Del Domingo de Resurrección al pasado miércoles, poco más de un mes, las fechas calientes de la temporada en las que Sevilla y Madrid dictan sentencia. De aquel Domingo de Resurrección en el que tuvo que espabilar al ceremonioso tendido maestrante con el que "Pero, ¿qué queréis?" hasta la convulsión total en la Corrida de la Prensa de Madrid donde se llevó la simbólica Oreja de Oro dado que se le prohibió la auténtica, Morante de la Puebla se ha vuelto a elevar. Por encima de todo y de todos.

En poco más de un mes se cocina la temporada. A los registros propios de su condición de artista -otra vez lo puso de manifiesto en la feria de Jerez de noche por bulerías- une con arrogancia el golpe en la mesa del figurón. Nadie de los de su estirpe lo había hecho de esa manera, tan continua, tan indiscutible. Morante está mandando en el toreo, marcando época, elevado, insisto, por encima de todos. Mejor no personalizar.

De aquel pero qué coño queréis que no estáis coreando olés, que no estamos en misa o no tenéis ni idea, a sus paisanos se pasó unos días después a dejarse escuchar sin disimulo el grito de guerra de "¡José Antoniooo, Morante de la Pueblaaa!" que suena a Vals de Astráin (más conocido como Riau-Riau) de las fiestas de San Sebastián que el maestro organiza en su pueblo en enero. Un grito de pueblo a toda honra en la Real Maestranza de Sevilla. Morante es su pueblo, y torea como toreaba allí de niño.

Pepe Moral, David de Miranda y Morante de la Puebla, con los trofeos de triunfadores de la Feria de Sevilla.
Pepe Moral, David de Miranda y Morante de la Puebla, con los trofeos de triunfadores de la Feria de Sevilla. | EUROPA PRESS

Vaya si espabiló la gente en la Feria de Sevilla con Morante en las tres tardes siguientes, cada una con su punto de cocción. El lunes pasado, dos días antes de lo de Madrid, recogía en Sevilla los frutos de aquello. Posaba con los dos trofeos que le dio el jurado de El Corte Inglés como niño con dos balones reglamentarios la mañana del 6 de enero. Se fue con el par de estatuillas al micrófono y en menos de medio minuto la lio. Gracias a El Core Inglés, gracias al jurado y gracias a Sevilla porque es la que le inspira con el capote y para hacer "esas cositas con la muleta".

Esas cositas con la muleta han sido una barbaridad. Con un compás y un valor de ajuste ante los que nadie rechistó durante esos seis, siete minutos que duró la obra de este miércoles en Las Ventas, cuando se tenía que haber dado ya por terminada la función a las siete y media de la tarde. No se escuchó un solo grito a destiempo de esos que se imitan y repiten estúpidamente tarde tras tarde con insultante falta de saber estar y sin ninguna gracia -me da igual la edad del mal educado-; nada, a Morante se le siguió todo en una atmósfera de entrega e incredulidad. Ya con las verónicas, que si las vuelves a ver no te las crees.

Para completar su capacidad de mando y dominio sobre todo y todos, elevándose, el quite a pecho descubierto y vasito no se sabe cuánto de lleno. Ahí terminan de convencerse los que no frecuentan la plaza pero quieren ir a más en esto de los toros, que qué tendrá que "de verdad no es de fachas". Chispazos del Genio para todos los clientes.

Morante salpica con digamos ocurrencias de inspiración que a nadie más se las vemos. En La Maestranza le sale pegar lances a una mano soltando el capote y, claro, se acabó la tarde. La continuidad en el triunfo no es característica propia de los de su estirpe, decíamos, toreros de fogonazos que se te quedan grabados para siempre, y hasta que lo vuelvan a repetir.

El Genio lo está repitiendo mucho y ahora que tiene toda la temporada por delante los públicos le van a exigir. En poco más de un mes ha provocado un terremoto en Sevilla y Madrid. Rafael de Paula se sentaba en el estribo tras un esfuerzo, Morante se sienta por dentro del callejón con el pitillo, todo le sale natural, no es para que le fotografíen. Que fuera un cigarrillo y no un habano, sólo él y su mozo de espadas lo saben.

Vuelve a Madrid el día 8, en una corrida tardía.