido a esa dinámica. Uno hace una película y tiene que estar pensando en la segunda y luego en la tercera. Hace una serie y tiene que pensar en la segunda temporada.

R.- Estamos habituándonos a un ritmo despiadado. Nos hemos convertido en nuestros propios caciques. Nos explotamos a nosotros mismos en un juego del sistema inevitable. No podemos señalar a nada ni nadie concreto que nos esté poniendo la pierna encima. Y a la vez nos señalan como culpables de todo eso. No es muy fácil salir de esa rueda, de esa cuesta abajo sin freno a la que estamos sometidos.

Si hubiera hecho esta serie con personajes masculinos, el espectador acostumbrado a la acción y violencia no podría leer con tanta facilidad lo que pretendo transmitir

P.- Normalmente son hombres los que en pantalla ejercen la violencia. Mafiosos, antihéroes… Cuesta más ver a mujeres. ¿Te interesaba mostrar que las mujeres también tienen derecho a enfadarse, a pegar un puñetazo en la mesa y decir: 'Se acabó. Estoy harta'?

R.- Si yo hubiera hecho esta serie contando exactamente lo mismo con personajes masculinos, el espectador acostumbrado a ficción de acción, ficción de violencia, no podría leer con tanta facilidad lo que pretendo transmitir porque se convierte en una convención narrativa. En cuanto está protagonizado por personajes femeninos, lo lees de otra manera. Tiene más que ver con el fondo temático.

P.- Aquí, la tiranía no es sólo la belleza, sino también la edad. La mayoría del elenco son actrices que superan los 50 años.

R.- Me encantaba la posibilidad de hacer una serie donde fueran muchas mujeres protagonistas y todas superaban los 50 años. Es más fácil y natural contar conflictos humanos con personajes maduros que contarlos con personas sin suficiente experiencia ni dolor. Y ellas aportan muchísimo talento e información muy rica a sus personajes.

P.- A veces este juego que propones a las actrices es un poco 'meta' porque también hablas de la televisión.

R.- El edadismo es uno de los supertemas de la serie. Señalar a las personas cuando cumplen una edad o cuando llegan a un momento de sus vidas en las que pueden ofrecer más porque han acumulado experiencia, sabiduría, incluso una templanza natural. Eso, en el momento actual en el que todo es mercado, escaparate y espectáculo, está denostado. Yo ahora he cumplido 59 años y lo he sufrido en mis carnes. Como director he sufrido los intentos del mercado por excluirme y he tenido que luchar mucho para seguir trabajando.

P.- Entre tu filmografía están las películas de temática gay Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí (1997) y Chuecatown (2007). ¿Se podrían hacer ahora? ¿Habría que ser más políticamente correcto?

R.- El tiempo que estamos viviendo es muy confuso. Hay cosas que aparentemente han mejorado, una diversidad de contenidos en la ficción gracias a las plataformas. Hay muchas ventanas y el propio mercado solicita diversidad. Pero luego hay una estructura de lo políticamente correcto, de lo que se debe y no se debe decir, siempre desde una moral no establecida por la religión sino por las leyes de mercado, que es otra forma de censura. Eso sí está ocurriendo y nos manejamos con eso, pero siempre lo hemos hecho. La creación artística es siempre una puerta de salida a la realidad y a lo largo de la historia de la humanidad, los creadores siempre han tenido que enfrentarse a dificultades para salir adelante.